UNA VIDA DEDICADA A MEJORAR LA VIDA DE LOS DEMÁS
El padre Rafael Casillas Gómez encontró su vocación sacerdotal en la escuela y recuerda a los jóvenes que el sacerdocio es para valientes
Rafael Casillas Gómez nació en Mirandilla, del municipio de San Miguel el Alto, en Jalisco, México, en el seno de una familia católica. De los nueve hermanos es el único que ha dedicado su vida al sacerdocio del que dice que “es para gente atrevida que piensa que los seres humanos podemos hacer algo o mucho para mejorar la vida de los demás”.
La familia Casillas Gómez sufrió la pérdida del progenitor, asesinado en México, y de su madre, fallecida en el año 2011 a los 94 años de edad.
Estudió en escuela católica porque era la religión de su familia. “En esa zona de Jalisco, en esa época no se podía no ser católico porque probablemente te hubieran quemado con leña verde como a las brujas. La mía era una familia católica normal, no muy practicante, nada del otro mundo”, dice a VIDA NUEVA el padre Rafael.
DUDAS Y REVELACIONES
“Mi vocación comenzó en la escuela. Ya desde la primaria nos bombardeaban mucho con el privilegio enorme del sacerdocio. Iban a visitarnos sacerdotes no sólo del Seminario arquidiocesano de Guadalajara, sino también de México, los legionarios, los agustinos, etc. Cuatro compañeros habíamos ya acordado que la próxima vez que se presentara un sacerdote, nos íbamos a salir para perder la clase y platicar de algo diferente. El día en que llegó un sacerdote agustino, el padre Salvador García, promotor vocacional, nos salimos los cuatro. Sin embargo, el padre nos encontró y me dijo: ‘Quiero hablar con tus papás’, a lo que yo contesté: ‘Bueno, está bien’. Yo tendría unos 14 años. Le di la dirección, cuando llegué a mi casa, mi padre se reía y me dijo: ‘¿Tú al seminario?’. Le dije: ‘Bueno, no sé si me voy a ir, lo cierto es que el padre pidió hablar con ustedes’. ‘Sí, ya vino el padre Salvador, pero no creemos que tú te vayas al Seminario’”.
El tiempo pasó y el padre Salvador no perdía la esperanza de que Rafael se interesara en el sacerdocio, incluso le dijo que el 24 de agosto (de 1960) pasaría por él y le dio una lista de cosas que debía preparar para llevar consigo. Sin embargo, Rafael no se sentía muy convencido de viajar al Seminario y fue a “esconderse” a casa de su abuela, en un rancho.
Su madre debía informar al sacerdote que el niño no quería ir a Seminario. “Yo volví esa tarde feliz porque pensaba que me había deshecho del padre Salvador y que se habían acabado mis problemas”, relata. Sin embargo, al enterarse que el padre Salvador regresaría se enfadó con su madre:
“¿Por qué no le dijiste esto y esto y esto?”, y su madre le contestó: “Hijo, yo no te metí en esto. Es tu vida, es tu problema, tú tienes que enfrentarlo, yo no le voy a mentir al padre, yo sé que no te quieres ir, pero se lo tienes que decir tú”.
Llegó el padre y, tras buscar miles de pretextos para no irse, finalmente, medio convencido, Rafael le dijo: “Bueno, no es mala idea”.
Querétaro, donde estaba el Seminario, tiene un monumento al emperador mexicano, y Rafael siempre había querido ir a verlo, así que pensó: “Me voy a Querétaro, me voy unos quince días”. A los 15 días más o menos ya se quería regresar porque la comida era muy mala, pero se quedó.
Así empezaron los largos años de estudios. Humanidades en Querétaro y filosofía en la capital mexicana. Noviciado y teología en Navarra, España: en Monteagudo el noviciado como agustino recoleto, y en Marcilla, la teología. Aquí se ordenó de sacerdote el 29 de junio de 1972 como parte de un grupo de 22, la mayoría españoles, dos mexicanos y seis filipinos.
CAPELLÁN EN EL DISTRITO FEDERAL
Aunque tiene dos hermanos médicos, al padre Rafael nunca le gustó la medicina. Sin embargo, su primera misión como sacerdote lo llevó a ser capellán en el Centro Médico Nacional, en el Distrito Federal.
“Fui aprendiendo poco a poco; hubo cosas increíbles, experiencias muy bonitas, muy difíciles. Por ejemplo, una de ellas fue el caso de uno de los legisladores que laboraron la Constitución nacional de México quien, en cierto momento, al final de su vida, quería que un sacerdote lo visitara, pero la familia se oponía. Eran masones. Todos los médicos y enfermeras me dijeron que esa persona quería hablar con un sacerdote y pensaban que debíamos hacer algo. ‘Nosotros estamos dispuestos a inventar todo lo que sea para permitir que usted llegue’, me dijeron, y se las arreglaron para sacar a la familia del cuarto y yo pude entrar a hablar con esta persona. Nunca he visto una expresión de tanta alegría y agradecimiento cuando me vio. Cuando ya terminó de confesarse entró la hija como una fiera y me dijo que me fuera. Son experiencias que te dicen que todo para lo que te has preparado vale la pena”.
“Trabajé con cancerosos -sigue contando el padre-, con niños, con gente quemada, porque nos turnábamos. Un mes me tocaba en pediatría, otro en cancerología, otro en urología, en ginecología, en fin. Fue una experiencia positiva sumamente valiosa porque cuando una persona llega a esta etapa de saber que no hay nada que hacer, la presencia del sacerdote hace, por una parte, que el paso sea más fácil y, por otra, le ayuda a entender que es parte del proceso y que Dios sigue trabajando para que a pesar de todo la vida continúe, porque la vida no es un fracaso. Prácticamente la figura del sacerdote es insustituible a tal grado que muchos médicos nos decían que era importante que visitáramos a ciertos enfermos porque sin la ayuda nuestra no iban a salir adelante”, relata el padre Rafael sobre los casi nueve años que pasó en el hospital.
Además, aprovechó el tiempo para cumplir su misión y estudiar psicología en la UNAM, hasta que sus superiores lo enviaron a Querétaro para otra misión: la educación.
“Trabajé primero como maestro en un colegio muy grande, Fray Luis de León, luego como director en ese mismo centro. Fueron años preciosos; yo considero que fueron los más bonitos quizá porque ya había madurado bastante más y entendía mejor mi vocación y además en el terreno ése de la educación era ideal para trabajar con niños, con adolescentes. Pude aplicar mis conocimientos de psicología a través de mi trabajo con maestros, con padres, con niños, con orientación familiar, orientación psicológica, etc.”.
De ahí, tras ocho años, lo destinaron a Chihuahua, donde su ministerio cambió. Esta vez iría a una colonia muy pobre, donde ni siquiera había agua potable, drenaje ni pavimentación. En la parroquia de Jesús Crucificado su trabajo consistió en unir a la comunidad para luchar por servicios. De hecho, conversó con el gobernador y se logró la construcción de un parque en esta área con mucha drogadicción. Gracias al esfuerzo se empezó la construcción del parque, que el padre Rafael no vio culminado porque permaneció en Chihuahua sólo un año.
CALIFORNIA
Entonces vino al “Estado dorado” a visitar a una hermana que había tenido una operación. Así conoció el sur de California y aprovechó la ocasión para conversar con el padre Aubern, párroco de la parroquia de Catalina Laburé, en Torrance, quien le urgió a venirse a California. Tras conseguir el permiso de sus superiores en México para pasar un año en California, al llegar aquí el párroco le dijo que, desafortunadamente, no tenían lugar para él. Así que, para sacar provecho a su tiempo y a sugerencia de un hermano, empezó a tomar clases de inglés en El Camino College.
“En ese tiempo fui a entrevistarme con el Vicario para el clero y me dijo que necesitaba la carta de mi superior. Ese mismo día llegó la carta y lo llamé diciéndole que ya la tenía. Me dijo que en Santa Catalina no me podía quedar, pero que iba a celebrar ahí la misa en español, nada más. Sin embargo, no sólo fue la misa en español, había tanta necesidad de los hispanos que me llamaban para enfermos, comuniones, consejería, y luego comenzaron las confesiones los domingos, quinceañeras… En ese tiempo me destinaron a Santo Tomás aquí en Los Ángeles, en Pico Union, y tras algunos problemas por cumplir mi misión en dos parroquias, dejé finalmente Santa Catalina y pasé exclusivamente a Santo Tomás. Ahí estuve cuatro años y medio con el padre O’Neill, que era el párroco entonces, en una experiencia diferente a lo vivido antes. Encontré a muchos hispanos con muchos problemas y necesidades de todo tipo, económicas, espirituales, sociales, o sea gente que salió de sus países por la guerra, por problemas laborales, por falta de empleo y llegaban aquí de manera difícil. Entonces me comencé a dar cuenta qué difícil es el mundo del inmigrante”, señala.
Su siguiente misión lo llevó a pasar cinco años en Resurrección, en Boyle Heights. Recuerda que el ambiente era diferente, con gente más establecida, muchos de ellos con casa, con retos diferentes, pero obviamente los problemas humanos de drogas, pandillas, alcoholismo, violencia doméstica seguían siendo parte de su misión.
Al cabo de cinco años llegó a San José, donde permanece desde julio de 2001. “Es un trabajo a veces muy intenso; llevo 11 años solo porque no hay sacerdotes. Cuando llegué había tres, y desde que llegué yo la parroquia ha ido creciendo, además tengo la Escuela de Santa Toribio que está en Central y 16, como a una milla”.
Si bien el trabajo es arduo al ser hoy el único sacerdote, el padre Rafael se da abasto para cubrir las necesidades y nunca ha parado de trabajar en sus 40 años de sacerdocio y pide a Dios que le dé “un ratito más”.
Una de sus bendiciones -dice- es la buena salud, aunque sufrió una pequeña embolia hace unos tres años que le provocó problemas de parálisis en la mano izquierda y la pérdida parcial de la memoria.
NO ES SÓLO DECIR MISA
El padre Rafael responde a quienes piensan que los sacerdotes sólo se dedican a celebrar Misas y hacer confesiones diciendo que el aspecto de celebrar la Misa es lo mínimo. “Es la percepción que ellos tienen, pero en realidad es una vida normal. Nunca la consideré aburrida, como capellán, maestro, educador… Donde pasas más tiempo es con la gente, metido en los problemas, tratando de ayudar, de iluminar, de orientar, de traer esperanza, de generar un cambio en la vida de la gente”.
“Por otra parte -dice- creo que lo que ha hecho daño, además de todos los factores mediáticos y culturales que tenemos en contra, es el tema de los abusos de los sacerdotes a nivel mundial y sobre todo aquí en Los Ángeles. Esos casos la prensa los magnifica. Entonces el joven te comienza a ver como a un pervertido. En una ocasión alguien me preguntó si era homosexual o si estaba bien de la cabeza. Le dije que ni una cosa ni la otra”.
“Es que algunos jóvenes y adultos no conciben que los sacerdotes sean personas normales, piensan que somos pervertidos o gente anormal, por ende no hay ninguna promoción vocacional en la familias. Muchas escuelas católicas no están en manos de las religiosas, están en manos de maestros laicos que ni siquiera van a misa los domingos, que no viven su fe. Entonces, ¿qué esperas que suceda en una escuela católica cuando los maestros no viven su fe? ¿Crees que va a ver promoción vocacional en las escuelas? En mi tiempo era diferente; yo mi vocación se la debo a mi escuela. Mi padre era indiferente y mi madre era buena, pero no era muy practicante, además éramos 9 hermanos. Pero en la escuela nos educaban. Ahora ya no es eso, los medios de comunicación están en contra de la religión cristiana, católica sobre todo, los problemas de los sacerdotes se magnifican, los padres no educan a sus hijos sobre la posibilidad de la vocación sacerdotal. Así que tenemos muchos factores en contra”, explica.
CUARENTA AÑOS DE PRIVILEGIOS
“Me siento muy privilegiado porque en mis 40 años de sacerdote he tenido una experiencia amplísima, muy rica, tanto pastoralmente como en la atención a los enfermos, como desde el punto de vista educativo y nuevamente desde el punto de vista pastoral aquí con los inmigrantes. Lo que quiero hacer es darle gracias a Dios por estos 40 años y pedirle que me dé otro ratito. Espero seguir con salud y poder seguir haciendo el trabajo y, ¿por qué no?, retirarme cuando llegue el momento en que uno está demasiado cansado. Es mejor que alguien con más energía y con ideas nuevas llegue a generar a lo mejor otro tipo de ambiente y experiencias en las parroquias y comunidades”.
PREGUNTITAS
COMIDA: “Me gusta la comida española, paella, cordero, mariscos, pescados. En realidad me gustan todas las comidas, me gusta sobre todo la española y la del Medio Oriente: persa, iraní. La mexicana también, algo de la americana. De todo un poco”.
COCINA: “Sí sé cocinar y me arrepiento de no haber aprendido más. Como religioso tuve muchas cosas que aprender en España, pero no lo valoras, porque piensas que no lo vas a necesitar, pero en cierto momento surge la necesidad. Me hubiera gustado aprender más. Puedo sobrevivir, de hecho vivo solo, no tengo cocinera”.
DEPORTE: “Siempre me gustó; me gusta el soccer. Soy chiva de corazón. Practicaba el soccer; ahora camino, corro un poco, pero sobre todo camino. Natación, pues ocasionalmente porque no me gusta meterme a un club. A mí me gusta ejercitarme al aire libre. Cuando tengo oportunidad me gusta ir a la playa”.
INGLÉS: “Me defiendo, no como yo quisiera porque siempre he estado en parroquias hispanas. No he necesitado el inglés para sobrevivir. Me comunico básicamente en español”.
DÍAS LIBRES: “Miércoles normalmente. Suelo salir a caminar, a correr, al cine, a ver una obra de teatro, voy a comer con mis hermanos, con amigos y más o menos porque nunca me tomo el día completo, siempre regreso el miércoles por la tarde porque el jueves tengo algo que hacer”.
MENSAJE PARA LOS JÓVENES
“Ser sacerdote no es para gente poco inteligente, no es para gente que sólo piensa en rezar, no es para gente que considera que la vida está llena de pecados, no es para gente cobarde o con miedos. Es para gente atrevida que piensa que los seres humanos podemos hacer algo o mucho para mejorar la vida de los demás, ya sea que estés enfermo, ya sea que estés con problemas, ya sea que estés confundido, en situaciones sociales como problemas de inmigración. El sacerdote tiene cabida en todas esas áreas y nuestro campo de acción es interminable. Es una de las carreras donde nunca va a haber recesión porque siempre va a haber problemas.
Yo les diría a los jóvenes que se animen, que es una carrera para gente fuerte, decidida, valiente, inteligente, que quiere contribuir al bien de los demás; que el aspecto económico es lo de menos porque no se van a morir de hambre ni se van a hacer ricos, pero no les va a faltar nada”.
PADRE RAFAEL CASILLAS GÓMEZ
Parroquia de San José
218 E. 12th Street
Los Ángeles, CA 90015
(213)748-5394
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