‘PASTOR DE LOS PASTORES’
Los 50 años de servicio a la Arquidiócesis angelina del Obispo Gerald E. Wilkerson
Por BRENDA REES
“Lo que he tratado de hacer y de ser es un pastor para los pastores, para apoyarlos, fijarles metas, ser accesible y escucharlos. Yo quiero que sean los mejores sacerdotes que puedan ser”, dice el Obispo Auxiliar Gerald E. Wilkerson acerca de su ministerio de 18 años sirviendo como pastor para millones de católicos que viven y trabajan en la Región de San Fernando de la Arquidiócesis de Los Ángeles.
Antes de desempeñar su cargo de obispo, pasó 32 años como pastor al servicio de diferentes parroquias del Sur de California, y fue testigo del crecimiento y los cambios -desde el punto de vista cultural y canónico- que ocurrieron en el área metropolitana de Los Ángeles desde 1960.
A los 76, el Arzobispo Wilkerson se jubilará oficialmente a finales de este año (el Obispo electo Joseph V. Brennan se hará cargo de sus funciones), pero explica que no tiene planes de desligarse totalmente de su labor.
“Voy a extrañar a la gente, pero no extrañaré todas las reuniones”, dice riéndose. “Quiero estar disponible para ayudar en las parroquias. Quiero mantenerme ocupado con menos labor administrativa y más ministerio. Para mí, la verdadera satisfacción y realización personal se halla en trabajar con la gente, recorriendo juntos el camino de su vida diaria”.
Asimismo, la propia trayectoria del Obispo Wilkerson comenzó con ese deseo ardiente de servir al prójimo. Nacido en Des Moines, Iowa, era aún un bebé cuando su familia se mudó a California.
Creció en Long Beach en la década de 1940, y recuerda el ambiente amistoso y abierto del vecindario de su niñez, un lugar donde la escuela, los amigos y la Iglesia se juntaban para forjar relaciones sociales y espirituales. “Las familias cuidaban a los niños de unos y otros; conocías a tus amigos en la Iglesia y un terreno baldío podía convertirse en el lugar para improvisar un partido de voleibol con tus vecinos”.
El Obispo Wilkerson era el mayor de cinco hijos y el único que ingresó a la vida religiosa (su hermana menor inició una carrera religiosa con las Hermanas del Inmaculado Corazón de María, pero no continuó).
El obispo asistió a la escuela primaria y secundaria de St. Anthony en Long Beach; como monaguillo en la escuela secundaria él tuvo una visión transformadora de la vida sacerdotal. A menudo tres o cuatro pastores asistentes jóvenes eran asignados a la parroquia para enseñar y ayudar cuando fuese necesario; su gozo en el ministerio era contagioso.
“Sus vidas eran muy atractivas para mí”, dice. “Recuerdo su felicidad de ser sacerdotes y estar con la gente; parecían tan satisfechos de lo que estaban haciendo. Ellos realmente fueron mi primera inspiración”.
Después de la secundaria, el obispo estudió en el Seminario de San Juan donde “había un gran sentido de camaradería, especialmente en las discusiones alrededor de las mesas durante la cena”. Y él era uno de los dos sacerdotes de St. Anthony que fueron ordenados en 1965.
Comenzando su ministerio en los tumultuosos años 60, el Obispo Wilkerson admite que le tomó algún tiempo la transición de estudiante de Seminario a sacerdote, pero tuvo la suerte de ser asignado a la Parroquia Our Lady of Guadalupe en La Habra, ubicada en una incipiente comunidad del Condado de Orange donde la vida social se interconectaba con la iglesia y con una gran escuela primaria.
Su próxima misión lo llevó al corazón de la ciudad, y esto le brindó las lecciones de vida más profundas, nutriendo su interés y dedicación en crear comunidades más acogedoras.
“Fue allí donde realmente entendí lo que significaba ser un sacerdote”, dice sobre su labor de siete años en el St. Michael de Los Ángeles. Su asignación ocurrió poco después de los disturbios de Watts y las emociones todavía estaban a flor de piel. Los feligreses -en su mayoría afroamericanos- dudaban de que él se quedaría por mucho tiempo.
“Se sentían abandonados”, dice, añadiendo que a pesar de vivir en la pobreza, con un elevado índice de desempleo y en una zona de alta criminalidad, estas personas “no perdieron la fe, incluso cuando eran discriminadas. Son decentes, de buen corazón y serviciales. He aprendido mucho de sus luchas y fue un honor conocerles. Fue muy duro partir. Realmente se convirtieron en mi familia”.
Después de St. Michael, el obispo sirvió en la Parroquia American Martyrs en Manhattan Beach, y más tarde incursionó en un nuevo territorio: el Valle de San Fernando. Recuerda cuando le dijo al Cardenal Rogelio Mahony: “Haga lo que tenga que hacer, ¡pero por favor no me envíe al valle! Bueno, eso resultó ser una gran bendición”.
Durante 14 años, el Obispo Wilkerson condujo la Parroquia Our Lady of Grace en Encino a través de tiempos difíciles. Cuando empezó en 1982, la comunidad era principalmente anglosajona, pero a finales de 1980, la demografía había cambiado, con más miembros hispanos, vietnamitas y coreanos llenando las bancas. Comenzó una misa en español y se propuso que en lugar de traer a un sacerdote de habla hispana, “nosotros lo haríamos. Así que traje a un tutor que nos ayudó, a mí y al personal a aprender el idioma”.
A pesar de que a menudo en esas primeras homilías echaba a perder el idioma, el obispo se alegraba cuando, después de la misa, los hispanoparlantes “se acercaban a mí para decirme: ‘Padre, ésta es la palabra que estaba buscando’. Se sentían tan contentos de que yo hacía el esfuerzo. Realmente nos ha unido como Iglesia”.
“El padre Gerry tuvo y tiene un corazón acogedor”, declara la Hermana Emilie Ann Palladino de Notre Dame, directora de formación de adultos, que fue contratada por el obispo y trabajó con él muchos años. Ella describe su Ministerio de estacionamiento (Ministry of the Parking Lot), una idea del obispo para conectarse al prójimo en simples lugares.
“Nos dijo que nunca se sabe con quién vamos a encontrarnos y qué momento especial podríamos tener con esa otra persona”, dice, añadiendo que “su delicioso sentido del humor hace que todos se sientan a gusto.”
La Hermana Emilie Ann también recuerda la ordenación del obispo en Nuestra Señora de Guadalupe en 1998, antes de la aparición de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Para hacer frente a la inminente sobrecarga del estacionamiento, el obispo y su personal coordinaron esfuerzos con las casas de culto cercanas- la sinagoga judía, el templo mormón, la iglesia armenia – para también utilizar sus lotes.
“Hemos tenido tan buena relación con ellos, que no era un problema. Todos estaban encantados de que estuvieran ordenado al padre Gerry”, dice la hermana Emilie Ann. “No era sólo una celebración para los católicos, sino para toda la comunidad”.
En un cambio de rumbo a sus nuevas funciones, el Obispo Wilkerson utilizó su posición para continuar abordando con la Conferencia Católica de California, la situación de los necesitados, incluidas las poblaciones de inmigrantes, el papel de las mujeres y los laicos en la Iglesia, y el asunto de la eutanasia – todos temas de actualidad.
El obispo se sintió tan inspirado por un grupo de mujeres locales que practicaban una evangelización de divulgación, que creó una comisión especial dedicada a ayudar a sus parroquias con recursos y apoyo.
“Sólo existe gracias a que el obispo marchó hacia adelante y con un pensamiento amplio”, dice Kay Harter, actual directora de evangelización para la Región de San Fernando. “El estableció las prioridades y tuvo la visión de la evangelización y nos apoya en cada paso. En cada reunión del decanato, es lo primero que se discute – esto es de hecho una prioridad”.
Como muchos, Harter extrañará al Obispo Wilkerson cuando se jubile.
“Él me ha enseñado a ser genuina y construir relaciones verdaderas”, dice Harter. “En esencia, es por eso que la evangelización lo es todo -Cristo llega a tu vida fuerte y claro, sin ninguna pretensión. Y este concepto describe a la perfección al Obispo Wilkerson”. VN
Redes Sociales