
UN LLAMADO DE DIOS
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles
15 de febrero de 2019
(Nota del editor: El 10 de febrero el Arzobispo Gómez inauguró la Semana Nacional del Matrimonio en Estados Unidos con una Misa especial para conmemorar el Día Mundial del Matrimonio en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Celebró también la renovación de las promesas matrimoniales de casi 40 parejas. En su homilía —de la cual esto es una adaptación— el arzobispo Gómez habló sobre el matrimonio como una vocación, como una respuesta al llamado de Jesucristo).
Dios es el autor de todo matrimonio y el matrimonio es parte de su hermoso plan para la creación. A través del amor de ustedes, que dura hasta que la muerte los separe, Dios los está llamando a compartir su misión, a renovar la faz de la tierra con su amor.
Así que hoy oramos por ustedes. Oramos para que crezcan en santidad como esposos y esposas y, de manera especial, pedimos que se fortalezcan las instituciones del matrimonio y la familia en nuestra sociedad.
El matrimonio es un acto de fe, un acto de discipulado. El matrimonio tiene como objetivo seguir a Jesús. Al contraer matrimonio, el esposo y la esposa responden al llamado personal de Jesucristo.
Jesús llama a los esposos a unir sus recorridos separados e individuales en un nuevo camino en el que Jesús los llama ahora a caminar juntos. Como ustedes saben, el matrimonio es un viaje de amor, un viaje de amistad que crece y se profundiza día con día.
El matrimonio es una vocación, es un llamado de Dios.
En la primera lectura de hoy, el Señor llama al profeta Isaías, y nos llama también a cada uno de nosotros en lo personal: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte nuestra?”.
Y todos hemos de responder, como lo hizo el profeta: “¡Aquí estoy, envíame!”.
El llamado del Señor es una invitación a compartir su misión. Él nos está enviando a todos nosotros al mundo para ser testigos de su amor.
Llevamos a cabo nuestra misión al actuar con la gracia que Él nos da. Y sabemos que Él hará grandes cosas a través de nosotros, sin importar cuáles sean nuestras debilidades y nuestras fallas.
Lo que Jesús pide de cada uno de nosotros es la fe. En el Evangelio de hoy, San Pedro está realmente frustrado. Él ha estado trabajando duro, pescando toda la noche, y no ha logrado nada.
Pero Pedro tiene fe en Jesús, él confía en Dios. Entonces, cuando Jesús le dice que vaya a aguas más profundas y que vuelva a echar sus redes, San Pedro hace exactamente lo que se le pide. No porque piense que “tiene sentido”, sino porque tiene fe en que Jesús va con él.
Siempre que permanezcamos fieles a Jesús, haciendo lo que Él nos pide, Él hará el resto. Confíen en Él, crean en su amor personal por ustedes. Manténganse fieles a la Palabra de Dios. Nunca se dejen llevar por el desaliento. ¡Él está realmente con nosotros!
Necesitamos esa confianza que tiene Pedro, la confianza de seguir remando mar adentro, de seguir profundizando en nuestro compromiso con Jesús, con la misión que Él nos da. Independientemente de lo que suceda en la vida, debemos decir como Pedro: “Pero echaré las redes, porque tú lo dices”.
Dios sabe que somos débiles, que no somos perfectos. ¡Nunca hemos de temer el llamado de Cristo! Él no nos elige porque estemos “listos” o porque tengamos grandes dones.
Es cierto que a veces sentimos que no podemos hacerlo. Isaías trató de huir de Dios. Él sentía que no era digno, que no era lo suficientemente santo como para estar en la presencia de Dios. San Pedro hizo lo mismo. Él le dijo a Jesús: “Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador”.
Esta es la hermosa verdad acerca de Dios. Él nos llama a seguirlo y a servirlo, aun cuando nunca podemos ser dignos de ello.
Jesús no nos rechaza porque seamos pecadores, ni porque seamos impuros o nos falte santidad. Más bien, se acerca a nosotros, nos habla por nuestro nombre, Nos invita a ser purificados y a compartir su santidad. Él nos invita a ser santos como Él es santo.
Jesús no nos rechaza porque seamos pecadores. Él no se aleja de nosotros porque seamos impuros o faltos de santidad. Más bien, se acerca más a nosotros. Él nos habla por nuestro nombre, nos invita a ser purificados y a compartir su santidad. Él nos invita a ser santos como Él es santo.
Si confiamos en Él y creemos en su amor, Él nos dará, a cada uno de nosotros, toda la gracia necesaria para cumplir nuestra misión en la vida.
Para nosotros, esto es imposible, ¡pero para Dios todo es posible!
Entonces, mis queridas parejas de casados, Jesús quiere hacer milagros en nuestras vidas, en los matrimonios de ustedes; esos pequeños milagros del amor cotidiano, de la bondad y de la compasión cotidianas. Así es como seguimos a Jesús; así es como renovamos el mundo en su amor.
Pidámosle a nuestra Santísima Madre María que interceda por nosotros hoy y todos los días. Ella estuvo con Jesús en la fiesta de bodas de Caná cuando Él santificó el matrimonio y lo convirtió en un sacramento.
Les pedimos a nuestra Santísima Madre y a su esposo San José, que los acompañen y guíen a ustedes, para que su amor sea cada vez más un camino divino en el que caminen juntos con Jesús. VN
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