<!--:es-->“…LA VIRGENCITA MORENA SIGUE SIENDO NUESTRA BANDERA EN LAS LUCHAS CONTRA LA INJUSTICIA…”<!--:-->

“…LA VIRGENCITA MORENA SIGUE SIENDO NUESTRA BANDERA EN LAS LUCHAS CONTRA LA INJUSTICIA…”

Homilía de Nuestra Señora de Guadalupe Stockton: 5 de diciembre 2010 Los Angeles: 12 de diciembre 2010

“Aclame al Señor la tierra entera, canten a la Gloria de su nombre”, con esta palabras nos reunimos a celebrar la fiesta de la Virgen de Guadalupe. En ella reconocemos el amor de nuestro Padre Dios que nunca nos abandona sino que nos conoce personalmente, nos cuida, nos protege, nos acompaña y nos da la fuerza para seguir luchando con esperanza. Así como vio y escuchó el dolor de su pueblo Israel e intervino en su favor, Dios quiso socorrer a su pueblo de este continente americano enviado a Santa María de Guadalupe.

¡Aclamemos al Señor y cantemos gloria a su nombre, porque Él sigue estando cerca de nosotros! Dios nos acompaña en nuestras luchas y anhelos. La imagen de la Virgen de Guadalupe es nuestra bandera. Así lo fue en las manos del Cura Hidalgo hace 200 años cuando los mexicanos lucharon por su libertad, así lo fue en las manos de César Chávez aquí en California cuando luchábamos por los derechos de los campesinos. La Virgencita Morena sigue siendo nuestra bandera en las luchas contra injusticia. Está aquí ahora presente en estos tiempos de incertidumbre y de desesperanza. De manera especial, se encuentra muy cerca de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes que a pesar de contribuir con su trabajo y creatividad al engrandecimiento de nuestra gran nación son tratados como criminales y son hechos chivos expiatorios de los males de la sociedad.

Aquí está María de Guadalupe nuestra Madre, ella está con nosotros en este momento de tristeza y dolor para ayudarnos a encontrar la unidad en la fe y el apoyo en la solidaridad de los hermanos y hermanas. Las lecturas que hemos escuchado nos presentan a nuestra madre como el ejemplo y nos señalan la senda para nuestro caminar.

La primera lectura nos habla de la sabiduría. Es un don de Dios por el cual se discierne lo que es bueno y lo que es malo. La sabiduría no es sólo un don que ilumina la consciencia de cada persona para hacer el bien y buscar maneras y caminos creativos para que la comunidad siga las sendas de Dios y no los intereses y egoísmos humanos; sino también un regalo de Dios a los pueblos y a las naciones para que se desarrollen en la búsqueda del bien común y en la defensa de los débiles. María de Guadalupe es reflejo de esa sabiduría de Dios que se entrega a su pueblo para que practique la justicia.

En la segunda lectura San Pablo anuncia a los Gálatas esta gran noticia de parte de Dios: la mentalidad griega esclavista y discriminatoria así como la idea judía de un solo pueblo elegido han sido superadas por la Buena Noticia de Jesús quien nos anuncia que todos somos iguales delante de Dios. En adelante no hay esclavo ni libre, no hay ciudadanos de primera y de segunda clase, no hay privilegiado por razón de raza o de color, no hay personas superiores por criterios legales. Jesús, el Hijo de Dios, nacido de una mujer, nacido bajo la ley nos enseña que ya no somos esclavos sino hijos y como hijos somos herederos de los bienes de Dios.

¿Cómo mostrar la enseñanza de estas lecturas a tantos hombres y mujeres que en nombre de Dios persiguen y atacan a sus hermanos inmigrantes, incluso, hermanos en la fe?

Nuestra Santísima Madre del cielo, nos dice el evangelista Lucas, también entendió con claridad este mensaje ya presente en las Escrituras antiguas pero actualizado y hecho vida en la persona de su Hijo. En la narración de la visita a su prima Santa Isabel podemos notar estos gestos de fidelidad a las Escrituras en la vida cotidiana, veamos algunos ejemplos:

Ella “corre presurosa a la casa de su prima”, este es un gesto de disponibilidad para ayudar al necesitado, para hacer presente el amor de Dios;
“El niño salta en su vientre” nos recuerda la felicidad de los pobres anunciada por los profetas ante el cumplimiento de las promesas de Dios.

“Bendita tú entre las mujeres” nos recuerda como en Jesús se ha superado el machismo de la cultura antigua que excluía a las mujeres del protagonismo en las cosas religiosas. María y su prima Isabel son bienaventuradas, es decir, son las que cumplen el proyecto de Dios anunciado en el sermón de la montaña “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”.

“Se ha fijado en la humildad de su sierva” nos habla de cómo María se identifica con los últimos de la fila, con aquellos que son los criados de la sociedad.

El evangelista Lucas fue testigo de una sociedad muy desigual, con miles de personas en situaciones de extrema pobreza y unos pocos con abundancia de riquezas. Delante de esa sociedad la Buena Nueva, en el cántico de María, denuncia el modelo injusto como contrario a la voluntad de Dios con frases como:

“…dispersa a los soberbios de sus planes, derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos”

En este día, que celebramos la fiesta de nuestra madre del cielo, queremos afirmar que este anhelo de justicia, que aparece en estos textos bíblicos, sigue siendo el anhelo de justicia de la Iglesia. Hoy somos testigos, de nuevo, de la injusticia y de la falta de solidaridad con las que se rigen las actuales relaciones sociales.

Cada día aumentan de manera alarmante las familias separadas y los padres de familia que no pueden vivir con sus hijos porque nunca tuvieron la oportunidad de arreglar su situación migratoria. Los problemas psicológicos por el sentimiento de abandono que experimentan miles de niños ciudadanos, clama al cielo. Problemas de conducta, de adaptación, incluso de control de sus funciones básicas, van en aumento por la pérdida incomprensible del padre o de la madre.

Las noticias nos han mostrado además la deportación de miles de menores inmigrantes que son deportados sin la compañía de un adulto. Cada mes miles de niños son abandonados en ciudades fronterizas sin que un familiar adulto pueda hacerse responsable de su cuidado inmediato. El estricto cumplimento de la ley civil atenta contra los derechos humanos. No podemos afirmar la ley negando los derechos humanos fundamentales.

Quizás muchos cristianos se preguntan, por qué los obispos de esta gran nación nos hemos hecho solidarios con el pueblo inmigrante. Muchos católicos no entienden esta determinación de los obispos. Y yo quiero dar una respuesta.

La defensa de los derechos humanos, la protección de los derechos de las familias, la defensa de los aún no nacidos, el cuidado de los niños y la atención de las necesidades de los trabajadores inmigrantes, especialmente los campesinos, han sido mis prioridades pastorales. No he visto este compromiso sólo como una intuición personal, sino como una exigencia del evangelio, postura de la Iglesia y como una consecuencia de mi devoción y de amor a María la madre de Jesús.

La construcción de una sociedad justa, basada en el respeto a la dignidad del ser humano que sabe ser solidaria y subsidiaria en la búsqueda del bien común y que defiende a los débiles, es la base de la Moral social que la Iglesia ofrece a los gobiernos y que nosotros como obispos presentamos a nuestras propias comunidades.

En mi camino como servidor y pastor de la comunidad, me he encontrado con hombres y mujeres que también han encontrado en su fe un motivo para comprometerse con la justicia. Me he sentido muy honrado de caminar con César Chávez y muchos otros líderes aquí en California luchando por los derechos de todos los trabajadores en cualquier trabajo. Me he sentido muy apoyado por mis hermanos obispos de todo el país y del mundo quienes comparten conmigo este anhelo de justicia y de paz.

Y el pueblo inmigrante, el pueblo fiel, ha sabido agradecer este gesto de amor de su obispo y me han apoyado y comprendido en los momentos más difíciles de mi ministerio. El pueblo católico inmigrante ha sido un pueblo respetuoso y generoso. Y yo me siento muy agradecido porque han estado conmigo, y hoy están conmigo. Mi ministerio como Arzobispo de Los Ángeles está próximo a terminar, pero no mi amor ni mi compromiso con su causa. Yo soy parte de ustedes y ustedes son mi pueblo. Ustedes me adoptaron y yo los hice parte de mi vida y de mi vocación. Que el Señor los bendiga y que nuestra Madre de Guadalupe siga protegiéndonos a todos con su manto de amor.

Juntos con Santa María de Guadalupe, ¡aclamemos al Señor y cantemos gloria a su nombre!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!
¡Viva la Iglesia de (Los Ángeles / Stockton)! ¡Viva Cristo Rey!
¡Viva San Juan Diego!

Amén!
VN

Share