MISA ESPECIAL DEL ARZOBISPO GOMEZ EN RECONOCIMIENTO DE TODOS LOS INMIGRANTES

La Misa, cuyo tema fue “En la familia de Dios todos somos ciudadanos”, incluyó oraciones especiales en diferentes idiomas e historias de inmigrantes

La Misa del Arzobispo José Gomez en reconocimiento de los inmigrantes el pasado 22 de julio, marcó el lanzamiento de una nueva iniciativa pastoral en la Arquidiócesis de Los Ángeles cuyo objetivo es profundizar el entendimiento de la fe de lo que significa ser católico y un inmigrante en la Iglesia de Los Ángeles en estos tiempos, y qué significa ser una iglesia inmigrante, una frase a menudo usada para describir la Iglesia Católica en Estados Unidos.

“Celebrando la ciudadanía en la Familia de Dios, todos somos creados iguales, con dignidad”, dijo el Arzobispo a miles de asistentes en la Misa.

Una de las asistentes fue Scarlet Kim, cuya familia es de Corea, aunque ella nació en Brasil. La joven tenía 7 años cuando se mudó con su familia a Estados Unidos. Siempre con la mira de realizar una educación universitaria, al llegar a la secundaria descubrió que ella y el resto de su familia eran indocumentados. Ahora es una estudiante a punto de transferirse a la UCLA, pero no puede conseguir un permiso de trabajo, y no podrá pagar su matriculación sin conseguir un empleo.

Ella dijo que mantiene la esperanza de que una nueva legislación le ayudará a tener una permanencia legal en su tierra adoptiva. “Estoy comprometida a contribuir a esta sociedad”, puntualizó.

Organizada por un equipo de líderes religiosos de la Arquidiócesis que colabora con la Oficina de Justicia y Paz, la Misa atrajo a más de 3 mil feligreses reunidos en la celebración de su ciudadanía como hijos de Dios.

“Somos todos la familia de Dios”, reiteró numerosas veces en su Homilía el principal celebrante, el Arzobispo José Gomez.

“Nosotros somos la familia universal de Dios”, dijo. “Una familia formada de cada raza y nación”.

Él hizo hincapié en el versículo del Evangelio que relata el día en que el corazón de Jesús se llenó de lástima ante una multitud porque “ellos eran como ovejas sin un pastor”.

“Esta es la forma en que Dios mira a cada uno de ustedes: con su corazón abierto emanando un tierno amor. Somos el rebaño que Él cuida”, dijo el Arzobispo, agregando que “todos los hombres y mujeres han sido creados exactamente igual: con dignidad”.

“No importa donde hayamos nacido; de qué nación, raza o gente nosotros provenimos”.

Aunque en la Catedral predominaron los hispanoparlantes, y la Homilía del Arzobispo fue en español e inglés, la Misa enfatizó que Estados Unidos es una nación de inmigrantes de todas partes del mundo.

“La inmigración no es sólo un asunto latino”, comentó Jaime Huerta, Director Asociado de la Oficina de Justicia y Paz. “Si realmente reflexionamos sobre esto, todos nosotros somos inmigrantes. Es lo que estamos tratando de hacerle entender a la gente, y conducirlos a pensar de una manera más profunda”.

Además de Kim, tres otros católicos dieron testimonio de su propia experiencia de inmigración. Juntas, todas estas historias formaron un mosaico de experiencias migratorias contemporáneas, y su impacto en las familias y comunidades.

Mónica Enríquez, una feligresa de St. Bridget of Sweeden en Van Nuys, habló con lágrimas en los ojos sobre su experiencia como viuda a los 27 años, y cómo su segundo matrimonio resultó tristemente afectado por la falta de documentos de su esposo. Cuando su marido regresó a México trató de rectificar su situación legal y se enteró que le tomaría de cuatro a 10 años componer su estatus migratorio. Entonces la señora Enríquez tuvo que decidir si regresaría a California sin su esposo y esperaría aquí su regreso, o alistaría a sus cuatro hijos y permanecería en México a esperar al lado de su esposo. Ella eligió esto último, y después de cuatro años, la familia pudo regresar a Estados Unidos legalmente.

“Yo estoy aquí hoy, junto con los inmigrantes de todos Los Ángeles, buscando justicia”, ella manifestó en la Misa.

Por su parte, Leo Meyer, un parroquiano de la Iglesia St. Stephen en Los Ángeles, contó una historia diferente. Siendo un alemán que vivía en lo que era Yugoslavia, él fue de las personas perseguidas por el dictador Josip Broz Tito. Pero como parte del Acta de Personas Desplazadas de 1948, él y su familia pudieron inmigrar a Estados Unidos, donde encontraron el apoyo de los feligreses de la Iglesia St. Stephen, particularmente del pastor, el padre Mathias Lani, también de origen alemán.

“En aquellos tiempos existían malos sentimientos en Estados Unidos contra los alemanes debido a la Segunda Guerra Mundial”, recordó Meyer, “pero la Iglesia nos aceptó”.

Testimonios como éstos le han dado a los asistentes una idea “de lo que significa ser un inmigrante en Los Ángeles”, dijo el Obispo Auxiliar Alexander Salazar, director de la Oficina de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Los Ángeles, en sus comentarios finales de la Misa.

Él explicó que son las parroquias que apoyan a los inmigrantes en sus nuevas comunidades.

También hizo un llamado a los creyentes para que se involucren en el asunto de inmigración. Como el Arzobispo Gomez dijo en su Homilía: “En nuestro mundo de hoy hay muchas ovejas que buscan su pastor. Necesitamos ser Jesús con la gente que ha perdido su camino… dedicarnos a aquellos que sufren, y especialmente a aquellos que sufren debido a su estatus migratorio”.

“Necesitamos ayudar a nuestra sociedad a recordar la promesa de que América es una nación de Dios, que los hombres y mujeres de cada nación conviven juntos como hermanos”, dijo el Arzobispo Gomez. “Dios cuenta con nosotros para esta misión”. VN

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