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UN TIEMPO PARA LA TERNURA Y LA HOSPITALIDAD

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

El “problema” de la inmigración no va a desaparecer porque la inmigración es más que una cuestión política. Todos los días escuchamos nuevas historias de tragedias personales y de familias que están sufriendo a causa de nuestro deficiente sistema de inmigración.

En los últimos meses, decenas de miles de niños han cruzado nuestras fronteras, enviados por sus desesperados padres, con el fin de ayudarlos a escapar de la pobreza y la violencia en sus países de origen.

La situación ha causado caos y conflicto en nuestras comunidades fronterizas y presenta un desafío humanitario a nuestra conciencia, mientras el gobierno trata de decidir qué hacer con estos jóvenes.

Aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles, tenemos varios cientos de adolescentes indocumentados en la base naval de Port Hueneme. En su mayoría proceden de Guatemala, El Salvador y Honduras.

Port Hueneme es uno de los diversos sitios que el gobierno ha establecido como refugios temporales para estos niños mientras sus casos puedan ser revisados por los tribunales de inmigración.

Nuestra Iglesia ha tratado de responder a esta situación con un espíritu de cooperación y generosidad. Hasta ahora, ha sido un poco frustrante el tratar de trabajar con las autoridades para brindar atención pastoral a estos niños, pero seguimos intentándolo.

Estos tiempos, tanto para la Iglesia como para la nación, nos llaman a dejar de lado nuestras diferencias políticas para ponernos al servicio de nuestros hermanos y hermanas necesitados.

No importa cómo hayan llegado aquí, ni lo frustrados que estemos con nuestro gobierno; no podemos olvidarnos que ellos son hijos de Dios y que también son niños. No son diferentes de nuestros hijos e hijas, de nuestras sobrinas, sobrinos o primos.

Tenemos que proteger a estos niños que están en las fronteras y evitar que caigan en manos de los traficantes de personas. Tenemos que ofrecerles orientación, calidez y ayudar a que se sientan bienvenidos. Sea como sea, tenemos que recordar que son niños inocentes que se sienten solos, están asustados y lejos de su casa, atrapados por circunstancias que ellos no crearon y que no pueden controlar.

La Iglesia está tratando de dar ejemplo, tanto en California, como en Texas y en otros lugares.

A nivel nacional, la Conferencia de los Obispos Católicos de EE.UU. ha pedido a los líderes en la Casa Blanca y en el Congreso que sean valientes y generosos al responder a este desafío.

Todos tenemos que trabajar juntos —tanto las agencias gubernamentales como las comunidades de fe— por el bien de estos niños. No podemos volver la cabeza y mirar hacia otro lado.

Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco escribió esta semana una carta fuerte que hace mención a la visita que hizo el año pasado a Lampedusa, la pequeña isla frente a Italia, que se ha convertido en una especie de “cruce de fronteras” para los africanos que buscan refugio en Europa.

Como podemos recordar, el Santo Padre eligió a Lampedusa como el primer lugar que visitaría fuera de Italia, ya como Papa. Hizo esto para poner de relieve la situación de los refugiados y de los inmigrantes de todo el mundo.

En su carta de esta semana, el Papa dijo que estos problemas están empeorando. Él oró por los inmigrantes y nos instó especialmente a los católicos a abrir nuestros corazones al sufrimiento de estas personas.

“Animo a las comunidades cristianas y a todas las personas de buena voluntad a seguir saliendo al encuentro de todos aquellos que están en necesidad y a seguir echándoles una mano, sin detenerse en los costos, sin miedo, con ternura y comprensión”, dijo el Papa.

Tenemos que afrontar el reto de la inmigración, dijo, “no con la lógica de la indiferencia, sino con la lógica de la hospitalidad y el intercambio, con el fin de proteger y promover la dignidad y la centralidad de cada ser humano”.

Esta semana, al orar unos por otros, pidamos que todos podamos encontrar el valor de preocuparnos por esta situación, para que podamos, como nos lo pide nuestro Santo Padre, salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas que sufren, especialmente los más inocentes entre nosotros.

Esta semana tenemos la bendición de tener entre nosotros las reliquias de Santo Toribio, en peregrinación por nuestra Arquidiócesis. Santo Toribio fue un sacerdote santo, amigo de los pobres, y un hombre que amaba tanto a Jesús, que estuvo dispuesto a morir por Él. Y se ha convertido en el santo patrono de aquellos que buscan refugio en nuestro país.

La peregrinación de sus reliquias concluirá con la Misa anual por la Intención de los Inmigrantes en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, el domingo 20 de julio a las 3:30 p.m.

Oremos para que Santo Toribio y Nuestra Señora de Guadalupe nos ayuden a todos a tener una mayor ternura y comprensión hacia las familias y niños inmigrantes, y especialmente hacia los jóvenes indocumentados que han llegado a nuestro país en los últimos meses.

El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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