LA LLAMADA DEL SEÑOR A VECES LLEGA CALLADITA Y SE ESCUCHA POCO A POCO
La hermana María Guadalupe Almáis tardó en reconocer su vocación religiosa que tanta felicidad le ha proporcionado
La vocación religiosa no siempre es un fenómeno repentino, sino que tarda en consolidarse, en hacer evidentes las señales, hasta que, por fin, el candidato y Dios se encuentran y del abrazo amoroso surge “la alegría, el gozo, el saber que estás en casa”, en palabras de la hermana María Guadalupe Almáis Palacios, de la Congregación Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo (MGSpS).
La hermana María Guadalupe nació y creció en Ciudad Hidalgo, del estado de Michoacán, México, en una familia numerosa -diez hermanos entre hombres y mujeres-, frutos del amor de Emma Palacios Armas y Armando Almáis Ortiz. Es la mayor de las hermanas por lo que sobre ella recayó en gran parte el peso económico de la familia.
Hizo los estudios de primaria y secundaria en su ciudad natal, parte en la escuela pública y parte en una privada y religiosa, “porque, como éramos muchos, llegó un momento en que mis padres no podían costear la privada”. Aun así, obtuvo en la privada el título de Contabilidad y trabajó tres años en el Banco Serfín de la localidad.
‘CUANDO ERES JOVEN QUIERES DAR LA VIDA POR ALGO…’
En su ciudad natal, se integró en la liga misional de la Parroquia del Perpetuo Socorro y comenzó a sentir que debía hacer algo por los demás.
“Me entró inquietud por las misiones. Cuando eres joven quieres dar la vida por algo”, explica la hermana, y agrega: “Me inquietaba ver a hombres tomando todo el tiempo y luego tumbados en las calles. También ver que había niños que no tenían hogar. Eso me llevaba a sentir que debía hacer algo por los demás, pero no sabía qué”.
Dejando atrás novio, trabajo y vida en Michoacán, en 1994 se estableció con dos hermanas en La Puente, California, donde residía el hermano mayor. Su idea era trabajar y ganar dinero para ayudar a sus padres que pasaban aprietos económicos y a tal efecto trabajó en diversos oficios: empacadora de productos de jardinería, restaurantes de comida rápida, etc.
Al mismo tiempo, se enroló en el grupo Jóvenes Unidos en Cristo de la parroquia de San Luis de Francia y volvió a sentir que debía hacer algo por los demás. La semilla de la vocación a la vida consagrada iba fructificando sin ella darse cuenta. Por otra parte, “sin decir nada a nadie, ya estaba investigando los requisitos para entrar en alguna congregación, pero tenía miedo de que, si consultaba con alguien, le dijeran que sí tenía vocación”.
Al respecto cuenta la anécdota siguiente: “El grupo de San Luis organizaba eventos para sus miembros y uno de ellos fue la ordenación de un sacerdote. Asistió a la ceremonia con su amiga Pati -quien también estaba pensando en hacerse monja-. Delante de ellas había varias hermanas y Pati le preguntó: ‘Oye, ¿tú no has pensado en hacerte monja? No de ésas porque son maestras’, y me puso en contacto las Misioneras Guadalupanas”.
“Mis padres me dejaron decidir a mí. Mis hermanos, también, aunque algunos de los varones se mostraron preocupados por si la vida religiosa no era para mí, pero no se opusieron en ningún momento y ahora están encantados de verme feliz”.
HORA DE LA VERDAD
“Mi amiga Pati me acompañó a la entrevista con las hermanas misioneras guadalupanas. Luego ella, que estaba más segura que yo, no se quedó en la congregación y yo sí”.
“Conocí, pues, a las misioneras y quedé al cargo de Sister Antonieta y posteriormente de la hermana Gabi, para el discernimiento, para saber si realmente tenía vocación. Yo seguía con el miedo a tenerla. Me invitaron a vivir con ellas tres meses, aunque yo salía a trabajar”.
En ese tiempo falleció su papá en Los Ángeles y lo llevaron a enterrar en su ciudad mexicana. “Nunca había pedido a Dios una señal de algo, pero entonces sí le pedí que me hiciera ver si tenía que entrar en la vida religiosa o quedarme a cuidar a mi mamá, porque era la mayor de las hermanas. Cuando alcé la vista, vi la Cruz del Apostolado, la cruz de la Familia de la Cruz -la típica de las cinco ramas de hermanas guadalupanas-. Y es que Dios contesta ahí nomás cuando se le pregunta”, dice terminantemente la hermana Guadalupe.
‘NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE ES NUESTRO MODELO EN LA PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD DE TODO SER HUMANO…’
En 1994 entra en la congregación como postulante [1 año], que sería el equivalente civil de aprendiz, es decir para conocer la congregación desde dentro y para que te conozcan. Siguió el noviciado [2 años] para estudiar e imbuirse de la vida y espiritualidad del grupo. A ellos siguieron seis años de ‘juniorado’ [seis años de estudios, que termina en diciembre con un máster en Teología Práctica y Pastoral]. Hizo los primeros votos el 3 de agosto de 2002 y los perpetuos en 2009.
Ahí comienza formalmente su vida misionera “promoviendo la dignidad de todo ser humano siguiendo la pedagogía de la Virgen de Guadalupe, con su ejemplo de ensalzar al indio [hoy San Juan Diego] que se consideraba indigno de llevar un mensaje a personajes tan altos como el arzobispo. La Virgen lo escoge a él, un marginado en su tiempo, como portador del mensaje divino”.
Su primer destino fue York, Pensilvania, como “asociada pastoral en una parroquia mayormente de hispanos procedentes de 14 o 15 países” donde puso en acción su misión guadalupana del Espíritu Santo. Misión y acción que resume en tres puntos: “Catequesis, evangelización y doctrina social a través de las parroquias en apoyo de los sacerdotes, como exige el carisma de su congregación de seguir a Cristo Jesús en su dimensión sacerdotal” y el ejemplo de la Virgen. “Nuestra Señora de Guadalupe es nuestro modelo en la promoción de la dignidad de todo ser humano, haciendo visible el reino de Dios con una opción por los más pobres, indígenas, marginados, migrantes y excluidos”, dice explicando el carisma de su congregación.
MISIÓN ACTUAL
Actualmente es “promotora vocacional de la provincia de Estados Unidos, con residencia en Los Ángeles”, donde también ejerce su ministerio en la parroquia de Santa Juana de Arco.
“Hago retiros para hombres y mujeres y alcanzo a captar que hay miedo a un compromiso indefinido”, y afirma que, “si entregas la vida con confianza en Dios, Dios te va confortando”. Hablando de ella misma, asegura: “La vida religiosa, la vida consagrada, es un gozo, la vida religiosa no es un cuento de hadas. Hay diferencias entre las hermanas, pero también existe una constante búsqueda; hay piedritas en el camino, pero son muchos más los momentos gozosos, aunque también los hay dolorosos, especialmente cuando alguna hermana se queda por el camino o se va al Padre”.
“De hecho, -añade- cuando puse el pie en el convento, supe que había llegado a mi casa. La vida es una alegría y la experiencia de sentirnos amados por Dios nos lleva a dar testimonio del encuentro con Jesús, a ser Jesús para los demás”.
Por otro lado, recuerda que en su vida religiosa experimentó “algunas crisis que me ayudaron a crecer. Por ejemplo, la crisis provocada por tener que aprender el inglés. ¡Cómo lloré!”.
‘LA VIDA RELIGIOSA NO ES UN REFUGIO, ES DARSE, NO HUIR DEL MUNDO’
¿Qué consejos da a una joven que tiene la inquietud vocacional para saber si Dios la llama a la vida consagrada?
“Que pregunte, investigue, ore. Creo que en la oración viene la respuesta, que tenga dirección espiritual para clarificar si Dios la quiere religiosa o no. La vida religiosa no es un refugio, es darse, no huir del mundo”.
Incluso le habla “sobre la vida sentimental, si tuvieron novio -como ella tuvo y con el cual rompió al venirse a Estados Unidos-, si han experimentado el enamoramiento, pues eso les ayudaría a comprender y sentir mejor el amor a Cristo. ¿Cómo vas a comprender el amor a Dios si no has sentido el amor profundo a otro?”
UN POCO DE HISTORIA
Para terminar, la hermana María Guadalupe Almáis Palacios explica el origen y espiritualidad de su congregación.
Su fundador, el padre marista francés Félix de Jesús Rougier, conoció en México a Concepción Cabrera, quien le invitó a fundar la rama femenina de los Misioneros del Espíritu Santo. Dicho y hecho. El 15 de septiembre de 1930 fundó en la Ciudad de México la congregación de las Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo con las señoritas Cecilia Acuña, Emilia Casillas y Manuela Saucedo, de Saltillo, quienes ya se habían consagrado a la enseñanza del catecismo entre los marginados. La hermana Guadalupe explica el nombre de la congregación.
“SOMOS MISIONERAS porque continuamos la misión de Jesús proclamando la buena noticia, el Evangelio”.
‘SOMOS GUADALUPANAS porque asumimos el proyecto de Nuestra Señora de Guadalupe de promover la dignidad de los pobres y reflejar el rostro materno de Dios”.
“SOMOS DEL ESPÍRITU SANTO por la consagración espiritual a Él y porque intentamos reencarnar el Evangelio en la riqueza de las diferentes culturas”. VN
PREGUNTITAS
¿QUÉ COMIDA LE GUSTA?- “La mexicana, especialmente las corundas de Michoacán. También el mole”.
¿COCINA?- “Sí. De hecho, todas las hermanas nos turnamos en la cocina”.
¿PRACTICA ALGÚN DEPORTE?- “Me gusta el volibol, pero me falta equipo. Camino”.
¿QUÉ LECTURAS HACE?- “Me gustan los libros del padre benedictino Anselm Gruen”.
¿QUÉ PASATIEMPOS TIENE?- “Los domingos son días libres y los dedicamos a salir en grupo, visitar a las familias que tengamos aquí y a descansar”.
Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo
11545 Gateway Blvd.
Los Ángeles, CA 90064
(424) 248-3225
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