‘PASCUA’ SIGNIFICA PASO A UNA VIDA NUEVA

‘PASCUA’ SIGNIFICA PASO A UNA VIDA NUEVA

Finaliza la Semana Santa y revivimos la experiencia de tener a Cristo en el centro de nuestra Iglesia y existencia

Por DR. JOSÉ ANTONIO MEDINA
(Diseño de Portada: Osvaldo Cisternas; Fotografía: Victor Alemán y Concepto: VOA).

Hemos terminado recientemente la Semana Santa y entrado en el tiempo de Pascua. Todas estas celebraciones litúrgicas nos han ayudado a despertar al milagro de nuestra propia vida cuando es renovada en Cristo. Cada día nos enfocó en una forma de Encuentro con Él. El Jueves Santo vimos a Cristo poniéndose como el servidor, a Cristo como pan que nos renueva la vida y a Cristo como presencia permanente en el centro de la Iglesia y en el centro de nuestra vida.

El Viernes Santo nos encontramos con Cristo que compartió el dolor de los que sufren, a Cristo que deja a Dios ser Dios, que no busca el milagro inmediato, sino que pasa por los avatares del sufrimiento sabiendo que al final es Dios el Padre quien vendrá en nuestro auxilio. Y el Sábado Santo y Domingo de Gloria despertamos con una nueva luz; la luz de la vida nueva que hemos recibido en la Resurrección.

Siempre nos queda la pregunta: ¿cómo hacer para que cada semana sea Semana Santa?, o mejor: ¿cómo santificar nuestra vida cotidiana? No se trata de pasarnos en la Iglesia todo el tiempo, se trata de que el tiempo que pasamos en la Iglesia nos ayude a mejorar el resto de la semana y en este caso, del año hasta la Semana Santa de 2017.

El encuentro con Cristo del Jueves Santo se prolonga en el encuentro con los hermanos, con la gente con la que convivimos. De esta manera nuestras relaciones humanas se enfocan en la búsqueda del bien de todos, suavizan las tensiones que toda relación humana puede producir, nos sensibilizan frente a los problemas y necesidades de los que están a nuestro derredor, escuchamos con más atención a nuestros familiares, y a las personas con las que convivimos. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de encarnar el amor de Cristo y de reconocer su presencia amorosa en el Sacramento eucarístico. De esta manera, la Eucaristía realmente se vuelve un alimento para la vida.

Vivimos la Pasión y Muerte de Cristo el Viernes Santo, y desde esta celebración descubrimos la presencia del Cristo sufriente en nuestro mundo. Cristo murió y su cuerpo, que es la Iglesia, sigue muriendo en tantas situaciones de dolor en nuestros ambientes; en las familias que han sufrido la deportación de sus miembros; en el gran número de jóvenes en prisión; la pesadilla de la drogadicción y de las adicciones. El dolor de las enfermedades incurables; de los ancianos abandonados; de las personas sin techo. Nosotros no podemos resolver los problemas que hay en el mundo, pero nos podemos solidarizar con aquellos que viven estas situaciones de muerte a nuestro alrededor. Siempre hay alguien más necesitado que nosotros. Nuestra indiferencia es un reflejo de que no hemos entendido la unidad entre la liturgia, la doctrina y la vida. No se trata de dar dinero, sino de estar disponible, de ser solidarios en el dolor.

El Sábado Santo celebramos la fiesta de la vida, pero especialmente nos alegramos por los nuevos cristianos que se han incorporado a nuestras comunidades. Muchos recibieron el Bautismo y muchos otros recibieron los otros Sacramentos de la iniciación cristiana. Todos ellos recorrieron el camino del catecumenado aclarando sus dudas y formándose en la fe de la Iglesia. Ahora nos toca acompañarlos en sus primeros pasos como cristianos que forman parte de la comunidad con todas las bendiciones y responsabilidades. Junto a ellos trabajaremos para que nuestras comunidades sean testimonio de Cristo vivo en los barrios, en las familias, incluso en la vida política y social de nuestras ciudades.

El Encuentro con Cristo Resucitado se continúa a través de la comunidad de fe que celebra, enseña y da testimonio. Se continua en las comunidades que se convierten en motor de transformación social pero sobretodo que muestran con su espiritualidad que Dios no es sólo un misterio escondido, sino que está vivo y actuando en el mundo.

Con certeza podemos decir que nosotros hemos encontrado a Cristo resucitado ya, y que nos sentimos muy orgullosos de ser miembros de la Iglesia Católica que vive de su presencia y que animada por el Espíritu Santo continua su misión en Los Ángeles. Nos sentimos orgullosos de esta Iglesia local que bajo la dirección pastoral de nuestro Arzobispo José Gomez, encarna aquí y ahora lo que el Señor nos dejó con su vida, muerte y resurrección.

Cristo ha resucitado. ¡Aleluya! Y nosotros resucitaremos con Él ¡Aleluya! VN

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