POLVO Y DESTINO

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Ángeles

23 feb. 2012

Nosotros comenzamos cada Cuaresma bajo el humilde signo de las cenizas que simbolizan polvo:

¡Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás!

La Cuaresma nos recuerda que la vida es breve. Estamos aquí en esta tierra solo por un poco de tiempo. Un día nuestros cuerpos mortales volverán al polvo.

Nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI también señala en su mensaje de Cuaresma para este año: “El tiempo que se nos otorga en esta vida es precioso para discernir y realizar buenas obras en el amor de Dios.”

Nuestra vida puede ser corta. Pero nosotros estamos llamados a llenar nuestras vidas con sentido y belleza a través de nuestra fidelidad y amor a Jesús y nuestra caridad y preocupación por los demás.

El amor por otros es el corazón de nuestra vida juntos en la Iglesia y en la sociedad más amplia. Tenemos que apoyarnos unos a otros. Tenemos que pensar más allá de nuestras propias necesidades para anticipar las necesidades de nuestros hermanos y hermanas.

Nuestra cultura parece estar perdiendo su sentido de causa común y mutua preocupación. La gente parece más aislada, buscando más por ellos mismos.

Yo creo que el problema es que nuestra sociedad está perdiendo un sentido de paternidad de Dios y un sentido de su cuidado y guía de la creación.

Muchos de nuestros prójimos van por la vida como si Dios no existiera. No son hostiles a Dios. Es más como si ellos se hubieran olvidado de él. Dios no es un factor en lo que ellos piensan, o cómo hacen decisiones, o qué hacen durante el transcurso del día.

Esta indiferencia, una especie de ateísmo práctico, tiene profundas consecuencias para nuestra sociedad.

El sentimiento en declive por Dios, naturalmente conduce a un sentimiento decadente hacia los otros seres humanos. Si nosotros no creemos que Dios es nuestro Padre, nosotros tampoco vamos a creer que nuestros prójimos son nuestros hermanos y hermanas.

Esta es una razón de por qué en la Cuaresma necesitamos esta anual “revisión de la realidad”. Estar preocupados por otros, estar movidos a ayudarles mediante el amor y las buenas obras, necesitamos crecer en santidad. Y por eso, necesitamos saber “quiénes somos”.

Cuando escuchamos esas palabras, “Recuerda que polvo eres,” queremos significar la escena bíblica de la creación. Esas palabras nos llevan al momento en que Dios creó el primer hombre del polvo de la tierra, y sopló el Espíritu de vida en él. Nosotros recordamos que la persona humana, cada hombre y cada mujer, es creada a imagen y semejanza de Dios.

Pero nosotros también recordamos el pecado original de nuestros primeros padres humanos.

El pecado original desfiguró y desordenó la divina imagen de la persona humana y condujo a Dios a hablar esas tristes palabras que escuchamos el Miércoles de Ceniza: “Tú eres polvo y al polvo volverás.”

Pero esas palabras nos señalan la promesa de esperanza: que la humanidad resucitará del polvo para alcanzar el destino divino que Dios pretendía.

El polvo no es nuestro destino y la muerte no es el destino final de nuestra vida. La jornada que comenzamos el Miércoles de Ceniza termina el Domingo de Pascua. El polvo de la muerte abre el camino al torrente de luz que emana de la tumba vacía de Jesús.

Es por esto que la Cuaresma es una temporada de esperanza. Porque Dios envía a su único Hijo, quien es la verdadera imagen de Dios en condición humana.

Jesús restauró la imagen divina dañada por el pecado, a través de su obediente sufrimiento y muerte en la cruz.

Así que en Jesús, que vivió una vida humana perfecta, vemos la hermosa verdad de nuestra vida y la verdadera vocación que tiene cada uno de nosotros.

Jesús nos muestra “quiénes somos”. Nos muestra que nosotros somos hijos de Dios, nacidos del amor del Padre. Nosotros nacemos del amor y para ser amados. Y nosotros hacemos eso amando como Jesús amó.

La dirección y el propósito de nuestra vida es llegar a ser más y más como Jesús, a través de la gracia de Dios y nuestro deseo de santidad. El Catecismo de la Iglesia Católica lo pone hermosamente: “La vocación de la humanidad es mostrar la imagen de Dios y ser transformados en la imagen del único Hijo del Padre” (CIC, núm. 1877).

Oremos unos por otros otra vez esta semana. Oremos para que podamos usar este tiempo de Cuaresma sabiamente para crecer en nuestra imitación de Jesucristo, quien es la imagen perfecta de Dios y la imagen perfecta de la persona humana.

Y pidamos a Nuestra Santísima Madre María que nos ayude a crecer en nuestro amor y fidelidad a su Hijo, y a servir a otros como él sirvió, en todo caridad y obras buenas.

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