¿REALMENTE SON LOS JÓVENES LA PRIORIDAD EN NUESTRA PARROQUIA Y NUESTRA ARQUIDIÓCESIS?

Durante el mes de junio tuve la oportunidad de participar en el Curso de Verano de Pastoral Juvenil Hispana de las Diócesis de California y Nevada. Jóvenes de 13 diócesis convivieron, jugaron, rezaron, estudiaron, pero sobretodo compartieron su amor por la Iglesia y su deseo de atraer a otros jóvenes para seguir a Cristo. El tema del curso- preparado por los directores diocesanos de la Pastoral Juvenil- fue “Fe y cultura, vívela hoy”. Salí muy contento de ver a los jóvenes con tanta energía y entusiasmo y con un verdadero deseo de convertirse en evangelizadores llevando a Cristo, y encarnarlo en las realidades de los jóvenes hispanos en este país, especialmente en California y Nevada.

El tema del curso les posibilitó compartir sus experiencias en su esfuerzo de presentar a Cristo como una respuesta a la situación en que crecen y viven nuestros jóvenes, es decir encarnar a Cristo en la realidad de hoy. Somos hispanos y vivimos en una Iglesia diversa donde nos toca servir de puente entre todas las culturas y todas las edades. Se habló de la evangelización a través de los grupos juveniles, coros, retiros juveniles, pero también compartieron los esfuerzos que algunos grupos hacen para encarnar el Evangelio en las pandillas, en el mundo de los jóvenes encarcelados, en los ministerios con quinceañeras, en la pastoral universitaria, en los medios de comunicación masiva, en los grupos carismáticos, etc.

Ellos y ellas expresaron que ser joven e hispano en este momento de la historia de la Iglesia de Estados Unidos es un privilegio y una enorme responsabilidad. Las estadísticas que se estudiaron señalan que más de la mitad de los jóvenes católicos menores de 25 años son hispanos, y que esa cifra va a crecer; se dijo que en las diócesis de California y Nevada va a aumentar el número de católicos hispanos incluso al doble de los que ya son ahora, especialmente en las diócesis que forman el corredor central de California.

El estudio de los temas, la reflexión de los grupos y sobretodo el objetivo del curso nos obligaron a identificar problemas muy reales de los jóvenes hispanos en los que tenemos que trabajar para prevenirlos, como el alto número de jóvenes hispanos encarcelados. Especialmente nos llamó la atención el hecho de que las leyes de California que castigan con cadena perpetua a quien comete tres faltas (Three strikes) han afectado de modo especial a jóvenes hispanos o al número de menores de edad condenados a cadena perpetua. Nos confrontó el número de adolescentes hispanas embarazadas que es muy superior al de las jóvenes asiáticas, anglosajonas o
afroamericanas juntas. Nos asustó el bajísimo porcentaje de jóvenes hispanos que terminan estudios universitarios, lo que va unido al bajo número de profesionistas hispanos, sólo un cuatro por ciento de toda la población hispana. Nos preocupó el hecho de que muchos hispanos usan mariguana a muy corta edad y que esto va unido a los conflictos con la ley y que a muy corta edad muchos jóvenes cuentan ya con un largo historial delictivo.

Las estadísticas son muy claras e indiscutibles aunque la tarea de responder a estos problemas no corresponde solamente a los jóvenes, nos corresponde a todos. Como sociedad y como Iglesia tenemos que cambiar estas tendencias que afectan no sólo a los jóvenes sino a la sociedad, a la Iglesia y a cada una de nuestras familias.

Especialmente es responsabilidad de los adultos, si observamos que la causa más recurrente a los problemas juveniles es la crisis del matrimonio y de la familia. Muchas familias rotas, muchos jóvenes no viven con su padre biológico; falta de comunicación en muchas familias entre padres e hijos por cuestiones de gustos, intereses, al final de cuentas diferencias culturales que impiden un sano entendimiento. Y en todos estos problemas la fe, religión y Vida Sacramental juegan un papel muy importante, porque al final de cuentas también nos muestran las estadísticas que las familias integradas, con buena comunicación entre padres e hijos, que tratan de vivir una vida moralmente sana, son menos propensas a tener hijos en drogas o adolescentes embarazadas.

Este curso nos motivó a todos los que participamos, pero también nos ayudó a reconocer que la Pastoral Juvenil es una tarea pendiente en la Iglesia. Es todavía un ministerio que no tiene el apoyo que debería tener. Posiblemente la razón principal es que es un ministerio complejo, porque las realidades juveniles son muy variadas. Hay jóvenes estudiantes, obreros, empleados, algunos colaboran con los gastos de su casa; algunos incluso son una fuente importante de ingresos económicos para el sostenimiento de la familia entera. Hay jóvenes que se mueven muy bien en el mundo que habla en inglés, pero hay otros muchos que a pesar de ser bilingües prefieren ambientes con otros jóvenes hispanos. Hay jóvenes hispanos que ya no hablan español. En fin, todas estas situaciones hacen que la Pastoral Juvenil sea una tarea difícil.

Por otra parte, no contamos con personas capacitadas para asumir esta tarea en las parroquias, en los movimientos apostólicos pero especialmente en los ambientes donde viven y conviven los jóvenes. Además todavía vemos la Pastoral Juvenil separada de la pastoral familiar y de la pastoral de los movimientos apostólicos, entonces no logramos enfrentar los problemas en donde empiezan que es en el mundo de los adultos.

La complejidad de la tarea no nos justifica para no hacerla, porque atender a los jóvenes hispanos católicos es prioridad. Sin Pastoral Juvenil no puede haber pastoral vocacional, y por lo tanto, paulatinamente tendremos más problemas en motivar a los jóvenes para que opten por vocaciones de servicio como es el sacerdocio o la vida religiosa. Hay pocos sacerdotes y habrá menos sin Pastoral Juvenil de calidad. La Pastoral Juvenil es nuestra única herramienta para preparar a los jóvenes al matrimonio, ¿Dónde podemos ayudar a los jóvenes a madurar como personas y como cristianos? Sabemos que la mayor parte de la crisis de las parejas es por falta de madurez; la violencia doméstica que no sólo son golpes sino también gritos, chantajes y amenazas son expresiones crudas, evidentes de la inmadurez de las personas que deciden unirse en pareja. Pero además la Pastoral Juvenil es la puerta de entrada a otros ministerios eclesiales, pues miles de ministros laicos de la Iglesia empezaron su recorrido en la Pastoral Juvenil y fue allí donde descubrieron su deseo de servir a tiempo completo en la Iglesia.

¿POR DÓNDE EMPEZAR?

1. Yo creo que las comunidades parroquiales, es decir consejos pastorales, párrocos, líderes eclesiales, líderes carismáticos y líderes de movimientos familiares deben de invertir en formar líderes juveniles. Líderes que estén capacitados para servir en la sociedad y en la Iglesia. Todo esfuerzo de educación de nuestros jóvenes es inversión en el futuro de todos.

2. Tenemos que crear equipos que orienten, que capaciten a los padres de familia para que sepan lidiar con la educación de sus hijos, desde la infancia pero especialmente en la adolescencia. Los padres de familia tienen que tener las herramientas para establecer disciplina, respeto en la familia, tienen que conocer el sistema escolar de California para que ayuden a sus hijos a salir adelante en la escuela. Un joven que termina su colegio o universidad es un triunfo de su familia y comunidad. Loyola Marymount University proveerá entrenamiento para que jóvenes y padres de familia se capaciten en cómo acompañar y lograr el éxito académico de otros jóvenes. Esté atento para inscribirse cuando la capacitación se inicie.

3. Crear grupos juveniles hispanos en español o bilingües que acompañen a los jóvenes con una evangelización de jóvenes para jóvenes en su cultura. Cerrar grupos juveniles para hispanos con el pretexto de que todos hablan inglés ha sido un fracaso, porque ni se integran a los grupos de inglés que tienen menos jóvenes que los grupos en español, ni se les atiende en su cultura. De las casi 300 parroquias que hay en Los Ángeles quizás no llegue a 15 el número de ellas que cuentan con un encargado preparado para trabajar con jóvenes hispanos y que sea remunerado por su servicio.

4. Desde la familia tenemos que crear espacios de convivencia familiar que no necesiten alcohol o música a todo volumen. Los jóvenes aprenden lo que ven y si ese es el único modelo de convivencia ese es el que va a repetir en sus barrios y entre sus amigos.

5. Finalmente reconocer que todos podemos hacer algo por mejorar la calidad de vida de los jóvenes: Los padres de familia, creando espacios de diálogo, esforzándose por mejorar en todos los aspectos de su vida, creando hábitos sanos vida familiar como comida sana, bondad en el trato, evitar toda forma de violencia. En la parroquia atender y darle la bienvenida a los jóvenes sin juzgarlos por su modo de vestir o hablar, abrir y crear espacio donde puedan convivir y hacer deporte. Y todos hacer una verdadera conversión: si decimos que la Pastoral Juvenil es una prioridad preguntarnos con honestidad: ¿Cuántos recursos humanos y financieros invertimos en ella? VN

DR. J. ANTONIO MEDINA STHD
(562) 619- 0898
amedina1@me.com

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