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NUESTROS SACERDOTES, NUESTRO FUTURO

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

Estamos en un momento de mucho entusiasmo con relación a las vocaciones en nuestra Arquidiócesis.

El mes pasado tuve la bendición de asistir a la graduación del Seminario de San Juan. El sábado pasado, 1º. de junio, tuve el honor de celebrar la Ordenación Sacerdotal de dos jóvenes.

Al mismo tiempo, la preparación para el nuevo año escolar es muy alentadora. Es posible que tengamos entre 20 y 25 nuevos seminaristas este año.

Nuestro futuro es prometedor. Recientemente tuvimos una Cena ‘Andrés’. El nombre de la cena fue inspirado en el relato evangélico en el cual San Andrés lleva a San Pedro para que conozca a Jesús. En este caso, los párrocos de la Arquidiócesis traen a jóvenes de sus parroquias para cenar conmigo y para conversar sobre la apasionante aventura del sacerdocio. Tuvimos una cena excelente, a la que asistieron aproximadamente 40 jóvenes que están discerniendo su vocación al sacerdocio.

Esos jóvenes se han dado cuenta de la hermosa verdad de que el sacerdocio es una gran aventura, el peregrinar de un hombre que camina en amistad con Jesucristo.

Jesucristo sigue llamando a los hombres de hoy a seguirle. A estar cerca de Él, tan cerca que puedan ser su imagen viva. Jesús llama a esos hombres para que sean Él mismo de una manera especial. Para que sean su rostro, sus manos y su voz en el mundo.

En el camino del sacerdocio, estos hombres son llamados para continuar la obra de Jesús. Como vemos en los Evangelios, Jesús iba de pueblo en pueblo enseñando y predicando el Reino de Dios y sanando toda enfermedad.

La misión del sacerdote es la misión de Cristo. Por la ordenación, el sacerdote recibe el privilegio de compartir en el sacerdocio del mismo Señor, de ejercer su ministerio in persona Christi. Jesús dijo a sus apóstoles y sigue diciendo a sus sacerdotes: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. El que los ve a ustedes, conocerá al Padre”.

Solamente los sacerdotes ordenados tienen la capacidad de hablar en nombre de Jesús, de conceder su perdón, de alimentar a su pueblo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Jesús llama a sus sacerdotes para que sean los guardianes del rebaño de Dios. Para que sean protectores, líderes, guías espirituales de la familia de Dios.

Y Él envía a sus sacerdotes al mundo para hacer crecer la familia de Dios, para evangelizar y para compartir la buena nueva de la salvación y la reconciliación con Dios.
Este es un mensaje que el mundo está buscando. La gente de nuestro mundo quiere conocer a Dios. Y el sacerdote tiene la hermosa misión de llevar a Dios a los demás, de mostrar a los hombres y mujeres que Dios es real, que Dios está vivo.

Las personas tienen hambre de amor, de comunidad, de comunión. Tienen hambre de Dios. Es por eso que Jesús nos dejó la Eucaristía. Se dejó a sí mismo, como comida de Dios, pan de los ángeles, pan de vida.

Jesús prometió quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos. Él nos ama tanto que quiere ser nuestro alimento, nuestro pan de cada día. La Eucaristía es Su presencia diaria entre nosotros, un hermoso recuerdo, todos los días, en todos los altares, de Su amor y sacrificio por nosotros. Y esa es la Eucaristía que dejó en manos de sus sacerdotes.

Más que nada, la aventura del sacerdocio es una aventura de amistad con Cristo.

Jesús llama al sacerdote a seguirlo en todo lo que hace. Por sus palabras, en la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios. Por sus obras de sanación y de perdón. Pero más importante que todo lo demás, por su vida, por su testimonio de pureza, de fe y de amor.

El sacerdote debe vivir cerca de Jesús. Debe tratar de ser cada día más como Él, a través de su contacto con Jesús en las Sagradas Escrituras y en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y la confesión. El sacerdote está llamado a permanecer fiel a los mandamientos de Cristo y a los deberes que le fueron confiados.

El Evangelio nos dice que el corazón de Jesús se compadecía por la gente. Y este mes de junio es el mes que la Iglesia dedica al Sagrado Corazón de Jesús.

Los sacerdotes siempre deben recordar eso. ¡Los sacerdotes tienen que amar con el corazón de Jesús! Deben ser hombres de compasión. ¡Hombres en quienes los demás puedan ver el corazón de Dios! El sacerdote debe transmitir la voz compasiva de Dios en todo lo que hace.

Esta semana, sigamos rezando por más vocaciones. ¡Nunca podremos tener suficientes sacerdotes santos! Demos gracias a Dios por nuestros nuevos sacerdotes, y oremos por todos nuestros sacerdotes y seminaristas, que son nuestro futuro. Y si ustedes conocen a un joven que creen que podría tener el llamado, compartan con él nuestra página de Internet www.lavocations.org

Acojámonos a Nuestra Santísima Madre, Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de esta gran Arquidiócesis. Y pidámosle que cuide a nuestros nuevos sacerdotes, y que interceda por nosotros, para que podamos amar a Dios más profundamente y servir a nuestros hermanos y hermanas en el amor.

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