UN SÍMBOLO DEL AMOR DEL BUEN PASTOR

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Angeles

Cuando ustedes lean este artículo esto ya va a haber pasado, pero mientras lo escribo, me estoy preparando para ir a Roma y para recibir de las manos del Santo Padre Benedicto XVI, el palio de Arzobispo Metropolitano, en una ceremonia que se realiza todos los años en la Basílica de San Pedro el 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo.

Este es un momento de gracia especial para mí.

Estoy viajando a Roma con aproximadamente 300 peregrinos de nuestra Arquidiócesis, además de mis hermanas, otros familiares y amigos. Tendremos una semana de peregrinación, en la cual llevaré conmigo todas sus intenciones, rezando en los antiguos lugares santos de nuestra fe Católica.

El palio arzobispal es un símbolo lleno de riqueza de nuestra Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.

Es una estola fabricada de lana blanca. Desde los primeros siglos, el Papa ha otorgado el palio a los arzobispos de las principales ciudades, conocidas como “metrópolis”.

La Iglesia se prepara para este evento con mucho cuidado. Cada gesto es hermoso y está lleno de simbolismo.

Los preparativos comienzan cada 21 de enero, Fiesta de Santa Inés. Inés fue una mártir del tercer siglo cuyo nombre significa “cordero”. Ella es símbolo del rebaño inocente de Dios, a quien el Buen Pastor, Cristo, ha venido a salvar. Es así que en su fiesta, el Papa bendice los corderos que proveen la lana para cada palio.

Luego, el Papa bendice cada palio personalmente antes de colocarlos al lado de la tumba de San Pedro. Este gesto simboliza la unidad de todos aquéllos que usarán el palio con el primer Papa y Obispo de Roma.

El Beato Juan Pablo II inició esta costumbre de otorgar anualmente, en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, los palios a los arzobispos metropolitanos designados durante el año anterior.

Otorgar los palios en esta solemnidad es una bella expresión de la naturaleza apostólica de la Iglesia. Es un bello signo de la identidad del Obispo como sucesor de los apóstoles en comunión con el Papa, el sucesor de San Pedro.

Al congregar a los arzobispos de todo el mundo, esta celebración nos recuerda que la Iglesia es “católica” o universal -una familia de Dios procedente de todas las naciones bajo el cielo.

Este año, cuarenta arzobispos de 30 países nos reuniremos para recibir el palio. Tres de mis hermanos de los Estados Unidos estarán allá -los nuevos arzobispos de Seattle y Oklahoma, así como mi sucesor en San Antonio.

Les pido sus oraciones por todos nosotros y por la misión de la Iglesia.

También pido que por favor recen por las intenciones de nuestro Santo Padre. Con la providencia de Dios ese día, el Papa Benedicto celebrará el 60° aniversario de su ordenación sacerdotal.

Y para mí es una gracia especial recibir el palio de sus manos en ese día.

El palio que el sucesor de San Pedro colocará sobre mis hombros, simboliza el amor de Cristo, nuestro Buen Pastor. Esto es una señal de cómo en su misericordia, Él carga sobre sus hombros a la oveja perdida y la lleva de vuelta al Padre.

Me siento muy honrado y bendecido por la responsabilidad que me ha sido confiada como su Arzobispo.

Nuestro Señor llama a sus arzobispos para ser sus pastores. Para ser la imagen viva de Jesucristo, el Buen Pastor. Para alimentar a las ovejas de Cristo con la Palabra de Dios y con el Pan de Vida.

Él llama a sus pastores para que sean en este mundo su voz y sus manos -buscando al perdido y reuniendo a todos los hermanos y hermanas para que vuelvan al redil de su Iglesia.

“Por lo tanto, el palio se convierte en el símbolo de nuestro amor a Cristo el Buen Pastor y de nuestro amar con Él”, dijo el Papa. “Se convierte en el símbolo de la vocación de amar a las personas como Él, junto a Él -a aquéllos que buscan, que tienen preguntas, que están seguros de sí mismos y también de los humildes, los sencillos y los grandes”.

Oremos mutuamente los unos por los otros.

Y pidámosle a la patrona de nuestra gran Arquidiócesis, Nuestra Señora de los Ángeles, que nos conceda todo el valor, la fuerza y la sabiduría para continuar luchando por nuestra santidad.

Al igual que los apóstoles, luchemos todos por proclamar el Evangelio y vivirlo con fidelidad y alegría. VN

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