ENTRE TERRASSA Y CALIFORNIA, UN UNIVERSO DE FE
La vocación religiosa del padre Manuel Sanahuja comienza en España y la traslada a Estados Unidos, educando y desarrollando programas para hispanos
A los 15 años, el catalán Manuel Sanahuja, originario de Terrassa, una ciudad entre Barcelona y Montserrat, despidió la niñez ingresando al Seminario de los padres escolapios, en una España que había empezado a curar sus heridas de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente se convertiría en el “padre Manuel”, o “padre Manolo, como muchos le dicen con cariño. Cambió de continente, idioma y costumbres, pero su vocación por el sacerdocio permaneció inalterable, con pocas dudas y muchas ganas de compartir su fe católica con quien se lo pidiese.
Su familia constituida por sus padres y 5 hermanos y hermanas vio con buenos ojos su decisión de ser sacerdote.
“Tuve una maravilla de padres católicos; personas muy comprometidas con su fe”, dice el padre Manuel. “Si bien mi familia influyó en mi carrera religiosa, más influyó que me llevaran a la Escuela de los padres escolapios, desde los 7 años hasta bachillerato, para luego ingresar al seminario de esta congregación. En aquellos tiempos, como efecto de la Guerra Civil, era lo normal que mucha gente fuera a seminarios o congregaciones religiosas”, cuenta.
El ejemplo de sus padres asistiendo a misa diaria, tomar con gran seriedad los asuntos de la Iglesia, y ver a su papá cantar con devoción los cantos gregorianos en la “escolla cantorum”, fueron factores importantes para el despertar de su vocación sacerdotal. Aunque quizás la enseñanza que recibió con los padres escolapios lo acabó de convencer. “Veía como ellos trataban a la juventud sin castigos ni miedos, y se entregaban sinceramente a su labor, y eso me gustaba”.
El padre Manuel dice que hoy es más difícil que a tan temprana edad se despierte la vocación religiosa. “Existe una oferta muy variada, mucha distracción; también para un joven de hoy la vida en celibato no es una opción tan atractiva, piensan un día encontrar a una esposa y formar una familia. Hoy día si un muchacho va a los 15 años a un seminario, yo sería el primero en decirle que no lo haga tan pronto; que espere a madurar un poco más para estar seguro de esto”.
Desde que ingresó al Seminario de los padres escolapios, confiesa no haber tenido grandes dudas sobre su vocación. “Las dudas ayudan a madurar mucho, pero en este caso no las tuve”.
Se considera afortunado de que le dieran la oportunidad de ir a seminarios diferentes a estudiar. “A mí siempre me ha gustado estudiar. Cuando ya había terminado filosofía me llevaron a Salamanca a estudiar teología, y de ahí a Estados Unidos, porque había un grupito de padres catalanes que necesitaba refuerzos”.
Entonces a los 22 emigra a tierra estadounidense, que desde entonces también la siente como su país. “Mi verdadero monasterio comienza en Estados Unidos”. Y aunque su España natal está afincada en su corazón, “cuando llego a mi patria me llaman el turista”, comenta con una sonrisa.
‘… TODO ERA MUY NUEVO Y HABÍA MÁS LIBERTAD QUE EN ESPAÑA…’
En 1965, el padre Manuel arriba a Washington DC, para dedicarse a estudiar teología. “Para mí llegar a Estados Unidos fue un cambio muy grande, sobre todo sin saber inglés. Llegamos de España 5 catalanes, y eso nos ayudó un poco, pero como todos los actos de oración se hacían en inglés, había que aprenderlo bien”.
“En España había estudiado alemán y francés, pero no inglés. Entonces me mandaron a la George Town University a unos cursos acelerados. Al semestre y medio y en verano nos llevaron a un ‘summer camp’ para trabajar con niños angloparlantes. Ya no había escapatoria, los niños me corregían y ayudaban y en septiembre del año siguiente tuve que tomar cursos regulares en la Catholic University of America, en absoluto inglés”.
En la universidad tuvo una experiencia extraordinaria. “Estudiaba teología y lo más bonito de ese tiempo es que se acababa de salir el Concilio Vaticano II, y estudiábamos los decretos como salidos recién del horno. Los profesores analizaban sus implicaciones y los cambios que se producirían. Fue alucinante la época de teología; todo era muy nuevo y había más libertad que en España para el cuestionamiento, y por lo tanto las clases eran más relevantes”, declara.
Corrían los años sesenta, y los efectos de la Guerra de Vietnam, y los movimientos sociales y culturales del país también se sentían en esa universidad católica. Había una gran apertura a otros idiomas y culturas. “Un profesor se enteró que éramos catalanes, y nos hizo grabar textos para enseñarles a sus alumnos diferentes acentos”, recuerda el padre Manuel.
En 1967, y estando en Washington DC., se ordenó de sacerdote. “Ya tenía cuatro años de teología pero me faltaba la licenciatura, porque había dedicado un año a estudiar inglés. A pesar que me faltaba un año, ya me mandaron a decir misas a un colegio de monjas. A los amigos que tenía ahí yo les pedía que me grabaran la Plegaria Eucarística, para escuchar como pronunciar bien porque la primera regla del inglés es que no hay reglas para la pronunciación”, comenta riéndose.
Estando en Washington le surgió una oportunidad inimaginable. “Sabían que había estudiado alemán, y me dejaron ir un año a Viena a perfeccionarlo, pensando que podría usarlo en alguna de las escuelas. Ahí sí me encontraba mucho más solo, tomaba cursos de alemán, y algunos de teología. Lo bueno es que escuché a grandes teólogos que sonaban mucho después del Concilio, como Joseph Ratzinger”.
Esta experiencia cultural finalizó al cabo de un año debido a que en Estados Unidos necesitaban los servicios del padre Manuel. Arribó entonces a Playa del Rey en California para enseñar clases de religión, español y latín.
“Fue muy duro enseñar en inglés. Nunca antes lo había hecho en este idioma; sólo había sido estudiante. Después del Vaticano II no todo el mundo era tan dócil, así que había cierta contestación de los alumnos; había que preparase mucho, y lo hice por unos meses, y mientras ayudaba en las parroquias”.
‘FUE MUY BONITO VER EL DESPERTAR DE LA IGLESIA HISPANA’
El número de hispanos iba creciendo, así que empezaron a solicitarlo más para misas en español. De Playa del Rey lo trasladaron a Los Ángeles en 1969, a trabajar con las parroquias hispanas.
“Mi primera parroquia fue María Auxiliadora (Mary Help of Christians) en Los Ángeles, y ahora, a mis 70 años, vuelvo para allí”, dice el padre Manuel.
“Me ofrecieron ser parte de un gran proyecto pastoral bien llevado y esto me entusiasmó más que dar clase de idiomas o religión. Me gustó más el trabajo pastoral junto con la hermana Maruja Sedano, y lo que venía con este trabajo: Biblia, catequesis… Me acuerdo que ese año sólo 20 hispanos fueron al Congreso, no había nada en español. Y en este último lo hicieron más de 20 mil. Fue muy bonito ver el despertar de la iglesia hispana”.
“He sido testigo del crecimiento de la Iglesia hispana como pocos, y comprobar el aporte de los hispanos con sus valores familiares y con una fe que es a prueba de adversidades, porque la mayoría de ellos por la cuestión inmigratoria y pobreza les toca muy duro. En este país o pierdes la fe o la fortaleces. La mayoría de los latinos mantiene su fe fuerte, sobre todo por el papel de las mujeres, abuelas, madres, que hacen que la familia se sienta unida, y la religión es importante para esto”, afirma.
Más tarde, en los años 80, también fungió de pastor en la parroquia Santa Teresita, en Ramona Gardens, “un barrio muy duro en aquel entonces donde había pandillas, y para mí fue un abrir de ojos a una situación de violencia y conflictos que desconocía. Había una pandilla muy fuerte, la ‘Big hazard’ y había muchos disparos desde los autos en movimiento. Respetaban al sacerdote, pero cuando llegaba por ejemplo el Miércoles de Ceniza, durante los primeros años todos venían, pero con el tiempo dejaban de hacerlo. Con algunos pandilleros pude tener cierto diálogo de que vinieran a la parroquia y habláramos, pero en general eran muy cerrados. Me tocó enterrar a cuatro o cinco pandilleros asesinados. Muy duro estar en un Rosario y hablar del mensaje cristiano de reconciliación y perdón, y al mismo tiempo ver que lo que ellos verdaderamente sentían era deseos de venganza por la muerte de ese miembro de la pandilla”.
“Luego hubo un caso muy serio de una señora, madre de 3 hijas, que había sido pandillera y se hizo informante de la policía. Ella vivió en mi parroquia por un tiempo, luego se mudó y al salir de su casa fue asesinada por un muchacho que acababa de salir de la cárcel. No le perdonaron que fuera informante. Esto creó un revuelo muy grande. Recuerdo que en esos tiempos tenía que casar a una pareja y la novia conocía al que mató a esta señora, y la policía dijo que se largaran porque no podría garantizarles seguridad. Y tuvimos que hacer la boda en otra parroquia en un día que nadie, excepto su familia, lo supiera. Me tocó ver todas estas cosas por 9 años”, dice.
Después de Ramona Gardens lo enviaron al Seminario diocesano. “Me pidieron que diera clases de español a seminaristas; una para los hispanos con el fin de ayudarlos a entender sus raíces y perfeccionar su español, y otra para coreanos, filipinos y vietnamitas”.
“Veían cómo iba creciendo el número de latinos y que se debían a ellos, y estaban bastante motivados. Luego también había dirección espiritual y clases de latín, que yo había hecho en Salamanca”.
‘HE CRECIDO MUCHO…’
El padre Manuel es coordinador de la Oficina de Liturgia para los hispanos, el “Culto divino”, que trata todos los asuntos relacionados con esta población, en la cual coordina formación litúrgica, entrenamientos de ministerio, etc. Los cursos de formación litúrgica convocan a una enorme cantidad de asistentes hispanohablantes.
“Enseñar es lo que me ha gustado toda la vida. Ahora es más con adultos. Mis 11 años en la Arquidiócesis de Los Ángeles han sido casi todos de formación e instrucción en la fe”, dice.
Recientemente se retiró de la Oficina de Liturgia de la Arquidiócesis para regresar a la Parroquia María Auxiliadora, pero va a seguir dando liturgia desde el De Paul Center en Montebello, el cual le ha ofrecido ser parte de su personal.
“El párroco Prudencio Rodríguez quiere seguir mejorando los servicios para hispanos. Yo le pondré 10 horas a la semana más las clases de liturgia avanzada, que es un estudio de dos años con un programa muy serio de una clase mensual de seis horas”.
“A mis 70 años he aprendido mucho; el primer beneficiado de liturgia he sido yo porque me ha obligado a leer, a estudiar mucho, a estar al tanto de todos los debates a nivel nacional, lo he tenido que vivir de una manera intensa”, afirma.
“Mi mayor satisfacción ha sido ver cómo ha ‘explotado’ el número de hispanos y sus exigencias. Tienen que meterse aún más en política. Gritar más fuerte, porque como dice el refrán, ‘el que no llora no mama’. Tengo fe que con la Reforma Migratoria la situación mejore”, aunque confiesa no estar de acuerdo con la militarización de la frontera.
El padre Manuel no piensa jubilarse, porque “el sacerdocio es una carrera para toda la vida”, afirma con visible humildad. VN
PREGUNTITAS
¿CUÁL ES SU COMIDA FAVORITA?- “Los mexicanos me enseñaron su comida que me gusta mucho. Me pasé un año sin probar el menudo porque pensé que no me iba a gustar, y empecé a probarlo y a la tercera vez ya estaba adicto; no paso un domingo sin menudo. También me gusta la comida española”.
¿COCINA?- “Muy poco, sé hacer tortilla española, de muchas variedades, y he hecho alguna paella, pero no soy un experto”.
¿QUÉ HACE EN SUS DÍAS LIBRES?- “Casi no tengo días libres. Sábado es el día de ir a las parroquias, dar liturgia, y de lunes a viernes he estado en la Arquidiócesis de Los Ángeles las 8 horas de trabajo, invirtiendo mucho tiempo en cuestiones de computadoras porque mis habilidades son muy pocas; llegué a esto muy tarde. Y el domingo celebro dos o tres misas. A veces me encuentro con amigos y vamos al cine”.
¿TOMA VACACIONES? –“Tomo normalmente una vez al año, dos semanas, y si estoy aquí ayudo con las misas del domingo. Cada dos años me dejan ir a España un mes, y disfruto mucho ver crecer a sobrinos y sobrinas. Nunca me quedaría allí, mi mentalidad está aquí y al cabo de un mes ya tengo ganas de regresar. Me descansa leer mucho y escuchar música, sobre todo clásica. Leo mucho de liturgia porque siento que en lo que enseño necesito saber más”.
¿PRACTICA DEPORTES?- “Poco, aunque ahora camino mucho. Me gusta mucho ver futbol, soy del Barcelona. Me gusta ver el futbol de alto nivel. En una época hice mucha bicicleta, incluso me fui al Mt. Wilson más de una vez. Pero ya he perdido mucho de esto. Por 15 años tuve una motocicleta y disfruté mucho, casi siempre iba solo pero en una ocasión con un sacerdote nos hicimos un viaje al Cañón del Colorado y a siete parques nacionales. Me gustaba también ir en motocicleta a Alburquerque a visitar a unos amigos en el verano”.
¿COLECCIONA ALGO?- “Colecciono linternas, me fascinan esas linternas que con un envase pequeño dan mucha luz. En un tiempo iba de camping y las usaba mucho”.
¿QUÉ MENSAJE LE DARÍA A LOS JÓVENES?- “Les diría: Si sabes vibrar para meterte en el campo de la salud con una carrera como medicina, por ejemplo, o abogacía, para meterte a ser un defensor de causas, por qué no te metes en Jesucristo y su Reino, para vibrar con una causa que también vale la pena. Por qué no puede entusiasmarte predicar al Cristo que has encontrado. A un joven que quiere ser sacerdote le digo: Prepárate a crecer. Y lo que se espera del sacerdote es una muy buena oportunidad para hacerlo”.
PARROQUIA MARÍA AUXILIADORA
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Teléfono: (323) 223 -4153
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