SANTA MARÍA MAGDALENA
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Angeles
Me encanta la historia de Santa María Magdalena. Es una bella historia de cómo el amor de Dios puede cambiar vidas.
No sabemos mucho sobre ella; sólo unas cuantas líneas en la Biblia, pero que nos dicen todo lo que necesitamos saber.
Ella fue una de las mujeres que siguieron a Jesucristo y lo ayudaron en su ministerio. Estas mujeres iban de pueblo en pueblo con Él. Vieron cómo Jesús curaba a los enfermos y realizaba milagros. Escucharon su predicación y sus enseñanzas.
Jesús dijo que era el Hijo único de Dios, que había sido enviado al mundo para decir a todos que Dios nos ama.
No importa qué pecados hayamos cometido en nuestras vidas, Dios está dispuesto a perdonarnos.
Jesús nos prometió que si creemos en Él, si cambiamos nuestras vidas y si seguimos sus enseñanzas, podremos vivir con Él para siempre en el cielo.
María Magdalena creyó en su promesa.
Ella vio que Jesús era un hombre santo, que practicaba lo que enseñaba. Fue testigo de cómo Él sanaba a los enfermos y perdonaba los pecados, y sabía que tales poderes sólo podían venir de Dios.
Y ella pudo experimentar aquel poder en su propia vida.
María Magdalena estaba poseída por siete demonios, pero Jesús la liberó de todos ellos.
Jesús cambió la vida de María Magdalena de manera tal, que ella quiso ayudar a todos a que conozcan la alegría y la salvación que había experimentado.
Ella fue fiel y auténtica –incluso cuando se hizo peligroso que supieran que era de sus seguidores.
Cuando los soldados romanos arrestaron a Jesús, todos sus apóstoles y muchos de sus seguidores escaparon, pero María Magdalena no lo hizo. Ella permaneció a su lado durante su juicio y pasión.
Cuando las autoridades ejecutaron a Jesús en la cruz, María Magdalena estaba allí. Lo vio morir cruelmente por crímenes que nunca había cometido.
Cuando todo terminó, ella ayudó a bajar su cuerpo de la cruz y a prepararlo para colocarlo en la tumba.
Y al tercer día, el Primer Domingo de Pascua, María Magdalena fue la primera a ver a Jesucristo resucitado de los muertos.
Ella fue a la tumba temprano en la mañana y la encontró vacía.
Jesús se le apareció, pero ella no lo reconoció. Al principio, pensó que era simplemente el jardinero.
Pero luego, Él la llamó por su nombre: “María”. Sus ojos entonces se abrieron y ella lo reconoció. Y Jesús le dijo que fuera a contarles a los apóstoles. Así que ella fue y les dijo: “He visto al Señor”.
Hasta nuestros días recordamos a María Magdalena como la “apóstol de los apóstoles”, porque ella fue la primera en ver a Jesús resucitado y la primera en contárselo a los demás.
Al resucitar de los muertos, Jesús “probó” que todo lo que había enseñado era verdad. Y justamente porque Él resucitó, nosotros podemos conocer el amor que María Magdalena conoció.
A veces pienso que, para la gente, esto es lo más difícil de creer. Pensamos que como este mundo es tan grande, ¿es posible que Dios nos ame a cada uno?
¡Pero así es, mis amigos! Dios se preocupa de manera muy especial por ti. Él te cuida como si fueras el único en el mundo.
Jesús dijo que ningún gorrión cae del cielo sin que Dios lo sepa y cuide de él; nos dijo que nuestro Padre, con sus amorosos ojos, tiene contados cada uno de nuestros cabellos; dijo que Dios nos da a cada uno un ángel guardián.
A veces tenemos la tentación de pensar que Dios deja de amarnos porque cometemos pecados. Pero esto no es verdad.
Jesús dijo que hay alegría en el cielo cada vez que un pecador se arrepiente y se convierte. Que Dios está siempre esperando para acogernos cuando volvamos a su amor.
María Magdalena es santa porque amó a Jesús con un corazón puro. Ella es ejemplo para todos nosotros, pues como ella, podemos conocer a Jesús y ser sus discípulos.
Podemos conversar con Jesús cuando rezamos. Podemos escuchar que nos habla al leer sus palabras en el Evangelio. Podemos conocer el poder de su salvación a través del ministerio de los sacerdotes que Él nos envía en su Iglesia.
Jesús dijo: “Pidan y se les dará. Busquen y hallarán. Toquen y se les abrirá.”
Eso significa que siempre podemos pedirle a Jesús la gracia de ser mejores amigos suyos; podemos pedirle la gracia de parecernos más a Él.
Demos gracias a Santa María Magdalena, cuya fiesta hemos celebrado recientemente, por anunciarnos la buena noticia de que ella se ha encontrado con el Señor y de que nosotros lo podemos hacer también. VN
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