<!--:es-->REFLEXIÓN DEL CARDENAL MAHONY SOBRE LA VISITA PASTORAL DEL PAPA BENEDICTO XVI<!--:-->

REFLEXIÓN DEL CARDENAL MAHONY SOBRE LA VISITA PASTORAL DEL PAPA BENEDICTO XVI

El Papa Benedicto XVI vino como nuestro Pastor, y nos habló de nuestras alegrías y nuestras tristezas más humanas, nuestras esperanzas y nuestros fracasos. Él vino en el nombre de Jesucristo y nos recordó “mantener nuestros ojos fijos en Jesús” (Hebreos 12,2).

Nuestro Santo Padre no dudó en hablar de los desafíos y dificultades que nuestra Iglesia estuvo enfrentando aquí en los Estados Unidos, pero nunca nos dejó solos con nuestros fracasos y problemas. Él permaneció con nosotros, reconociendo la vergüenza del comportamiento pecaminoso, y nos urgió a ir adelante en el nombre de nuestro Señor Resucitado.

Él habló abiertamente del azote de la mala conducta sexual de parte del clero en las últimas décadas. Él se encontró con víctimas de ese abuso; nos recordó nuestras raíces inmigrantes y nos urgió a estar presentes hoy con las personas inmigrantes y su grave situación; él pasó tiempo de oración silenciosa en la Zona Cero; se encontró con jóvenes que sufren de incapacidades físicas; habló de la inutilidad de la violencia y de la guerra, y no dudó en alertarnos del conflicto entre el Evangelio de Jesús y nuestra sociedad contemporánea.

Pero él nunca nos dejó estancados en nuestros problemas y dificultades. En cambio, él repitió una y otra vez que la presencia y la gracia de Dios son mucho más poderosas que las fuerzas del mal en el mundo. Una y otra vez él nos llevó a no enfocarnos en el dolor y el sufrimiento de nuestros fracasos humanos, sino en la gracia redentora de nuestro Señor Resucitado.

Una y otra vez nos llevó a nuestra amistad con Jesucristo, y nos urgió a reconocer la presencia, el amor y la misericordia de Dios que nos rodea.

Para mí, personalmente, los momentos de gracia más memorables con nuestro Santo Padre estuvieron envueltos en oración silenciosa y en pocas palabras públicas: su reunión con las víctimas de abuso sexual en Washington, DC y su visita a la Zona Cero en Nueva York. Esos dos eventos tuvieron la dignidad del silencio; la profundidad de la tristeza y la promesa de la oración llena de esperanza, y ambos capturaron profundamente las partes más heridas de nuestra Iglesia en nuestro país. Sí, las grandiosas Misas al aire libre fueron muy inspiradoras; las reuniones con los líderes ecuménicos y de otras religiones, fueron muy conmovedoras, y la reunión con los jóvenes y los seminaristas será memorable.

Pero el poder de esos tiempos de oración en silencio me conmovieron más profundamente que todo el resto de las muchas apariciones públicas del Santo Padre. Al principio, no sé por qué. Después de todo, las Misas concelebradas con el Papa y las decenas de miles de personas fueron seguramente inspiradoras y una fuente de alegría para todos nosotros. Lentamente fui comprendiendo: esos tiempos de gracia de silenciosa sanación, fueron exactamente lo que yo necesitaba en este tiempo de mi propia jornada de fe. Mis propios errores y fracasos a través de los años, habían venido siendo una carga sobre mí, un peso del que no me daba cuenta que me estaba agobiando.

El estilo gentil y amable del Papa Benedicto, tocó las profundidades más vulnerables de mi alma. Yo me sentí inspirado por nuestro Pastor y de alguna manera mis pesadas cargas parecieron aligerarse. ¿Cómo logró esto nuestro Santo Padre? A través de su consistente llamado al fiel discipulado en Jesucristo, y su promesa de que ¡verdaderamente estamos salvados por la esperanza en nuestro Dios de Amor! Su reciente Carta Encíclica Spe Salvi (Salvados por la Esperanza) continúa señalándonos nuestra jornada hacia delante y hacia arriba. Él no nos permite quedarnos estancados en nuestros pecados y fracasos, sino que sigue repitiendo el llamado a la “verdadera libertad” en Jesús, quien ha venido como “el camino, la verdad y la vida” para cada uno de nosotros.

Yo vuelvo a Los Angeles como un discípulo diferente de Jesús del que yo era cuando me fui. ¡Gracias Señor, por enviarnos no solamente al Vicario de Cristo y al Sucesor de Pedro, sino también a un hermano y amigo que conoce a Jesús personalmente y que nos dio seis extraordinarios días de gracia y esperanza! VN

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