UN OASIS DE SOLIDARIDAD

UN OASIS DE SOLIDARIDAD

En medio del inclemente desierto de Sonora, el albergue ‘Refugios por la esperanza’ alimenta y consuela a cientos de migrantes

Por ALICIA MORANDI

En Ajo -una zona en el desierto de Sonora, México- a unas 40 millas de la frontera con Arizona, se levanta “Refugios por la esperanza” (Shelters for Hope).

Para cientos de migrantes y refugiados, este refugio-cerca del Monumento Nacional Organ Pipe Cactus- constituye un verdadero oasis en el árido desierto. Aquí llegan mayormente hombres jóvenes para recuperar energía, curar sus  heridas, hidratarse y pasar unos días en segura compañía, para luego seguir camino con un calzado más resistente, y algunas cosas básicas que hagan su andar menos pesado. Su meta es llegar a Arizona, y en territorio estadounidense empezar una vida mejor.

“Los vemos llegar cansados de caminar por el desierto, en harapos, con llagas en el cuerpo, desorientados por la deshidratación; algunos seriamente lastimados porque se cayeron del tren, muchos vienen en La Bestia…”, relata María Rivera, educadora  religiosa y coordinadora del Instituto Bíblico de la Arquidiócesis angelina. Hace ya un tiempo que junto a su hija Arlene Rivera-Cortez ha estado ayudando a estos migrantes.

“Vienen de México y Centroamérica y ya hicieron su mayor travesía; están a un paso de llegar a EE.UU. Su moral es altísima a pesar de todos los problemas que tienen. A pesar de todas las desgracias que sobrevivieron”, agrega.

‘…este albergue me escogió a mí’

La ayuda que les ofrecen es muy apreciada. Se les brinda tres comidas al día, un lugar para dormir, algo de ropa y productos de tocador, pero los recursos son muy limitados.

“Nuestra labor es que ellos encuentren un lugar digno donde recibir una asistencia inmediata”, dice María Rivera, y rememora la primera vez que visitó este lugar. “Había estado en otros refugios estructurados, con paredes, mesas, sillas, pero en ‘Refugios por la esperanza’ vi unos carros que sirven para que duerman; unos plásticos negros encima de una baranda para taparse de la lluvia; ropa tendida que lavan esos hombres antes de seguir viaje…”. Agrega que en esa visita observó el cielo cambiar de color porque iba a llover, y le dio un sentimiento de “estar siendo transformada por el desierto”.

“Recuerdo a Misael, de unos 18 años, que venía de la Mosquitia, en la costa atlántica de Honduras y Nicaragua. Le pregunté por qué estaba en el refugio, y me respondió: ‘Un día más de vida aquí, es un día que podría estar muerto en Honduras’. Estas personas que llegan caminando pasan un montón de dificultades, pero se dan cuenta que aún están vivas y eso les anima. A través de ellos pude apreciar más la vida”, expresa María.

Su hija Arlene fue la primera en acercarse a este refugio que llegó a su vida por casualidad. Estaba recolectando cobijas para migrantes con la organización humanitaria “Ángeles de la frontera”, y esta tarea la conectó con “Pueblo sin fronteras”, fundadora del “Shelters for Hope”. Le pidieron ayuda para llevar las cobijas al refugio, y ella les acompañó. “Allí vi las muchas necesidades que hay en este lugar que no está cerca de nada. Siento que yo no lo escogí, este albergue me escogió a mí”.

Madre e hija emprendieron entonces la misma jornada de solidaridad con estos migrantes que huyen de la pobreza y falta de oportunidades, y también de la violencia. Permanecen unos días en Ajo, recuperan fuerzas, y luego continúan su marcha.

‘El Evangelio tiene que ser acción’

Según Arlene, la mayoría de los que llegan “son personas de bien, de trabajo, que quieren mejorar la vida de sus familias”.

Muchos venden todas sus pertenencias para poder realizar esta travesía y en el camino son víctimas de robos y abusos. “Uno de los muchachos me contó que vendió todo lo que tenía para pagarle al coyote. Le entregó el dinero pero el coyote nunca se apareció, entonces tuvo que seguir solo el camino, poniéndose en manos de Dios”, dice.

La necesidad de ayuda es apremiante. Arlene anticipa que van a seguir llegando migrantes, por lo que quisiera crear una red de apoyo en Los Ángeles.

La necesidad de calzado cómodo es vital ya que debido a la inhospitalidad del terreno y a la distancia, llegan al albergue descalzos o con hoyos en las suelas. “Muchas veces un par de zapatos puede cambiar una vida”, dice Arlene.

Alcanzar la frontera es un largo y tortuoso camino.

“El Evangelio tiene que ser acción”, comenta María al respecto. “Ayudar a quienes no tienen, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y visitar al que esté en la cárcel. De esa manera nosotros hacemos patente los valores evangélicos”.

Arlene dice que hay gente que desea colaborar, pero a veces no sabe cómo hacerlo. Actualmente una de las formas es asistir en llevar al albergue las donaciones que recaudan o prestar un espacio para guardarlas hasta el momento de entregarlas. Ella explica que además están luchando por construir un sitio en el cual los migrantes y refugiados puedan dormir con más comodidad.

“Por el momento el refugio sólo tiene espacio para 45 inmigrantes. Pero cada día llegan alrededor de cien, y muchos de ellos están durmiendo al aire libre sobre el suelo”.

Un encuentro con Jesucristo

En los últimos tiempos fuertes tormentas estuvieron azotando el lugar, y al no contar con más estructura física, los migrantes se mojaron y algunos se enfermaron. “Necesitamos 8 mil dólares para terminar la construcción que pueda dar techo a 200 personas. Y luego adquirir más camas”, dice Arlene.

Hay algunos voluntarios de la zona que asisten a los que llegan. Muchas veces son los mismos migrantes. “El que tiene una semana ya sabe cómo funciona y atiende al que está llegando. Una vez que dejan el lugar ya no sabemos qué pasa con ellos”, dice María.

Todavía les quedan algunas decenas de millas para cruzar a EE.UU.

“Ir a la frontera es una gran experiencia para encontrarse con un Jesucristo que llora, hambriento, descalzo, y que está tocando la puerta”, dice María, y agrega que Pueblo sin fronteras le regaló una cruz que algunos cargaron en el tren “La Bestia”. “Cuando la tocas sientes una carga emocional. Esa cruz guarda muchas historias. Conocí a un muchacho que la cargó. Me dijo que a muchos que la habían cargado los secuestraron los narcos y no se volvió a saber de ellos. Les utilizan para ser ‘muleros’ que transportan la droga, o para explotación sexual. Estas son historias que uno recoge en el desierto”.

Basada en su experiencia, dice que en los rostros de todos los inmigrantes y refugiados ha visto el rostro de Jesucristo. “Estar trabajando en la frontera es estar trabajando para todos los forasteros, no sólo los latinoamericanos; toda la persona ajena a nuestra sociedad que por una fuerte necesidad se ve obligada a dejar su tierra”. VN

 ‘Shelters for Hope’ necesita su ayuda

 Interesados en colaborar con este albergue -que proporciona alimentos y asistencia a migrantes y refugiados en el desierto de Arizona / Sonora -pueden hacerlo a través de su página de Facebook: sheltersforhope, o por Email: sfh@gmail.com.

  • Algunas maneras de apoyar es donando dinero para la construcción del albergue; alimentos no perecederos; zapatos tenis para hombre en buenas condiciones, ropa y calcetines; artículos de aseo personal; gorras, mochilas; paquetitos de Electrolitos, medicinas para el catarro, dolor de dientes, oído, curitas y vendas, tabletas para purificar agua; materiales de construcción y catres para dormir. También hacen falta voluntarios que lleven las donaciones y espacio para su almacenamiento. Todas las donaciones son deducibles de impuestos.
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