HOMILÍA DEL DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

(Alrededor de dos mil creyentes asistieron a la Misa en español del Domingo de Pascua, celebrada por el Arzobispo Gomez en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Fotografía de victor alemán).

Por MONSEÑOR JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles

¡Felices Pascuas de Resurrección para todos!

Hemos vivido juntos una vez más los días de la Semana Santa que nos han llevado a Jerusalén para la Última Cena, la Pasión y Muerte y hoy la Resurrección gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy es un día de gran alegría para la Iglesia Universal. En todo el mundo se celebra el día de la Pascua.

Un día en el que se nos descubre una vez más el plan de Dios para nuestras vidas. Podemos decir que nuestra vida empieza de nuevo en la tumba de Jesús, en el misterio que sus discípulos descubrieron en aquella primera Pascua.

Estoy seguro que notaron, escuchando el pasaje del Evangelio de hoy, que la tumba de Jesús no estaba totalmente vacía. Es verdad, Jesús no está ahí, pero había algo. El Evangelio nos dice:

“En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte.

Los lienzos estaban ahí. Los lienzos que cubrieron el cuerpo y la cabeza de Jesús crucificado. Pienso que esos lienzos nos recuerdan la humanidad de Jesús y la misericordia de Dios.

Jesús vino al mundo para mostrarnos el rostro de Dios, para revelarnos su misericordia y amor. Todo en la vida de Jesús -sus enseñanzas, sus milagros y curaciones, todo su modo de vivir- todo nos revela la misericordia divina, cuanto nos ama Dios

Este es el sentido de la Pascua. Y este año es una Pascua especial porque estamos en el Año Santo, el Jubileo de la Misericordia de Dios que el Papa Francisco ha proclamado.

Estos días he estado reflexionando como la Pascua nos confirma que la misericordia de Dios es real y que su amor es verdadero.

En su misericordia, Dios nos da vida. En su misericordia, nos perdona nuestros pecados y nos da vida. Su muerte y resurrección son la “comprobación” del amor de Dios por cada uno de nosotros.

Con su sufrimiento y muerte en la Cruz, Jesús nos muestra lo mucho que Dios quiere estar cerca de nosotros. Resucitando de entre los muertos, Jesús extiende su mano hacia nosotros, para levantarnos, para darnos un abrazo, para llevarnos y tenernos en su corazón.

Y su misericordia es liberación y salvación. Jesús rompe las cadenas del pecado y nos libera del pasado. Ya no somos prisioneros de nuestro pasado porque hemos sido resucitados de entre los muertos con Cristo, Señor Nuestro. ¡Hoy es un nuevo comienzo!

Pidamos hoy la gracia de comenzar de nuevo. De comenzar a vivir de nuevo la vida que Jesús nos ofrece con su Resurrección.

Como aquellas santas mujeres que descubrieron la tumba vacía, como los primeros apóstoles, también nosotros somos llamados a ser testigos de la resurrección. Testigos del poder de la misericordia de Dios en nuestras vidas.

La creación y la historia de la humanidad tiene sentido en la Misericordia de Dios. Y Misericordia es la misión de la Iglesia.

Cada uno de nosotros estamos llamados a ser testigos de la misericordia de Dios. Proclamando la misericordia de Dios con nuestras palabras y demostrándola con nuestras acciones.

En este Domingo de Pascua, en este Jubileo de Misericordia, hagamos de nuevo el propósito de ser el “pueblo de la misericordia”.

Tratemos de vivir, cada día, de modo que seamos una bendición para los demás. En todo lo que hacemos tratemos de ser misericordiosos con los demás como Dios es misericordioso con nosotros.

Pero hagámoslo de verdad y especialmente con quienes nos rodean. Que sepamos perdonar y comprender las debilidades de los demás. Que tengamos más paciencia con aquellos que no nos caen bien, o con quienes nos cuesta más.

La Pascua nos recuerda que caminamos en este mundo sabiendo que Dios vive. ¡Que Cristo ha resucitado! Que Jesús dio su vida por nosotros y que ahora está con nosotros todo el tiempo acompañándonos con su presencia y amistad.

Pidámosle pues que nos dé la gracia y fortaleza de vivir como Él vivió. Que podamos ver al mundo con los ojos con los cuales Él lo vio. Que aprendamos a amar al mundo como Él lo amó y lo ama.

Nuestra Madre Santísima, María, nos ha dicho que la Misericordia de Dios está presente de edad en edad, de generación en generación.

Le pedimos a Ella que interceda por nosotros para que sepamos amar como Dios nos ama, que sintamos su compasión, su perdón y cercanía.

Pidámosle a María, Madre de Misericordia y Madre nuestra que nos ayude a ser instrumentos de la Misericordia de nuestro Padre Dios en nuestro tiempo.

De nuevo, felices Pascuas de Resurrección para todos, y que el amor y la misericordia de Dios estén siempre con ustedes y con sus familias! VN

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