<!--:es-->FIESTA DE SANTA MARIA DE GUADALUPE, 2006<!--:-->

FIESTA DE SANTA MARIA DE GUADALUPE, 2006

Desde la Catedral de Nuestra Señora de los Angeles

[Lecturas: Eclesiástico 24, 23-31; Gálatas 4, 4-7; Lucas 1, 39-48]

Las lecturas de esta grandiosa fiesta dedicada a la Virgen de Guadalupe, Reina y Madre de América, nos motivan a profundizar en el valor inestimable de nuestras familias, y a ponerlas a todas ellas en la manos de nuestra buena madre: a las familias de los soldados que están en Irak y Afganistán, a las familias divididas por problemas de inmigración y a todas las familias que están pasando por problemas de ruptura y desintegración. Todas las familias necesitan de María como madre y modelo.

La primera lectura nos presenta simbólicamente lo que es María para nosotros, la viña fértil, la madre protectora, la mujer que ofrece su consuelo y su ayuda. Ella es ternura, amor, belleza, hermosura. Ella es nuestro ideal y al mismo tiempo la imagen religiosa más cercana, pues a pesar de que reconocemos todos estos títulos para engrandecerla, es al mismo tiempo la mujer simple, del pueblo, la madre de familia que lidió con Jesús y con José.

En la segunda lectura, San Pablo invita a los Gálatas a ver en la encarnación del Hijo de Dios en el seno de una mujer, María, la oportunidad para ser libres, para ser hijos e hijas y dejar de ser esclavos. Los Gálatas creían que los astros, como el sol y la luna eran dioses que controlaban su vida y la marcaban irremediablemente para el triunfo o para el fracaso, sin que nadie pudiera cambiar ese destino. San Pablo les dice que Jesús, el Hijo de Dios ha nacido de una mujer, en las condiciones normales de una familia, para liberarnos de toda forma de fatalismo y esclavitud.

Y el Evangelio de Lucas nos narra un encuentro muy especial entre dos parientas, primas para ser más exactos: María e Isabel, ambas embarazadas, ambas con una misión de parte de Dios. Isabel, reconoce en María a la madre de su Señor, la llama bienaventurada, bendecida, santa, incluso su hijo salta de gozo en su seno como los pobres y los pequeños cuando reconocen la compañía de Dios en sus vidas. Por su parte, María fue presurosa para servir a su prima, para ayudarla en las tareas de ser madre como lo hacen las mujeres en nuestras propias familias. La alegría de su propia maternidad no le impidió servir y ayudar a su prima anciana que esperaba la llegada inminente de su hijo.

Estas lecturas están íntimamente relacionadas con el 475 aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Ella trajo libertad a todos los nativos de estas tierras que también se encontraban bajo el dominio de creencias y mitos que les impedían ser libres. Y a su vez comunicó un mensaje nuevo a los conquistadores, para que entendieran que los indios, como San Juan Diego, eran seres humanos, con todos los derechos, y además, debían considerarlos como hijos muy queridos de Dios.

Hoy, la Virgen de Guadalupe trae de nueva cuenta su mensaje de vida a todas nuestras familias, un mensaje de esperanza, un mensaje de paz. Nuestras familias lo necesitan para valorar la vida humana, que viene de Dios. Tanto en el Evangelio del día de hoy como en la imagen de nuestra querida virgencita morena nos presenta a mujeres en cinta. El estado maternal co-creador con Dios que genera vida. Este mensaje resalta la dignidad de la criatura en el vientre y es un testimonio frente a la cultura de muerte que glorifica la violencia y promueve el aborto, tan extendido en nuestro tiempo. Mamá Lupita se preocupa de todo lo que amenaza a su familia, me refiero a las otras amenazas contra la vida familiar, que atentan contra la dignidad y la paz en los hogares, como es la violencia doméstica, la violencia de las pandillas en los barrios y en las ciudades, la muerte de nuestros jóvenes en guerras injustas, y la división de las familias por las leyes de inmigración.

Ponemos todas estas formas de violencia en las manos de María para que recordando lo que ella hizo en América desde que se apareció a San Juan Diego, encontremos la fuerza y la fe para superar esas y todas las adversidades. Con la fuerza del “verdadero Dios porque quien se vive” seremos capaces de construir familias sólidas donde la vida y el amor serán mas fuertes que el pecado y el egoísmo.

La Virgen de Guadalupe nos pide que valoremos a la familia, porque es en ella donde se trasmite la fe, donde se aprende a orar, donde se educa en los valores cívicos y en las responsabilidades ciudadanas. No habría autoridad política si en los hogares no se hubiera enseñado el respeto a los padres, no habría instituciones públicas si no se hubieran enseñado las normas básicas de convivencia en la mas tierna infancia, no habría escuelas, ni universidades, si no hubo el amor de familia motivando a los hijos al progreso y al desarrollo personal.

Incluso, en el ámbito de nuestra religión, es bien sabido que la fe se ha trasmitido por el contagio familiar, por la abuela que nos persignó y nos acercó a la comunión, por el tío o la tía que nos apadrinaron en el bautismo, por el padre o la madre que nos enseñaron el respeto por las cosas de Dios.

En nuestra Arquidiócesis hay muchas formas de familia: la familia grande, donde se comparte el mismo techo con los abuelitos o con algunos tíos y primos; la familia tradicional de papá, mamá e hijos y las familias monoparentales, donde el padre o la madre asumen ambos roles en la educación de los hijos. En todas ellas prevalece la misión de trasmitir la fe y los valores básicos. En todas ellas recae el compromiso de formar niños y jóvenes sanos en su mente, en su cuerpo y en su espíritu. Todas ellas tienen la responsabilidad de educar para la felicidad y la realización humana, no para el miedo, no para el fracaso, no para la esclavitud.

No podemos culpar a los padres de familia por los jóvenes drogadictos o por los jóvenes en pandillas o por miles de jóvenes encarcelados, pero la Virgen de Guadalupe si les pide a las padres y madres de familia de hoy, que se preparen, que consigan información para alejar a sus hijos de estos y de otros traumas de nuestras sociedad.

No debemos culpar a nadie de los problemas actuales porque cada uno de ellos es complejo y tiene muchas causas y muchos factores desencadenantes, pero la Virgen de Guadalupe si nos pide como pidió a Juan Diego a que asumamos nuestra responsabilidad como Iglesia hoy, para ayudar a las familias a ser lo que Dios quiere que sean. Nuestras parroquias y todas las instituciones Católicas deben preocuparse por dar herramientas a los padres de familia, primero para que construyan su relación de pareja en el amor siguiendo el ejemplo del amor de Cristo por su Iglesia, pero también deben de proveerles de información psicológica, pedagógica y de valores humanos para orientar a los hijos, de manera que los ayuden a realizarse como personas. Este es el mejor modo de prevenir los males que destruyen la mente y el corazón de nuestra niñez y juventud.

Hace 475 la Virgen de Guadalupe llamó a Juan Diegito y le entregó una misión que a él le pareció imposible. Hoy la Virgen de Guadalupe nos entrega esa misma tarea, la misión de su Hijo Jesús, la misión de reunir la familia humana. ¡Ella te invita a que salgas presuroso al encuentro de ese ser querido que necesite tu ayuda, tu palabra de consuelo y tu aliento! Mamá Lupita con palabra tiernas te dice, “¡No temas! ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? [¿No estas bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estas en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? … Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe.”]

Con la confianza total que manifestó San Juan Diego digamos a la Virgen de Guadalupe, ¡Cuenta conmigo!

Los invito ahora a que consagremos a nuestras familias al amor maternal de María, repitan conmigo:

Santa María de Guadalupe, Madre de nuestro pueblo, mira con compasión a todas las familias de nuestra arquidiócesis, las familias de todas las razas y culturas, las familias que hablan inglés, español u otros idiomas, las familias de los que aquí nacieron y las de los que han inmigrado, las familias completas y las que han perdido a uno de sus miembros, las familias ricas y las familias pobres. Porque tú eres la madre amorosa de todos.

Te consagramos en este día a nuestras familias, bendícelas, protégelas, anímalas a cumplir su misión, que inicien a los niños y a los jóvenes en la vida social, escolar, política y laboral. Que sean escuela de valores humanos y cristianos, para que de ella surjan líderes para la sociedad y para la Iglesia. Que de las familias cristianas broten vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa, y que sean fermento en la masa, para hacer presente allí donde se encuentren el Reino de Dios, que tu Hijo inauguró con su muerte y su resurrección. Amen.

¡Viva la Virgen de Guadalupe!

¡Viva la Reina y Madre de América!

¡Viva Cristo Rey, el sol de la justicia!

VN

Share