
HOMILÍA PARA LA CELEBRACIÓN DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE 2008
QUERIDOS HIJOS E HIJAS DE NUESTRA MADRE DE GUADALUPE:
Celebramos un año más la fiesta más hermosa y evangelizadora de nuestro continente, la fiesta de nuestra Madre, la Virgencita de Guadalupe. Esta fiesta es hermosa por el colorido de las flores, las danzas rítmicas, los cantos de gozo, y el mensaje evangelizador de nuestra Morenita que con sus palabras maternales nos llenan de esperanza y transforman nuestros pesares en alegría. Ella nos lleva a reconocer al “verdadero Dios por quien se vive;” nos trae a su Hijo, Palabra de Dios encarnada; nos invita a formar una casita donde todos nos reconocemos hermanos y hermanas; y nos invita a propagar el mensaje que nuestro Padre amoroso está siempre cerca y nunca nos abandona.
Veamos como las lecturas de este día nos invitan a cantar de gozo por este trascendental acontecimiento y nos ayudan a valorar la importancia de María en la historia de nuestra salvación.
En la primera lectura Zacarías, muchos años antes de la Encarnación del Verbo de Dios anuncia proféticamente a la Hija de Sión, a la mujer que colaborará con Dios en la salvación del mundo y en la restauración del pueblo. De este modo le pide al pueblo reconocer y seguir la Palabra de Dios y alegrarse y cantar porque Dios siempre va a estar al lado de su pueblo, alentándolo en sus luchas y apoyándolo en sus necesidades.
En el libro del Apocalipsis, San Juan también nos invita a reconocer en María a la mujer disponible para las cosas de Dios, pero sobretodo a la mujer que es modelo para la Iglesia. En María, San Juan visualiza la vocación de la Iglesia en la nueva era, la era de Cristo, quien resucitado de entre los muertos se manifiesta como el Señor de la historia, con un poder muy superior al de todos los tiranos de todos los tiempos.
San Lucas en el Evangelio también nos recuerda que la llegada de Jesús por María es motiva de alegría y de fiesta incluso en un niño aún no nacido, Juan el Bautista y en su anciana madre. Ella no se cansa de agradecer a María por su solicitud y por su bondad. El texto nos permite ver a María en dos niveles: el de la mujer sensible que sube presurosa a las montañas para ayudar a su prima, y el de María la Madre de Dios, la persona más importante en toda la historia de la humanidad. “¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme?”
Y nosotros también estamos aquí, alegres, cantando con mariachis y danzantes. Estamos de fiesta con todos los pueblos de América, con todas las comunidades cristianas de Estados Unidos porque Dios nos ha regalado a una madre. Los invito queridos hermanos y hermanas a que no renuncien a su alegría, a que nunca pierdan este sentido festivo que es parte de la cultura hispana. ¡Nos alegramos con nuestra Madre en su fiesta no porque no tengamos problemas, ni tampoco porque las desgracias de nuestro pueblo se hayan acabado! ¡Nos alegramos porque estamos vivos y porque María alienta nuestra esperanza!
Estamos pasando por una de las crisis económicas más graves en décadas, muchos hermanos nuestros han perdido su vivienda en la que pusieron no sólo trabajo y ahorros de muchos años, sino el deseo de dar seguridad, estabilidad y un techo a su familia. Miles de empresas están cerrando sus puertas por falta de ventas y con esto han dejado sin empleo y pan a trabajadores de todos los niveles pero especialmente a los más pobres de los pobres. Las largas filas de trabajadores afuera de las tiendas de materiales de construcción buscando al menos una horas para llevar algo a sus hogares es deprimente.
Y a estas situaciones podemos agregar el dolor del pueblo que sigue sufriendo por la falta de una reforma migratoria integral que dé seguridad a tantos hermanos inmigrantes que vienen a trabajar y a dar lo mejor de sus esfuerzos para contribuir al progreso y bienestar de esta gran nación. Tantas familias separadas, tantas ilusiones rotas, todas ellas viven la desesperación, la tristeza y el sentimiento de abandono y de fracaso ante la imposibilidad de conseguir la tan ansiada estancia legal. Más de catorce millones de hermanos nuestros están en esta situación.
Nuestra madre, Santa María de Guadalupe, nos enseña que nuestro sol de justicia es Jesús, que él es el camino, la verdad y la vida. Que con él podemos ver realizadas nuestras más profundas aspiraciones. Y en esa situación de enfermedad, pobreza y fracaso aparece nuestra Madre de rostro mestizo trayendo un mensaje de esperanza, mostrando a su Hijo. Ella pide un templo para atender los dolores del pueblo, pero sobre todo para allí mostrar a su Hijo. Ella se presenta como misionera. Es maravilloso el modo como une a todos los habitantes de estas tierras en una nueva manera de relación humana y cristiana. No le pide a Juan Diego que construya un templo con la ayuda de sus paisanos, le pide que vaya con el obispo Zumarraga para que de esta manera la invitación a ser el pueblo de Dios alcance a todos los que habitaban estas tierras. Pero curiosamente le pide que sea precisamente en ese cerro, el cerro del Tepeyac donde se construya su casita, pues de esta manera los indígenas reconocerían el enorme respeto de María por las tradiciones y la cultura de los nativos y de todos los habitantes.
Juan Diego que por mandato de la Virgen de Guadalupe evangeliza al obispo, a sus hermanos indígenas de todos los grupos y a los españoles; entiende la importancia de la Palabra de Dios para poder realizar ese proyecto. En la narración de las apariciones se nos dice que Juan Diego acudía asiduamente al estudio de la Palabra de Dios que dirigían los sacerdotes en la escuela de Tlatelolco, además de que participaba de la Misa casi todos los días. Por estos motivos nosotros encontramos en él un buen modelo de cómo evangelizar. En este año, la Iglesia quiere insistir, como lo hicieron San Juan Diego y nuestra Madre de Guadalupe en la importancia de que todos los católicos nos acerquemos a la Palabra de Dios para descubrir en ella, la única verdad que puede darnos felicidad y vida abundante. En estos momentos difíciles la Palabra de Dios tiene que ser la guía que oriente nuestras decisiones y nuestras acciones, y que le dé sentido a nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas les invito a imitar a la gran misionera, a nuestra Madre, la Virgen María. Aquella que salió presurosamente a visitar a su prima Isabel es la misma Virgen de Guadalupe, la gran misionera de América. Yo les invito a que continúen el impulso que ella nos da para llevar el mensaje de Jesús al corazón de la cultura americana, para lograr la unidad de todos los que aquí vivimos y trabajamos en estas tierras. ¡Todos con María de Guadalupe somos misioneros, somos pregoneros de la Palabra hecha carne! No desfallezcan en esta tarea, no nos cansemos en este esfuerzo. ¡Ella no nos va a abandonar y con ella vamos a encontrar la luz en el túnel oscuro de las crisis que nos atormentan y nos asustan! ¡La Virgen esta aquí con nosotros!
Tú y yo somos los nuevos Juan Diegitos. En este año misionero, este año de la Biblia, les invito a que renovemos nuestro compromiso misionero y que seamos heraldos de las Buenas Noticias, mensajeros de esperanza. Si están dispuestos respondan con un fuerte, ¡Sí!
¡Yo les pregunto! ¿Están dispuestos a aceptamos el reto de ser los nuevos Juan Diegitos? ¿Están dispuestos a luchar conmigo para convertir de verdad a nuestra Iglesia en una Iglesia evangelizada y evangelizadora? ¿Están dispuestos a ser mensajeros de esperanza? ¡Que así sea!
Y que Dios los bendiga y que nuestra Madre nos aliente con su mirada bondadosa, ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Iglesia de Los Angeles! ¡Vivan los fieles Guadalupanos que hoy veneran y se comprometen con Jesús y la Virgen!
Lecturas:
Zacarías 2:14-17
Apocalipsis 11:19; 12:1-6,10
Lucas 1:39-47
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