OSVALDO ROVAL: PRIMERO ME LLAMARON ‘EL SEÑOR DEL TANGO’ Y AHORA ME LLAMAN ‘LA LEYENDA DEL TANGO’
La historia del Maestro Osvaldo Roval que hoy día luce unos robustos 85 años, es muy especial. “Soy aventurero y por eso me vine a Estados Unidos, mi esposa quería venir porque unos tíos de ella nos invitaron. En el momento que le dije: ‘Sí, ¡nos vamos!’, me salieron muchas oportunidades de trabajo, fama y fortuna en Argentina, pero ya la decisión de venir estaba tomada y aquí llegamos. A mí me gustó enormemente esta cuidad, como si hubiera vivido siempre aquí. En cambio mi esposa lloró como durante un año, no se acostumbraba”.
Con su melodiosa voz y acento argentino nos cuenta sus comienzos como inmigrante: “Empecé trabajando como vendedor de autos y como ayudante de carpintería, pero a los 6 meses me entró un desesperación por cantar, que agarré un saquito cruzado que tenía y me fui a caminar por el centro. Busqué un lugar del que me habían hablado en la calle Siete con Alvarado, no sabía inglés, parece que no había hispanos en ninguna parte, pero finalmente llegué a ese club. Esa noche tocaba la orquesta “La Sonera México de Rafael Martínez”, y les pedí que me dejaran cantar. Cuando sujeté el micrófono mucha gente se acercó a escucharme, canté algunos boleros y no querían que me fuera. Cuando ya era hora de regresar a mi casa, el dueño me dijo que me quedara cantando, y ahí me quedé por 10 años. Luego tuve la oportunidad de tener el primer programa musical en vivo de la cuidad de Los Ángeles, en el canal 40 de Televisión”. Recordando con picardía y una carcajada, como si fuera una gran aventura que jamás se vuelve a repetir, dice: “Nosotros hacíamos el programa en vivo desde un garaje”. Y continúa recordando sus momentos de triunfo gracias a su talento que jamás abandonó: “Un tiempo después me invitaron a Madrid a grabar un disco con la orquesta sinfónica de España y me gustó mucho trabajar con ellos”.
El maestro grabó discos de bolero en España y de tango en Argentina y Estados Unidos. Explica que “primero me llamaron ‘El señor del Tango’, luego ‘El Pionero del Tango’, después ‘El Maestro del tango’, y ahora me llaman ‘La Leyenda del Tango’”. Sonriendo, acentuando sus grandes labios y sus pobladas cejas, dice: “Es que son muchos años. ¡Tengo 85!”.
A pesar de tener Parkinson, Roval goza de buena salud y una memoria prodigiosa. ¿Su secreto? “Me pongo de cabeza en una mesa de inversión, a veces ando en bicicleta y como de todo, además creo que la música es sanadora”.
SUS MÚLTIPLES TALENTOS
La vida del Maestro transcurre con sus estudiantes que provienen de todas partes del continente, entran y salen de su estudio musical en Rosemead, California, uno tras otro, como si fuera una peregrinación. “Somos un grupo muy lindo; somos amigos del maestro, pero al atravesar la puerta del estudio somos sus estudiantes, y él se pone muy estricto con nosotros”, dice George Quenn, un empresario argentino que lleva 25 años como pupilo de Roval y dice admirarlo profundamente.
Roval cuenta que en los años 70 formó “El Colegio de Arte Dramático de Los Ángeles”, una escuela para jóvenes en el centro angelino. Allí enseñó durante15 años. “Fui director artístico y también enseñaba canto. Hasta que la zona se deterioró; muchos robos y atracos; la gente tomaba licor. Los estudiantes no tenía dinero para pagar las clases y muchos dejaron de venir a estudiar. Nosotros queríamos rescatar a los muchachos de la calle y enseñarles gratis a cantar, así lo hicimos por mucho tiempo y vimos a muchos jóvenes salir adelante”.
Calcula que ha dado clase a más de 500 estudiantes de todas las razas y condiciones, salvadoreños, mexicanos, suramericanos. Entre ellos la famosa cantante Maricela.
Además del trabajo con los jóvenes del Surcentro de Los Ángeles, el Maestro Roval trabajó de la mano con la policía angelina. “Traíamos artistas de México y yo organizaba unas obras de teatro con un mensaje lindo para la comunidad. La policía quería comunicarse con la gente y se consolidó una hermosa relación entre las autoridades y la comunidad del Este de Los Ángeles”.
Innumerables galardones, premios, reconocimientos, diplomas y variadas fotografías decoran las paredes del estudio musical donde el maestro recibe a sus alumnos. Podemos verlo con Cantinflas, María Félix y Juan Gabriel, cuando éste apenas tenía 16 años. Ha sido jurado en El Festival OTI de la Canción y participa en eventos de tango a lo largo y ancho de la ciudad. Mirando una de las fotografías, dice: “Nunca me dediqué a hacer plata pero nunca me faltó para comer”.
Vemos que tiene dos diplomas en la pared, arriba del piano. Descubrimos que además de cantar, tiene una maestría en iriología; al ver el iris del ojo de las personas él puede detectar problemas de salud, y tiene un doctorado en Neuropatía; con remedios de la naturaleza puede ayudar a curar a la gente. “Así fue como curé a mi esposa, quien estuvo muy delicada de salud y un derrame cerebral la dejó en silla de ruedas, sin esperanza de que caminara. Me dediqué a cuidarla y a darle remedios naturales y logré que caminara. Algunos años después falleció, como han fallecido muchas personas que he querido, entre ellas mi propio hijo”.
Cuando le preguntamos a Roval qué opina de la muerte, dice: “Es una bendición de Dios; es un momento de irse a descansar”.
La personalidad dulce del maestro, mezclada con su gran sentido del humor, sus amenas historias y su magnífica voz hacen que las horas en su estudio fluyan como las notas de una canción.
Actualmente vive con su perrita; el Maestro la llama “Tiny Roval”, quien no lo desampara y parece que tiene un sentido especial del tiempo, porque cuando ya se cumplió una hora comenzó a ladrar. El maestro se disculpa y explica que siempre hace lo mismo, no se sabe por qué, pero ella avisa que ya es hora de que entre la siguiente persona. Entonces Roval le pide que se calle. El gran maestro se pone de pie y empieza a cantar a capela el Ave María de Franz Schubert, y con esta hermosa melodía despide a VIDA NUEVA para que George empiece su clase de canto.
VN
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