NUESTRA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, PATRONA DE LA ESPERANZA Y UNIDAD

NUESTRA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, PATRONA DE LA ESPERANZA Y UNIDAD

Por DR. J. ANTONIO MEDINA

Podemos ver a nuestro alrededor signos de crisis de una sociedad en cambio, en la sociedad norteamericana somos testigos de una profunda división entre dos modos de ver el mundo, de ver la justicia, de ver al “otro”. Pero incluso a nivel mundial, podemos observar las oleadas migratorias en muchas partes que hablan de que algo no está funcionando bien. Las migraciones de África y los países árabes hacia Europa, las migraciones de Venezuela hacia países de Sudamérica y España, y la crisis centroamericana que ha movilizado a miles de personas para atravesar México y llegar a la frontera norteamericana, todas ellas nos reflejan que la injusticia está haciendo mucho daño y que las personas se ven forzadas a dejar casa, tierra, cultura, idioma, familia, raíces sólo para sobrevivir.

Quizás muchos de nosotros vemos estas realidades locales y mundiales desde el confort de nuestra situación que, aunque no sea de lujo si es mejor que la de miles de hermanos nuestros que tienen hambre, que ven su vida y las vidas de sus familias en riego de muerte cada día. No creo que nadie tenga la solución a tantos problemas sociales, internacionales y nacionales. Nadie tiene la varita mágica que de manera automática cambie la situación, pero desde nuestra perspectiva cristiana podemos intuir valores, buenas experiencias, motivaciones profundas que nos muevan a la solidaridad, generosidad, servicio para hacer con nuestros recursos limitados un cambio que beneficie, aunque sea a una persona, una familia o comunidad. En este sentido es oportuno acercarnos a la devoción guadalupana y sacar de esa experiencia evangelizadora la sabiduría que ilumine nuestras acciones.

Las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Valle de México sucedieron también en un momento de grave crisis. Recordemos que a la llegada de los españoles las estructuras de las sociedades locales del valle de México fueron destruidas, el sistema político, económico y religioso fue aniquilado. Los pueblos que apoyaron la conquista española contra el pueblo azteca fueron también expoliados. No eran perdedores en el sentido militar del término, pero lo fueron en la realidad, como fueron los cholultecas, tlaxcaltecas y otros grupos que vivían en los derredores del valle de México.

Los aztecas no eran el modelo de una sociedad justa, ni tampoco respetaban la vida humana como hubiéramos deseado, pero fueron aniquilados totalmente. Se estableció un sistema de control sobre las personas y sus propiedades que acabó siendo terriblemente explotador. Los dueños de la tierra ya no eran los indígenas. Quizás la tragedia más grande para unos pueblos extremadamente religiosos fue el fracaso de sus dioses, la muerte de sus dioses, lo que produjo una sensación de fracaso y abandono. Hay un dato que dice más que mil palabras: la tasa de mortalidad entre los nativos fue tan alta que en sólo 5 generaciones después, la población mayoritaria fue la mestiza; la población nativa disminuyó dramáticamente. No quiero negar los grandes aportes que los españoles trajeron a América, pero quiero acentuar la situación crítica que vivía el pueblo indígena, pero que también vivían los recién llegados, para encontrar luces que iluminen nuestra situación actual, pero sobre todo para reflexionar sobre la importancia que la devoción Guadalupana desempeñó en ese momento de nuestra historia.

No pretendo decir que la Virgen de Guadalupe resolvió las grandes injusticias que se cometieron en nombre de Dios, o del Rey, ni pretendo idealizar la cultura azteca como modelo social, sin embargo, un gran número de personas españolas y nativas encontraron en el mensaje de Guadalupe una luz de esperanza, una motivación para recuperar la fe religiosa y un elemento social para fomentar la unidad, el entendimiento entre dos culturas antagónicas, opuestas, enemigas, la del conquistador y la del conquistado.  La clave básica de interpretación del acontecimiento guadalupano podemos decir que fue el mestizaje.

El primer signo luminoso es que la narración de las Apariciones guadalupanas ya es un fruto de este mestizaje. Antonio Valeriano, el escritor de estas narraciones conocidas como “Nican Mopohua”, fue un hombre que entendió las dos culturas de una manera extraordinaria. Él escribe pensando como indígena, pero utilizando las letras del alfabeto. Toda la narración utiliza las imágenes que son relevantes para la cultura indígena: la flor y el canto, la imagen del tío, la aparición en la montaña donde se veneraba a una diosa muy querida de los aztecas y al mismo tiempo todo el mensaje es eminentemente cristiano, incluso detallando los dogmas cristológicos que estaban en la mente de los españoles. La misma imagen de la Virgen es extraordinariamente mestiza, el rostro es de una doncella indígena, rodeada por el sol, embarazada, danzando, pero esta imagen también expresa la fe de los españoles, una Virgen embarazada que trae en su seno al Dios verdadero.

La experiencia Guadalupana

La Virgen se hace encontradiza, se pone en el camino de Juan Diego, de una manera amable se acerca al indígena para atraer su atención, para ganar su confianza. Aparece en medio de signos religiosos con los que los nativos, pero también los españoles describían la presencia de Dios: aparece en una montaña (como es el caso de Moisés), en medio de flores y cantos de pajarillos, que es un claro signo de la presencia de Dios para los indígenas, en medio de muchas otras imágenes celestiales relevantes para las dos culturas.

La intención de la Virgen es mostrar algo que una a todos, y su mejor opción es construir un templo, un templo de unidad, y para tal efecto pide a Juan Diego que vaya y se presente al Obispo con esa petición. La intención es muy clara. Ella no sugiere un nuevo templo azteca, pero tampoco un templo al estilo cristiano español, quiere un lugar de encuentro, un lugar donde unos y otros descubran “al verdadero Dios por quien se vive”. La Virgen no quiere ponerse como centro de ese nuevo templo, su intención es:

“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregarle a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación”.

Y su propuesta la hace como una madre, no imponiendo con la espada, no amenazante, sino como una madre para todos, no sólo para los indígenas,

“Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que están aquí en esta tierra, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión.

Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”.

Este mensaje pretende cambiar el mundo desde el amor, desde la fragilidad, desde la ternura de una madre. Ella quiere que los valores de su Hijo sean los nuevos valores que vivan unos y otros, para crear una fraternidad entre los enemigos, entre los opuestos, para limpiar a ambos de sus propias miserias, para proponerles a ambos un ideal de vida muy superior al que los mueve en ese momento. Al final de cuentas María está evangelizando con el mensaje de amor, justicia, paz y fraternidad que está en el centro del mensaje de Cristo.

La narrativa no omite los detalles, y nos describe las dificultades que Juan Diego tiene para hablar con su Obispo, describe a la burocracia eclesiástica que impiden que un pobre pueda hablar con él (cualquier parecido con la realidad es coincidencia).

Un aspecto muy importante en la narrativa es que el mensaje de Guadalupe toca el corazón de todos. No hay nadie que en un momento de crisis no sea afectado. La experiencia de dolor, enfermedad, inseguridad afecta a todos. Por eso Ella explica que el único modo de encontrar la ansiada salud es la confianza en unos hacia los otros basada en la fraternidad, en la certeza que tenemos una madre común:

“Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a otra enfermedad o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aún tienes necesidad de cosa otra alguna?”

Como decía al principio, vivimos un tiempo de crisis. Miles de personas en el mundo viven en la incertidumbre de saber si hay un mañana para ellos. Ante esto, la experiencia Guadalupana puede inspirarnos a acciones solidarias; puede empujarnos a un compromiso mayor con la Iglesia, a una participación más activa en la reforma de la Iglesia desde los valores del Evangelio, y por supuesto, una sensibilización ante el dolor de los que no tienen un techo, una tierra, un lugar para trabajar y desarrollar los propios talentos para buscar el bien de los suyos.

Que esta celebración nos lleve a conocer a María de Guadalupe y que aceptemos su mensaje de vida que nos une en fraternidad para trabajar por un futuro mejor para todos. VN

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