<!--:es-->TIEMPOS PREOCUPANTES<!--:-->

TIEMPOS PREOCUPANTES

Una reflexión espiritual sobre los actuales tiempos difíciles para la Economía

Mis queridos Hermanos en Cristo:

La Gran Depresión comenzó en Octubre de 1929 y se extendió hasta la Segunda Guerra Mundial, en los años de 1930. No mucha gente que vive ahora experimentó ese terrible descenso económico en nuestro país y alrededor del mundo, pero la magnitud de esos años es subrayada por el uso continuo de letras mayúsculas para nombrar ese período de nuestra historia.

¿Estamos hoy en otra recesión económica? ¿O depresión? ¿O deflación? El nombre que usemos para identificar estos días, realmente no importa. Estamos en una severa descenso económico y los efectos los estamos sintiendo cada uno de nosotros. La lista de esos sufrimientos es larga: pérdida de trabajos, inseguridad sobre el mantenimiento de nuestros trabajos, pérdida de casas o miedo de perderlas en el futuro, compañías declarándose en bancarrota o cerrando, retirados cuyas pensiones han venido disminuyendo en un 40% o hasta más, empleados cuyos ahorros y cuentas de retiro se han reducido grandemente, largas líneas en las iglesias y los bancos de comida, significativos cortes en los presupuestos familiares. Cada uno puede añadir su propia crisis económica a la lista.

Desde el Día del Trabajo, yo no he encontrado ni una persona que no haya sido impactada negativamente de alguna manera por nuestra pobre economía. Yo no soy un economista, ni tengo soluciones rápidas para los muchos problemas económicos que enfrentamos.

Pero como un co-discípulo de Jesús con todos ustedes, quisiera ofrecer algunos pensamientos sobre cómo nuestra fe nos apoya en estos tiempos tan pesados y difíciles.

La emoción más fuerte que experimentamos durante estos tiempos desesperados es miedo: miedo a que perderemos algo o todo, lo que hemos conseguido con trabajo duro, tal como un trabajo estable, nuestra casa, las necesidades básicas para nuestras familias, oportunidades para nuestros niños, y la promesa de un futuro seguro. Nada nos corroe tan profundamente como el miedo al futuro desconocido.

El miedo entonces abre camino a la inseguridad, la preocupación, la alarma y aún la desesperación porque muchos de los elementos que provocan nuestros miedos están más allá de nuestra capacidad personal para revertirlos. Nuestros miedos nos colocan en una espiral hacia abajo mientras cada día las noticias económicas pintan una imagen desesperanzadora. El miedo es natural y normal durante estos tiempos dolorosos, especialmente cuando otros dependen de nosotros para su bienestar y su futuro.

¿Dónde buscar consuelo, guía y esperanza? Habiendo sufrido yo mismo varios reveses a través de los años, yo encuentro mi fuerza en Jesús y sus promesas de estar con nosotros –a pesar de todo- y para ofrecernos valor.

Una de mis pinturas favoritas de Rembrandt, es la de Jesús durmiendo en la barca, mientras una feroz tormenta la sacude con olas estruendosas. Los doce apóstoles están llenos de pánico y cada uno está representado tratando de mantener la barca a flote, incrédulos de que Jesús no haga algo para ayudarlos. “Vienen y lo despiertan diciendo, ‘¡Señor, sálvanos que perecemos! Él les dijo “¿Por qué están aterrados, hombres de poca fe? Entonces él se levantó, increpó a los vientos y el mar, y hubo una gran calma” (Mat 8, 23-27). Yo encuentro esta pintura tan consoladora, que tengo una colgando de la pared de la rectoría y otra en mi oficina.

¿No son esas las mismas palabras que están en nuestros labios durante esta terrible economía: ¡Señor, sálvanos que perecemos!”? Nuestro verdadero conocimiento de que no tenemos el poder para salvarnos a nosotros mismos con nuestra propia ingenuidad y fuerza, nos coloca en el abrazo de nuestro Salvador Resucitado, Jesucristo. Yo encuentro fuerza en el poder de Dios precisamente cuando me siento más vacío e incapaz de revertir lo que me aflige.

Una vez que podemos mantener nuestros ojos fijos en Jesucristo (Hebreos 12,2) y que permitimos que su cuidado personal y su consuelo venga sobre nosotros, entonces un punto clave de esta enseñanza y camino de vida comienza a verse claro: vamos juntos hacia delante, no solos ni por nosotros mismos. Nos miramos unos a otros para compartir nuestra fuerza y para unir nuestras esperanzas con los demás. Ese es al camino cristiano.

Los padres necesitan hablar con sus hijos sobre las inseguridades de la vida, pero sin importar lo que pase, los niños necesitan estar seguros de que ellos pueden contar con sus padres que están ahí para ellos. La familia puede tener que hacer muchos sacrificios, y los hijos tienes que aprender a hacerlo con poco, pero ellos van hacia delante con Jesús que está con ellos.

Todos nosotros en nuestras parroquias y escuelas necesitamos estar muy atentos unos a otros. Necesitamos dar un paso adelante rápidamente si alguien que conocemos está sufriendo severa desesperación. Ellos necesitan de nuestro aliento y esperanza. Nosotros aprendemos a compartir más completamente de lo que nos hemos creído capaces. Nuestro propio centro de distribución de comida en la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, continúa disminuyendo, igual que muchos otros centros en toda la arquidiócesis. Nosotros tenemos un deber como seguidores de Jesús de dar un paso adelante y hacer nuestra ofrenda para ayudar a los que están peor que nosotros mismos. Si ofrecemos solamente una lata de atún o una bolsa de pasta o de arroz, estamos ayudando a quitar el miedo de otros.

Yo no tengo ninguna “solución” económica que pueda terminar con las tensiones económicas mundiales. Pero puedo orar para que quienes tienen la experiencia en esos campos, den un paso adelante y ofrezcan sus dones y talentos por el bienestar de los demás.

Nuestras parroquias pueden ser lugares donde se coloquen las oportunidades de trabajo y se compartan, aún pequeños trabajos o de tiempo parcial. Nada nos da más ánimo y esperanza que el trabajo. Aún en tiempos de recortes de empleos, en nuestras parroquias todavía podemos ayudar a los que no tienen trabajo a superar la crisis inmediata.

Nuestras parroquias necesitan servir como centros de esperanza durante estos tiempos, y nosotros necesitamos modelar tanto la comprensión como el alcance. Solamente juntos podremos superar estos tiempos económicos de tanta tensión, no solos.

Yo he escuchado muchas voces de especial alarma, de que estos problemas económicos están ocurriendo en nuestro anual Día de Gracias y la temporada de Navidad. Actualmente yo creo que se nos presenta una buena oportunidad de ayudarnos a celebrar lo que es importante: nuestra fe, nuestras familias y uno al otro. Las fiestas de este año serán mucho más alegres si nos enfocamos en nuestras relaciones y no en los regalos materiales.

Nuestras reuniones de Acción de Gracias este año deben ser símbolos de nuestra fiel confianza en Dios, como era la intención original. Una comida alegre pero sencilla con familiares y amigos, es la mejor Acción de Gracias que puede haber. Y es especialmente significativo, si hacemos algunos sacrificios y damos comida a nuestras parroquias locales o al área de centros de distribución de comida.

Las celebraciones de Navidad a través de los años, se han ido más allá de la razón en gastos, y han perdido la importancia de la fiesta: el nacimiento de Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del Mundo. Unos cuantos simples regalos tales como nuestros propios regalos horneados, nuestras propias mermeladas y conservas, una foto de familia u otros regalos similares, hablan mucho acerca de nuestro amor y cuidado. Involucrar a los niños en la planeación de la Navidad para ayudarles a crear y hacer regalos para otros y para enfocarse en los niños que no tienen lo que ellos tienen, permitiendo que su celebración de Navidad sea una vívida lección de dar.

Ustedes y yo estamos invitados a abrazar las cruces que aparecen en nuestro camino. Nosotros no escogemos nuestras cruces. Que la presencia, la seguridad y la esperanza de Jesucristo nos hagan salir adelante juntos durante estas semanas y meses de tensión, y que nuestra fe en Jesús nos recuerde que verdaderamente, no estamos pereciendo. VN

Share