DESDE LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO
La República Democrática del Congo, es un país de enormes contrastes y extraordinarias posibilidades. La República Democrática del Congo es el tercer país más grande de África y el cuarto más poblado.
El Congo representa una de las tragedias vivientes más grandes del mundo: su legado de guerra ha dejado 3.5 millones de muertos; 3.4 millones de personas desplazadas; 17 millones de personas con comida insuficiente; 1.3 millones de infectados de VIH, y el país de grado 167 del índice de 175 de desarrollo humano de las Naciones Unidas. Como sucede siempre en caso de guerra, los niños han sido los más afectados. Uno de cada 5 niños no llegan a la edad de 5 años; 38% sufre de mala nutrición; 50% de los niños, entre 6 y 11 años, no asisten a la escuela y miles más son víctimas y/o testigos de matanzas, abuso sexual y rapto.
Al mismo tiempo queda un poder económico interno para toda África. El Río Congo es uno de los más grandes proveedores de agua fresca en África, y algunos lugares a 12 millas de distancia, garantizando agua fresca e irrigación para los cultivos. El Congo tiene el poder para alimentar la mayor parte del continente. El Congo ha capturado el poder de su río mediante estaciones hidroeléctricas, y tiene el potencial para proporcionar electricidad a toda África. Es rico en petróleo, diamantes y otros numerosos metales. Todos esos recursos tienen gran potencial.
Pero hay causa para el optimismo: está surgiendo un nuevo sentido de identidad nacional, la gente está cansada de la guerra, ellos ahora pueden entender el dividendo de la paz que está a su alcance, y el compromiso internacional sustenta esperanza para un futuro más brillante. Las Naciones Unidas tienen una gran presencia en el Congo, y están decididas a no permitir que esta oportunidad desaparezca.
De todos esos factores esperanzadores, ninguno es más grande que la presencia y el papel de la Iglesia Católica. Aproximadamente la mitad de la gente del Congo son católicos, y la Iglesia es el único proveedor más grande de servicios humanos básicos: formación religiosa y liturgia, cuidado de la salud, educación, proyectos de desarrollo y empresas de ayuda personal. El Cardenal Frederick Etsou, arzobispo de Kinshasa, es un abogado célebre de un Congo nuevo y más brillante para toda su gente.
Elecciones libres y justas están fijadas para junio, 2005, y la Iglesia está tomando un papel principal en educar a la gente en los principios del buen ciudadano y la participación en la vida de sus comunidades y país. Otras iglesias se han unido a este esfuerzo general, ya que la formación cívica de la gente es crítica para un futuro democrático.
Como católicos americanos, nosotros deberíamos de estar muy orgullosos de la presencia de Catholic Relief Services (CRS) (Servicios de Ayuda Católica) en el Congo. CRS juega un papel vital en muchos de los proyectos de alimentos, cuidado médico y auto-ayuda en todo el país. Cuando hacemos colectas especiales para CRS, ustedes pueden estar muy seguros de que cada dólar se gasta sabiamente en esos países. Su personal es impresionante en su compromiso para ayudar a las gentes del lugar a emerger libres y prósperas. CRS ha estado envuelta en el Congo por años, y nos representa a todos eficientemente.
Tuve el privilegio de visitar una de las Villa Bondeko, donde la Iglesia cuida de los niños incapacitados de Kinshasa. Sin la más mínima ayuda del gobierno, esas Villas acogen a los deshabilitados, sordos, mentalmente enfermos y otros niños incapacitados. Fue una gran alegría verlos hacer progresos en habilidades básicas.
Una vista a la Catedral de Nuestra Señora del Congo, demostró la profunda fe y participación de los católicos en la vida de su Iglesia. Hay una gran devoción en la tumba del fallecido cardenal Malula, quien fue pionero en la promoción de los derechos humanos para todos los congoleses. La gente reza en su tumba diariamente esperando un nuevo mañana para ellos mismos y su nación. Kinshasa tiene 4 millones de católicos y la vida parroquial es vibrante dondequiera que ustedes vayan.
Es impresionante ver grupos de ministros laicos reunidos un sábado en la tarde, ensayando su papel para las Misas del domingo. La gente tiene gran orgullo de compartir su vida de fe en muchas maneras visibles.
Hay una impresionante costumbre en las parroquias congolesas: se crea ropa de colores brillantes, con la imagen y el nombre de la parroquia local. Ese material después está disponible a los feligreses, quienes hacen hermosos vestidos y camisas. Cuando celebran la Misa con los parroquianos, uno ve este vasto mar de color y símbolos de su parroquia local.
Este domingo pasado, yo concelebré Misa con el cardenal Etsou. Él y yo fuimos nombrados cardenales juntos en 1991. Ellos estaban celebrando su aniversario 45 como parroquia, y había una de esas memorables liturgias africanas. Casi todos vestían ropa multicolor creada para el aniversario, y caracterizaban una imagen de San Agustín como un africano. La Misa duró tres horas -llenas con canto, danza, saludos, presentaciones y exuberante alegría y esperanza. A mí me dieron varios regalos, ¡uno de los cuales fue una cabra viva! Ya que no puedo imaginarme siendo revisado en la aduana de LAX con una cabra viva, la doné a las hermanas que cuidan la Nunciatura Apostólica.
Aún cuando hace mucho calor, uno no se da cuenta del tiempo durante esas gozosas liturgias. Las sonrisas en el rostro de la gente, revelan su profunda fe y esperanza en un mañana mejor. Un pueblo tan pobre como el congolés ha desarrollado una profunda fe en Dios y ellos verdaderamente creen que están a punto de surgir como un país importante, compartiendo sus recursos naturales con muchos en África. VN
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