EUCARISTÍA E INMIGRACIÓN: TODOS SOMOS HIJOS DE UN MISMO DIOS

EUCARISTÍA E INMIGRACIÓN: TODOS SOMOS HIJOS DE UN MISMO DIOS

(Fotografía: David Maung, CNS, Diseño: Osvaldo Cisternas y Concepto: VOA).

Por DR. J. ANTONIO MEDINA

El tema de la inmigración es complejo, pues involucra aspectos de política, economía, ideologías, prejuicios, ideas y emociones contradictorias, que impiden analizar la situación y encontrar una solución permanente. Gobiernos de los países donde parten los migrantes, como los países adonde llegan no han tenido la voluntad política de parar este drama, y ha crecido y sigue creciendo sin que parezca tener una solución a futuro inmediato.

No es un problema solamente de la relación México-Estados Unidos. En muchas zonas del mundo se ha agudizado de manera dramática, abarca continentes enteros, lo que provoca incertidumbre y muerte de grandes grupos humanos. Los hispanos en California, aunque tenemos siglos de presencia en esta área somos una comunidad mayormente inmigrante y nos duele y afecta la presente situación.

La peor parte la sufren los mismos inmigrantes, ese inmenso número de personas que por circunstancias muy variadas se han mudado a otro país o están en proceso de hacerlo. Para algunos es una situación temporal; para otros es cuestión de vida o muerte, y para otros más es una consecuencia de decisiones que otros tomaron por ellos y ellas.

Hay hijos, nietos, bisnietos de inmigrantes que todavía sufren el desprecio de grupos y personas. Podemos ver que uno de los aspectos que nos cuesta trabajo reconocer en la discusión sobre la inmigración es el racismo, que permea la sociedad, pues en el fondo todos queremos sentirnos seguros junto a los que son como nosotros, y rechazamos al diferente, especialmente si es pobre.

La economía es otro de los temas que genera rechazo hacia los inmigrantes. Pareciera que ellos nos van a quitar el trabajo o el estatus social que hemos alcanzado. Estos temores se acrecientan con la retórica antiinmigrante que se da en todos los ambientes de la sociedad, incluso dentro de la Iglesia. Por eso podemos reconocer que la ideología del miedo es el componente más peligroso de toda esta situación.

Frente a una situación de crisis de valores como la que enfrentamos, debemos rescatar lo más auténtico del ser humano. Debemos defender los valores que brotan de la experiencia de Jesús y su mensaje de amor.

Un elemento que podría ayudarnos a traducir en experiencia de vida el mensaje de Jesús es la Eucaristía.

La Misa es un conjunto de ritos que nos retan a vivir intensamente la fraternidad universal. Frente a las divisiones de una sociedad clasista y racista, en la Misa celebramos que todos somos hermanos; que no importan ni el color de la piel ni el estatus social o económico. En el altar eucarístico todos somos iguales; como hermanos nos sentamos en la mesa familiar, en ella el más importante es el más necesitado. Somos hijos del mismo Dios que nos ha creado a todos iguales. El respeto a la dignidad humana tiene su fundamento más profundo en esta confesión de fe.

Todo en la vida es un don de Dios, nos recuerda también la Misa. Lo que tenemos no es nuestro; es un don, un regalo al que no nos podemos aferrar pues el verdadero tesoro está aún por llegar. Al dar gracias reconocemos que nada es nuestro; todo lo tenemos para nuestro uso, pero hay alguien más allá quien es el verdadero dueño de todo. Esta espiritualidad nos permite relativizar la dependencia de las cosas, de lo material, de los tesoros de la Tierra. No es que no las necesitemos, pero debemos ser capaces de reconocer su valor, para no ver la carencia como un pretexto para despreciar a los pobres y necesitados.

La Santa Misa también nos recuerda que el egoísmo es la raíz de todas las divisiones, guerras, pecados tanto individuales como sociales. Cuando el egoísmo permea la sociedad crea estructuras injustas que atentan contra la convivencia.

Hay tantas referencias de los cuatro evangelios para proponer el servicio como forma de vida, que traicionaríamos el Evangelio si no lo reconociéramos. La Palabra de Dios proclamada en la Misa nos lo recuerda constantemente.

Pero además, la Eucaristía también es una experiencia purificadora que nos lava del pecado y nos introduce en la vida de la gracia, que es la vida al estilo de Jesús. Él no tuvo ningún problema en lavar los pies de sus discípulos aunque sabía que uno lo traicionaría, y los otros lo abandonarían. El lavatorio de los pies es una experiencia eucarística. San Juan considera que es la herencia más importante de Jesús a sus discípulos.

Para todos nosotros la Santa Misa es central en nuestra vida, en nuestra espiritualidad, en nuestra vivencia de fe, pero debe también ser la luz que ilumine nuestras opciones éticas y nuestra conducta ordinaria.

En este día yo le invito a que reflexione sobre la relación que encuentra entre la espiritualidad eucarística y el tema de la inmigración. Que se pregunte honestamente: ¿cómo extender a la vida lo que se celebra en la Misa? Y más en concreto: ¿cómo influir positivamente para defender a los inmigrantes?

Recuerde, los inmigrantes recién llegados son seres humanos con historias de dolor y necesidad, como cada uno de los que estamos leyendo esto. Y si emprenden una aventura en la que arriesgan todo, incluso la vida, es porque no hubo otras alternativas en sus propios países.

Nosotros no vemos una solución inmediata a este problema, pero sabemos que nuestra solidaridad y la ayuda de Dios aliviarán su sufrimiento y desesperación. VN

Share