<!--:es-->PALABRAS DEL ARZOBISPO JOSÉ H. GOMEZ, DURANTE LA MISA DE BIENVENIDA EN LA CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES<!--:-->

PALABRAS DEL ARZOBISPO JOSÉ H. GOMEZ, DURANTE LA MISA DE BIENVENIDA EN LA CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES

“Que esta Iglesia sea siempre un signo de que Dios está con nosotros, y de que a sus ojos amorosos, nadie es un extranjero para Él…”

Palabras del Arzobispo Coadjutor José H. Gomez, durante la Misa de bienvenida que se le dio en la Catedral de Nuestra Señora de Los Angeles en ocasión de su nombramiento para suceder al Cardenal Rogelio M. Mahony.

“Me siento muy humilde ante esta hermosa bienvenida, esta gozosa celebración de la Sagrada Eucaristía. Estoy muy agradecido Cardenal Levada por su presencia. Por favor, lleve la expresión de mi gratitud al Santo Padre por la confianza que ha puesto en mí. Por favor, dígale que trabajaré con todo mi corazón para merecer su confianza. Quiero agradecer a todos los cardenales y a nuestros hermanos obispos que están aquí. Estoy conmovido porque ustedes han venido para estar conmigo en este importante día de mi vida y ministerio. Su presencia es un signo de que la Iglesia está fundada sobre los apóstoles, y está viva en nuestro ministerio como sucesores del ministerio confiado a ellos por Jesucristo.

“Cardenal Mahony, estoy honrado de ser su Arzobispo Coadjutor. Yo vengo a servir y a seguir a Jesucristo. Vengo a escuchar y a aprender de usted, y a continuar el trabajo que usted ha comenzado en esta histórica viña del Señor. Yo ya puedo ver cómo las semillas que usted ha sembrado en los últimos 25 años están dando fruto. Yo comienzo a ser testigo de cómo los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, hombres y mujeres consagradas y gente de diferentes estilos de vida están sirviendo en cuerpos y almas, corazones y mentes en la Arquidiócesis de Los Angeles. Ustedes están edificando fe, familia y amistad, sirviendo a Cristo en el último de nuestros hermanos y hermanas, predicando, enseñando y celebrando los sacramentos; defendiendo la libertad y dignidad de la persona humana desde la concepción hasta la muerte natural, especialmente aquéllos que no tienen a nadie que los ayude y nadie que hable por ellos, en muchas maneras, haciendo una rica contribución a la estructura de esta sociedad. La Iglesia aquí en Los Angeles es una comunidad de verdad y amor. Es un signo de que la Iglesia es una, unida en amor por Cristo, viva con su espíritu, esforzándose para que la voluntad del Padre se haga en la Tierra como en el Cielo.

“Que esta Iglesia sea siempre un signo de que Dios está con nosotros, y de que a sus ojos amorosos, nadie es un extranjero para Él y nadie es un forastero para ninguno de nosotros.

“En la comunidad de culturas aquí en Los Angeles, podemos ver lo que significa decir que nuestra Iglesia es Católica. En esta hermosa diversidad, podemos ver algo de lo que Dios desea para todo el mundo. Nosotros vemos cómo Dios reúne todos los hombres y mujeres en una sola familia, de cada país, raza y lenguaje, extendiéndose hasta el fin de la tierra y el cielo arriba.

“Mis hermanos y hermanas, tengo mucho que aprender sobre esta extraordinaria familia que Dios ha reunido aquí en la Arquidiócesis de Los Angeles. Yo apenas he comenzado y voy a necesitar de sus oraciones y ayuda, su consejo y guía, y sobre todo de su paciencia.

“Permítanme decir unas pocas palabras a mis hermanos sacerdotes: Ustedes están en las líneas del frente de este gran drama de salvación. Ustedes son hombres de Dios, y hombres de bravo corazón y los primeros colaboradores de los obispos en el trabajo apostólico de la Iglesia. En sus ministerios, ustedes son la presencia de Cristo. Llevando a Dios a la gente, y la gente a Dios, ustedes les muestran a ellos la compasión del Padre que busca llevarlos a casa, sin importar qué tan lejos puedan haber andado extraviados. Mi sacerdocio es la alegría de mi vida, y me siento humilde de poder ejercer el ministerio junto con ustedes. Estoy ansioso de conocer a cada uno de ustedes y a la gente a quienes ustedes sirven.

“Yo no puedo creer que estoy aquí, mis amigos; esto es impresionante. También es hermoso que todos en mi familia se están comportando bien.

“Este no es el futuro que yo alguna vez habría podido imaginarme para mí. Pero este Dios a quien servimos, es un Dios de sorpresas, así como un Dios de bendiciones y de tiernas mercedes. Así que, oremos al buen Dios para que Él sane los corazones de todos sus fieles, de manera que ellos respondan generosamente a su llamada en sus vidas. Oremos para que muchos respondan al llamado para ser sacerdotes, diáconos, hermanos y hermanas religiosos, hombres y mujeres casados, o que lleven una vida consagrada en uno de los muchos movimientos y comunidades eclesiales.

“Recientemente, un buen amigo me contó sobre uno de los santos locales desconocidos aquí. Eloísa (¿María Luisa?) de la Peña, refugiada de México, quién fundó las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Los Angeles. Venerable Madre, dirían todos, “Para cosas más grandes naciste”. Estas, mis amigos, son las buenas noticias que estamos llamados a proclamar para nuestra ciudad, nuestro país, en todo este continente y el mundo. Cada uno de nosotros ha sido hecho para amar, y para grandes y hermosas cosas. No hay alma que Dios no quiera tocar con su mensaje de amor. Así que hagamos de nuestros amores algo hermoso que podamos ofrecer a Dios. Hagamos todo, aun las pequeñas cosas por amor a Él y por el amor de nuestros hermanos y hermanas.

“Les pido sus oraciones por mí. Yo les prometo mi vida y mi amor. Y les prometo ser siempre su siervo y siervo de la Palabra de Dios, el Evangelio en el que todos creemos.

“Es un poco difícil hablar de mis padres (pausa, quizá una lágrima). Yo dije el otro día que yo hablo con mucho acento, es mi culpa, porque mi madre quería que yo aprendiera inglés, y yo me negué a hacerlo. Esta es una buena lección para todos nosotros, para siempre obedecer a nuestras madres. Y si yo lloro, es por culpa de mi madre.

“Nuestra querida madre, Nuestra Señora de Guadalupe, siempre ora por nosotros. A ella, Nuestra Señora de Guadalupe, y a su amoroso corazón yo le confío a todos nosotros y mi ministerio para ustedes. Gracias a todos por su amable bienvenida. Muchas gracias a todos”. VN

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