
DECLARACIÓN DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CALIFORNIA SOBRE LA INMIGRACIÓN
Cada uno de nosotros desea y necesita pertenecer a una familia, a una comunidad, o a un país. Como católicos, tenemos el privilegio de pertenecer al cuerpo de Cristo, su Iglesia. Las enseñanzas de la Iglesia Católica, que tienen sus orígenes en las Escrituras y en la rica Tradición que data más de 2,000 años, nos llevan a entender que el amarnos y ayudarnos los unos a los otros (a nuestra familia y a nuestro prójimo), es una condición para pertenecer al Cuerpo de Cristo.
Nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, en su reciente encíclica, Deus Caritas Est, basándose en la parábola de Jesús sobre el Buen Samaritano nos recuerda lo siguiente:
“Cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar es mi prójimo… el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios”.
Al reflexionar sobre las enseñanzas de la Iglesia en torno a la ayuda que debemos brindar a nuestro prójimo, al igual que en los motivos del “problema de la inmigración” actual, hacemos las siguientes observaciones:
En nuestra experiencia, la gran mayoría de los inmigrantes indocumentados en América, no son delincuentes: Ellos emigran para poder buscar un trabajo que les proporcione sostenimiento para ellos y sus familias. Ellos trabajan en las industrias que son importantes para California y para la nación, como lo son la agricultura, los servicios y la construcción. Nuestro sistema de inmigración actual es anticuado, ya que no contiene suficientes visas de trabajo para que los trabajadores migrantes ingresen al país de manera segura, legal y ordenada.
Como obispos católicos, reconocemos que nuestro país tiene el derecho y la necesidad de mantener nuestras fronteras y hacer cumplir nuestras leyes. Sin embargo, advertimos que al hacerlo, nuestro gobierno deberá respetar los derechos y la dignidad de los seres humanos, así como minimizar la separación de las familias. Consistentemente hemos sostenido que el reestructurar las políticas para abocar todos los aspectos de la inmigración es la manera correcta de salvaguardar nuestro país, hacer que nuestras comunidades sean seguras, y resolver efectivamente el problema de la inmigración no autorizada a nuestro país.
Sugerimos los siguientes elementos que deben considerarse al reestructurar las políticas migratorias:
• Visas temporales fácilmente disponibles para los que quieran trabajar;
• Mejorar la seguridad de la frontera y una capacitación superior para los guardias fronterizos.
• Normas justas y equitativas y plazos de tiempo razonables para procesar las solicitudes de los que buscan convertirse en residentes permanentes legales;
• Normas compasivas y plazos de tiempo razonables para la reunificación de las familias para los extranjeros que sean residentes legales y los ciudadanos naturalizados;
• Requisitos razonables para que los residentes legales se conviertan en ciudadanos;
• Que se reconozca el impacto de la globalización y del libre comercio en las pautas migratorias.
Se calcula que hay millones de personas que viven en los Estados Unidos sin la documentación adecuada, muchos viven temiendo ser deportados o lamentando la deportación de sus familiares.
Es importante reconocer que la economía de California se debilitaría, -si es que no se daña severamente- con la deportación de los trabajadores indocumentados. En nuestra opinión, ellos deberían tener la oportunidad de ajustar su estatus legal y ganarse el derecho a permanecer en el país de manera permanente y legal. No podemos beneficiarnos de los frutos de su trabajo, por una parte, y por otra relegarles a una clase marginada.
Entendemos que muchos californianos están preocupados por la presencia de un gran número de inmigrantes indocumentados en nuestro Estado. Reconocemos y compartimos su inquietud. La inmigración ilegal no conviene a la sociedad ni al inmigrante. No obstante, suplicamos a los católicos -y a todos los californianos- que rechacen los ataques contra estos inmigrantes y que trabajen constructivamente para llegar a una resolución humanitaria del problema de la inmigración ilegal.
Como católicos, nuestro Santo Padre nos manda amar a nuestro prójimo para tener un encuentro con Dios. Como personas de buena voluntad, le rogamos al Congreso que vuelva inmediatamente a considerar reestructurar las políticas de la inmigración. Y como Obispos, hacemos un llamado a los católicos y a todas las personas de buena voluntad -recordando la historia de nuestra nación- a tratarse unos a otros con dignidad y respeto y a trabajar conjuntamente de manera constructiva para asegurar un resultado positivo a este debate nacional vital. Mantenemos en oración a todas las partes interesadas. VN
LOS SANTOS CATÓLICOS DE AMÉRICA
Desde su fundación, Estados Unidos ha acogido a millones de inmigrantes. La historia nos cuenta sobre las oleadas de gente que acudían en masa a las tierras de América – desde Alemania, Italia, Polonia e Irlanda; desde la China y España; desde Escandinavia y Gran Bretaña.
Hay un número de santos católicos americanos quienes sirvieron a los inmigrantes de su época -viviendo así ese amor al prójimo que los llevó a su encuentro con Dios-. Entre ellos se encuentra Elizabeth Ann Seton (1774-1821), la Madre Théodore Guérin (1798-1856), el Obispo John N. Neuman (1811-1860), la Madre Frances Cabrini (1850-1917) y Katharine Drexel (1858-1955).
Hoy día, la gente viene a América desde Vietnam, México, América Latina, Rusia, Tailandia, Corea y otros países. Muchos de ellos vienen huyendo de la pobreza y de la opresión. Muchos de ellos solamente quieren la oportunidad de poder proveer para sus familias.
Cada santo realizó el ministerio de caridad de la Iglesia sirviendo a los pobres, instruyendo a los niños y atendiendo a los enfermos. Y siempre –especialmente en el caso de la Madre Cabrini, la Santa Patrona de los Inmigrantes– ayudando a los recién llegados a nuestro país.
Como católicos, se nos exhorta a que nuestras vidas sigan el ejemplo de las de los santos. Recordando que durante la mayor parte de la historia del país, la Iglesia Católica americana fue una Iglesia inmigrante –cada uno de nosotros haría bien en acoger a nuestros inmigrantes actuales como lo que son, nuestros prójimos. VN
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