
SACERDOTES VENEZOLANOS EN LOS ÁNGELES BUSCAN AYUDAR A SU PATRIA DE ORIGEN
El Arzobispo Gomez expresa su apoyo a iniciativas que beneficien a comunidades necesitadas de ese país
(fOTO: Algunos de los sacerdotes venezolanos que sirven a la Arquidiócesis angelina (de izquierda a derecha): Padre Alexander Hernández, Miguel Acevedo, Freddy González, Ever Quintero y Rolando Sierra. / VOA).
Por PILAR MARRERO
Hace siete meses, el Padre Miguel Acevedo era párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Caracas, desde donde no sólo podía palpar la miseria y el hambre que se vive en Venezuela, sino la tirantez política que divide a ese país.
El Padre Acevedo se encuentra ahora en Los Ángeles, donde es Pastor asociado de la Iglesia de San Pablo en Mid-City. Últimamente, él y otros sacerdotes venezolanos que sirven en la Arquidiócesis de Los Ángeles han estado considerando maneras de ayudar a los necesitados – incluyendo a sus hermanos sacerdotes – que permanecen en el país.
“En primer lugar hay algo que pueden dar todos los sacerdotes, que es la esperanza, por eso queremos tomar más iniciativas que estimulen eso”, dijo Acevedo.
“En cuanto a la población allá, sabemos muy bien cuáles son las necesidades más ingentes: atención a grupos vulnerables como ancianos, niños y embarazadas.
Acevedo es uno de varios sacerdotes de origen venezolano que han comenzado a reunirse para buscar formas de ayudar a su país de origen, sumido en una crisis política y económica sin precedentes. Otro, el Padre Carlos Villasmil, había llegado de Maracaibo, Venezuela, hace pocos meses y laboraba en la Iglesia de San Emydius, en Lynwood, pero murió el mes pasado en forma súbita.
“En principio nos motivó ayudar a los sacerdotes”, explicó el Padre Alexander Hernández, quien hace dos años pasó de ser párroco en lo que solía ser una zona privilegiada de Caracas (El Cafetal, en Santa Paula, Caracas) a ser asociado de la Iglesia Epifanía en Sur El Monte, área de Los Ángeles.
“En mi última parroquia la colecta no alcanzaba ni para comprar un bombillo. Cómo puede vivir un sacerdote que también tiene que comer”, agregó Hernández, quien da un aporte de su salario aquí para la ayuda a 150 niños desamparados en la Cota 905, un sector humilde de la Ciudad de Caracas, azotado por grave violencia y miseria.
‘Quería escuchar sus preocupaciones…’
La situación de los sacerdotes venezolanos ha atraído la atención Monseñor Gomez, quien se reunió con el pequeño grupo personalmente en el mes de mayo.
“Primero tuvimos un encuentro con el Arzobispo Gomez y luego la Arquidiócesis nos conectó con un contacto local de Catholic Relief Services (CRS) y de allí salieron algunas ideas”, dijo Acevedo. “Está la posibilidad de organizar actividades en las comunidades donde prestamos servicios y también recurrir a un fondo de la Arquidiócesis de Caracas para ayudar a los sacerdotes que están pasando gran calamidad por medio del recurso de intención de misas”.
El Arzobispo Gomez dijo que está muy preocupado por la situación en aquel país.
“Quería escuchar sus preocupaciones y cualquier información adicional que pudieran compartir, y expresarles personalmente mi atención y apoyo”, dijo el prelado.
Para dar seguimiento a ese primer encuentro, el Arzobispo Gomez propició un encuentro con un representante de Catholic Relief Services (CRS) “para que se reuniera con estos sacerdotes y les explicara cómo CRS, un servicio de los Obispos de Estados Unidos, está ofreciendo ayuda humanitaria al pueblo de Venezuela”, continuó el Arzobispo.
En esa segunda reunión, los sacerdotes charlaron con Sergio López, de CRS, una organización católica de asistencia humanitaria que ayuda en emergencias a través del mundo. El de Venezuela es uno de tres grupos de migración masiva y obligada que CRS tiene en la mira para sus programas de asistencia, a la vez que ayudan dentro de ese país por medio de Cáritas, Venezuela.
El Arzobispo también animó a los sacerdotes a que hablaran de iniciativas para ayudar a la gente de su país de origen.
Entretanto, los sacerdotes han visto a los inmigrantes venezolanos llegar a lugares de California en los que históricamente era más común encontrar a inmigrantes de otros países.
Así lo explicó el Padre Rolando Sierra, sacerdote de origen venezolano que presta servicios como Párroco asociado en las Iglesias de St. John Newman en Santa María (al norte de Santa Bárbara) y otra Iglesia cercana, Nuestra Señora de Guadalupe en Guadalupe.
Su parroquia está en un área agrícola, donde recientemente han llegado a trabajar el campo muchos inmigrantes de ese país, comenta.
“La gente viene aquí porque sabe que siempre hay trabajo, es muy duro ver a muchos paisanos que vienen con títulos universitarios y están aquí recogiendo fresa”, explicó el Padre Sierra, quien llegó de Venezuela en 2006 y está entre los que tienen más tiempo en Estados Unidos.
Cuando esos nuevos vecinos se enteran de que hay un sacerdote venezolano en la parroquia local, llegan directo a sus misas. “Vienen y me dicen, ‘soy de Maracaibo, Maracay, Mérida, Caracas, etc…’, y muchas veces quieren hablar y descargar la presión que traen de Venezuela”.
‘Podemos construir puentes…’
Como los otros sacerdotes de esa nación suramericana que ahora están fuera -y como otros muchos venezolanos -, Sierra asiste económicamente a familiares en Venezuela. En su caso, una tía le ayuda a utilizar el dinero que él manda para ofrecer lo que allá se llama una “olla solidaria” en su vieja parroquia de Maracaibo, Venezuela.
“Es una sopa que da de comer a unas cien personas por vez”, dijo el padre. “No es mucho, pero al menos pueden comer regularmente los martes, jueves y sábados”.
En la parroquia actual del Padre Sierra también se patrocina a sacerdotes venezolanos que tengan visa estadounidense para que vengan a asistir por un tiempo corto -uno o dos meses- y así reciban sus estipendios, siempre con los permisos de la diócesis local y de los obispos Venezolanos, que a veces están renuentes a darlos porque piensan que sus párrocos de van a quedar fuera del país.
Ever Quintero, pastor de dos Iglesias del Centrosur de Los Ángeles (Columbkille y Nativity), piensa que sería mucho más efectivo hacer presión para que organismos internacionales tomen posturas más fuertes respecto a la situación de Venezuela.
“Yo mismo se lo dije al Arzobispo: no es cuestión de dinero. Venezuela está en manos de una dictadura que manipula las instituciones, juega con la dignidad de las personas y mete presa a la gente y la cambia de lugar sin avisar a sus familiares”, dijo Quintero, quien salió de su país en 2005 del estado Táchira, en la zona andina, una de las zonas más golpeadas por la escasez.
A Quintero le preocupa que se desvirtúe cualquier ayuda económica que pueda mandarse a Venezuela y que el gobierno confisque los recursos o los insumos.
“El juego está trancado”, dijo Quintero usando una frase común en el juego del dominó para indicar que ya no se puede seguir adelante con la partida. “El gobierno hasta llegó a bloquear ayuda de Cáritas. No puede haber ayuda eficaz con este gobierno a cargo”.
En Venezuela, los líderes eclesiásticos e incluso algunos sacerdotes como Acevedo, han estado bajo la mira del gobierno. Si se atreven a hablar críticamente del gobierno y de la situación del país, se les aplica la llamada “Ley del Odio” y el propio Presidente o Ministerios de gobierno los llaman a “conversaciones”.
Los sacerdotes esperan encontrar alguna manera de unir fuerzas para ofrecer más ayuda.
“Siento que hay una razón por la que todos estamos aquí, en este país, en esta diócesis. Podemos construir puentes entre nuestra querida Venezuela y todo tipo de ayuda, incluida la oración, lo que hacemos constantemente”, dijo el Padre Hernández, de South El Monte. “La idea de que una Iglesia Madre puede ayudar a las Iglesias más pobres es parte de nuestra reflexión teológica, y eso es lo que podemos hacer”. VN
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