LOS REQUISITOS PARA EL SUEÑO DE JÓVENES INDOCUMENTADOS CABEN EN UN ARCHIVADOR

Washington.- Miles de estudiantes indocumentados se movieron hoy por sus ciudades con su archivador de “dreamer” (soñador) bajo el brazo: no llevaban apuntes para estudiar, sino los documentos requeridos para regularizar su situación en el país.

“Este archivador simboliza el futuro y la esperanza de que algún día podré ser una ciudadana real en el país que siento mío”, explicó Nathaly Uribe, de 17 años, y que llegó a Estados Unidos cuando tan solo tenía dos. “Ni me acuerdo de Chile”, justifica.

Decenas de miles de estudiantes indocumentados (“dreamers”) acudieron hoy a entidades civiles que ofrecen asesoramiento para inscribirse en la acción diferida, la medida que suspenderá por al menos dos años la deportación de más de un millón de estudiantes indocumentados y que puede pedirse desde hoy a las autoridades.

También decenas de miles de archivadores pasaron sin cesar por estas entidades, donde comprobaban la documentación requerida pero también detectaban las primeras sombras de la histórica medida.

“Tenemos miedo de que la urgencia y la emoción que se está viviendo ahorita lleve a la explotación de la gente por parte de algunos abogados”, alertó George Escobar, director de servicios de Casa de Maryland, una entidad sin afán de lucro.

Su entidad y otras asociaciones del área de Washington han descubierto que algunas empresas jurídicas están cobrando entre 500 y 2.500 dólares por tramitar la documentación, mientras que las asociaciones civiles lo están ofreciendo por menos de 50 dólares o incluso sin coste alguno.

La asesora legal de la entidad Carecen, Andrea Rodríguez, también aseguró que algunas familias tendrán dificultades para afrontar los 465 dólares adicionales que se deberá pagar al Gobierno por cada solicitud de amnistía. “Esperábamos tarifas oficiales que no superaran los cincuenta dólares”, lamentó.

Algunas familias pagarán por duplicado, como la de las hermanas María, de 17 años, y Mireia, de 15, originarias de El Salvador.

“Llegué al país con 10 años”, cuenta la mayor, que quiere empezar en un año sus estudios para ser criminóloga y ve esta oportunidad como una mejora de su calidad de vida.

Recuerda empequeñecer en clase tan solo unos meses atrás cuando se organizó el viaje de final de curso a las Bahamas: “Me quedé ahí solita y sin decir nada porque solo mis mejores amigas saben que no tengo papeles y que no puedo salir del país”.

“Vivíamos con el miedo de ser deportadas y yo en El Salvador no conozco a nadie”, exclamó su hermana, Mireia.

La apertura hoy del plazo de solicitudes enfrentó también a los jóvenes indocumentados con su pasado y con ese nítido recuerdo del día en que descubrieron que no eran uno más en clase.

“A los 15 años mis amigos ya empezaban a tener clases de manejo y no entendía por qué yo no, hasta que mi madre me dijo que no teníamos papeles”, rememora Stephanie, de 19 años, carpeta verde esperanza en mano.

La joven, que vive cerca de Washington, ingresará este curso a la universidad para estudiar Administración de Empresas y cumplir su sueño de “llevar la contabilidad de la empresa familiar”.

Para muchos jóvenes como el argentino Carlos, de 20 años, conseguir la amnistía le permitirá visitar el país de su familia.

Carlos trabaja, pero la idea de regularizar su situación le da “fuerzas para volver a estudiar, conseguir un buen trabajo para poder pagar la universidad, becas que hasta ahora no podíamos pedir y precios más asequibles que los que tenemos los indocumentados”.

En la sede de Carecen, Catherine, de 21 años, está más angustiada: “Tengo dudas porque yo entré a los 16 años y piden haber llegado a los 15 como máximo”, cuenta esta joven con su hija de pocos años en brazos.

“Pero tenemos muchos familiares que sí cumplen todos los requisitos para ser elegidos. Y si yo tengo suerte y me lo aceptan, mi trabajo será más seguro y el futuro de mi hija mucho mejor”, sueña en voz alta esta “soñadora”. VN

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