“MIS HIJOS UNIDOS”
El camino de la Misión y Esperanza a la Gran Celebración Mariana en honor de Nuestra Señora de Guadalupe.
El mes de diciembre es un mes lleno de muchas celebraciones y festejos familiares. Antes de finalizar el año civil tenemos la oportunidad de reunirnos en familia y hacer un balance de lo bueno y lo no tan bueno que nos pudo haber pasado en este 2010. Pero también, dentro del año litúrgico (tiempo de celebraciones de nuestra fe), tenemos muchas oportunidades para festejar por lo mucho que Dios nos ha bendecido y lo sigue haciendo a cada uno de nosotros. Entre estas fiestas tenemos la Gran Celebración Mariana en honor de Nuestra Señora de Guadalupe.
En particular, este año la Procesión y Misa Guadalupana del Este de Los Angeles tendrá un toque distinto, estará llena de muchas emociones y expectativas que nos iluminarán para recibir con gran gozo a nuestro próximo Pastor de la Arquidiócesis de Los Angeles, el Arzobispo José Gomez, junto con él, oraremos y nos encomendaremos a Dios a través de Nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe.
La Procesión y Misa Guadalupana en este 2010 llevan como lema: “Mis Hijos Unidos”, frase que evoca el deseo de Dios para su pueblo y la gran esperanza que todos tenemos de que esto se logre poco a poco.
Qué difícil es la unidad cuando muchas cosas están fracturadas, cuando muchas familias se encuentran divididas, cuando no entendemos el mensaje y sentido cristiano de la unidad. Si recordamos, antes de su muerte Jesús ora intensamente a Dios para pedir sobre sus hermanos el don de la unidad. La integración de fuerzas y cumplimiento de la misión de evangelizar ante cualquier otra cosa. Pero esto no es nada sencillo. Es difícil mas no imposible conseguir la unidad como hijos de Dios. Pero quién mejor que María nuestra Madre para ayudarnos a comprender esta gran tarea que tenemos dentro y fuera de la Iglesia.
En María vemos con claridad que la unión no es sólo un deseo. Ella desde el principio de la Iglesia se mantiene adelante de sus hijos y los invita a no darse por vencidos (recordemos Pentecostés). En otros momentos de nuestra historia vemos una vez más la intervención de Maria a favor de sus hijos y nos encontramos con un hecho precioso como el de Guadalupe, momento que cambió la historia de dos pueblos hermanos totalmente divididos.
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe y su mensaje vienen a nosotros a ser en estos momentos un mensaje de esperanza, paz y unidad. Quién no conoce mejor a sus hijos que una buena Madre. Pues precisamente en esta actitud de reconciliación y de unidad es que podemos actualizar el mensaje guadalupano para hoy día.
Permítanme contarle una experiencia que hace unos días viví: caminando de la Rectoría de la parroquia hacia la oficina, me detuve un poco en la capilla. En su silencio mis ojos voltearon hacia una imagen de María de Guadalupe que se encuentra casi a la entrada. A los pies de la imagen estaba un pequeño papel con algo escrito que decía: “A quién lea este papel le encomiendo a mi hijo que va ser llevado a la corte, les suplico una oración para que todo resulte para el bien de mi hijo”. Después de leerlo, no pude dejar de pensar en el amor tan grande de esa madre para con su hijo y cómo ese amor la lleva a actuar de una manera tan sencilla, pero tal esperanza de que alguien se una a su plegaria y le ayude. Por lo general, cuando un hijo no está bien una buena madre nunca pide algo para ella misma sino que busca ayudar a su hijo. Esto es lo que pude reflexionar por medio de aquel momento en la capilla y ello me lleva a María, la Madre de Jesús y de la Iglesia. Qué amor tan grande el de la Madre que se presenta a sus hijos y les pide la unión, lo que ella pide y quiere es: SUS HIJOS UNIDOS.
Las celebraciones en honor a la Virgen María de Guadalupe en este año nos deben llevar a un compromiso con los demás, que refleje el poder de la fe y la confianza en un cambio de vida para todos los hijos e hijas de Dios. Después de casi un año civil con mucho desempleo, recorte de presupuestos a proyectos y obras de salud y de escuelas públicas; negación y olvido de solicitudes de reformas migratorias justas, violencia social y familiar; el mensaje de Nuestra Madre es: que sus hijos debemos permanecer unidos, de pie, en lucha, con esperanza, intentando siempre oponernos a lo que atenta y daña nuestra dignidad como hijos de Dios.
Las grandes preguntas ahora vienen a ser: ¿cómo voy a celebrar las fiestas guadalupanas este diciembre de 2010? ¿Con gratitud y fe, con alegría y entusiasmo? ¿Qué cambios debo promover impulsado por mi fe? ¿Qué obstáculos debo superar para expresar una fe viva en Dios y lo que Él me pide?
Celebrar es actualizar un momento importante, es volverlo a vivir. A usted que tiene la oportunidad de leer este artículo quiero invitarle a que una su fe a la acción de hacer algo este año a favor de un hermano que le necesite. Que su alegría le lleve de corazón a promover esa unidad que sólo se puede lograr cuando proviene de Dios y de su Espíritu. De esta forma cualquier celebración guadalupana será un instrumento de Dios para seguir actuando entre nosotros.
En medio de los preparativos para los festejos del mes de diciembre, me encontré una revista misionera con la foto y una pequeña entrevista: una viejecita, su rostro cansado pero su corazón no: la madre Inés, mujer religiosa de 84 años de edad que dirige en una lejana región de este mundo una casa hogar para niños abandonados por problemas y lesiones cerebrales. Sólo alguien que sabe amar y ser madre puede lograr tan grande obra. Entre sus palabras ella decía: “Cada uno de estos niños fueron abandonados por sus problemas cerebrales, pero nunca vieron sus padres que en el fondo de su corazón, Dios había sembrado ya en ellos la semilla de la alegría”. Tales palabras me tocaron y me han hecho pensar una vez más lo que es capaz de hacer una buena madre por amor.
En María de Guadalupe y su mensaje podemos también nosotros encontrar una luz de esperanza aun para los más duros momentos. Le sigo invitando, estimado lector. que estas fiestas guadalupanas y decembrinas le renueven en lo más profundo de su amor a Dios y servicio a los hermanos. Si así llega a pasarle, seguro que habrá logrado mucho y encontrado el camino donde se juntan la misión y la esperanza. VN
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