CON EL LLAMADO DE DIOS EN LA SANGRE

La vocación sacerdotal llega a la vida del padre Roberto Rueda a temprana edad, y lo lanza a ejercerla en tres continentes

Tenía sólo14 años de edad cuando oyó el llamado a ser sacerdote, y desde entonces el padre Roberto Rueda no ha dudado en seguir la aventura de esta vocación.

Se lo comunicó a sus padres, fue al Seminario, se ordenó y desde entonces no ha dejado de ser feliz.
El padre lo cuenta como la manera más natural en que Dios llama a los operarios a su viña, de diversas formas y a horas diferentes. La suya sucedió pronto y se ha profundizado desde entonces.

Nació en Talavera de la Reina, provincia de Toledo (España), en una familia compuesta por sus padres -Jesús y Mercedes- y cuatro hermanos. Su familia era católica por tradición, pero “sin rezos en familia ni siquiera asistencia a la misa dominical”, cuenta el padre a VIDA NUEVA, aunque sí se juntaba de vez en cuando con grupos juveniles carismáticos, experiencia que recordará más tarde en su trabajo con los grupos carismáticos de Los Ángeles.

Eso sí, para sus padres la buena educación era lo más importante, así que un día explicaron a sus hijos reunidos cuál era su prioridad: “No tenemos mucho, pero todo lo que tenemos será para su educación, así que quedan excluidos regalos, ropa nueva, bicicletas, juegos y cosas por el estilo”. De ese modo estudiaron en un colegio de los Hermanos de la Salle en la misma Talavera, ciudad famosa en todo el mundo por la cerámica del mismo nombre. Era colegio privado por lo que costaba más que los públicos, pero tenía fama de impartir una enseñanza sólida.

ESPÍRITU MISIONERO

La vida del chico discurría entre la familia, la escuela y los deportes. Jamás le pasó por la cabeza la idea de vocación sacerdotal o religiosa hasta que un día llegó a la escuela un sacerdote de la congregación Los Legionarios de Cristo quien les habló de las misiones y les invitó a ser ellos también legionarios de Cristo. La idea le atrajo, y ahí mismo decidió que quería ser misionero. “No sé por qué, pero experimenté la certeza de que eso era para mí”.

Lo dijo en casa durante la comida. “Se lo dije así, de repente, pero muy serio y convencido. Él [mi padre] me dijo que estaba bien, que no había problema, que estaba de acuerdo… y siguió comiendo”.

Lo despidieron en la estación para un viaje de seis horas hacia el seminario localizado en Santander. “Desde el inicio, me sentí en mi casa, estaba a mis anchas, feliz, junto con más de cien compañeros. En pocos días, aquella ilusión medio difusa de ir al Seminario, de que era lo mío, se fue haciendo cada vez más clara, nítida e insistente; yo quiero ser sacerdote”. Hasta hoy cuando ha proclamado el mensaje, la Palabra de Jesús por tres continentes.

En el Seminario, explica, “empecé a conocer al Señor, a rezar, a vivir en comunidad, el compañerismo. Lo recuerdo con mucho cariño”, explica.

Del Seminario menor pasa al noviciado en Salamanca, seguido por estudios humanísticos, griego, latín, etc. Luego estudia filosofía y teología en la Universidad Gregoriana de Roma, regida por los jesuitas, institución de la que tiene buenos y grandes recuerdos. Otro tanto le sucede al pensar en Roma, la llamada “Ciudad Eterna”. “La vida en Roma fue una experiencia preciosa porque allí se toma el pulso y se conoce variedad de todas la Iglesias, ritos, etc.”
Sigue una experiencia pastoral de tres años en México como profesor y formador de las jóvenes generaciones de Legionarios de Cristo.

El 13 de agosto de 1997 se ordena de sacerdote en la Catedral de Salamanca, no muy lejos de Talavera, en presencia de toda su familia. “Mis padres estaban super emocionados por ver que su hijo era feliz”. Ellos siguen emocionados por su sacerdocio lo que hizo que su madre se acercara a la Iglesia y a los Sacramentos, cosa que, a su vez, lo hace feliz a él. Por otro lado, dice, hasta la fecha su padre no ha cambiado. Sigue sus pasos con cariño, pero no le admite “chantajes”, es decir, recibir la Comunión para darle gusto al hijo.

Después de la ordenación regresa a México donde desempeña las labores de profesor/formador y profesor de latín y griego, y de asumir responsabilidades administrativas. Al cabo de un tiempo viaja a Filipinas donde pasa un año trabajando en pastoral familiar, tras lo cual regresa a Roma para hacer el doctorado en teología dogmática, con el tema de diálogo ecuménico, concretamente entre católicos y pentecostales. Volver a los estudios, dice, le costó un poco por sentirse “oxidado”.

En función del tema de su disertación, pasó un año y medio en el Seminario Teológico Fuller de Pasadena, donde pudo conocer en persona a estudiosos y ministros de otras confesiones e intercambiar experiencias con ellos al mismo tiempo que ayudaba en varias parroquias de la zona. “Fue -recuerda- una gran experiencia religiosa” que le iba a facilitar su trabajo pastoral una vez instalado en Los Ángeles, pues no es lo mismo -dice- hablar de otras religiones/Iglesias desde los libros, como teoría teológica, que desde el intercambio personal.

EN EL ESTE DE LOS ÁNGELES

En estos momentos se halla en la Parroquia de la Resurrección, “felicísimo de estar con Monseñor John Moretta”, de quien le impresionan su entrega a la vida espiritual de la parroquia, a la vez que trabaja en temas sociales de relevancia para la comunidad del Este de Los Ángeles y de otros ámbitos.

Por tener el doctorado en teología, su trabajo consiste principalmente en apoyar a los grupos de oración y a los carismáticos, “en darles una especie de dirección espiritual a fin de que su teología y prácticas sean sólidas, en su parroquia y en la diócesis”.

Según el padre Rueda, haber estado varios años en México le ayudó a comprender a los feligreses de Resurrección y a integrarse en la vida cristina de la parroquia, y eso le ha llevado a recordar su participación en el grupito carismático de su pueblo. “En realidad -explica- debo la vocación al grupito de mi pueblo, que me hizo volver a nacer”.

“Aquí me he sentido aceptado, me siento en casa. Llevo en la sangre al mundo hispano”, dice de su nuevo destino al que llegó hace pocos meses.
A la pregunta de si la vida del sacerdote es aburrida, responde de inmediato que es lo contrario: “Es una maravillosa aventura que, en mi caso comenzó a los 14 años de edad y que no ha terminado todavía, y mi idea del sacerdocio es la de ser como un cristal transparente donde todos puedan ver al Señor Jesús”.

En cuanto al consejo que daría a quien, hombre o mujer, le dijera que está pensando en el sacerdocio o la vida religiosa, el padre dice: “Que acrecienten su amistad con Jesús, que frecuenten los sacramentos, que recen y que apuesten por Jesús, el vencedor. Que no tengan miedo, porque es una experiencia apasionante”. VN

PREGUNTITAS

¿QUÉ COME?- De todo, soy omnívoro, me gusta sobre todo la comida variada. Me encanta la comida mexicana por lo variada que es.

¿SABE COCINAR?- Poco, pero lo intento, sobre todo la llamada tortilla española [de papas y huevos].

¿QUÉ IDIOMAS HABLA?- Español, inglés, portugués, italiano y me defiendo en latín y griego, aunque a estas dos últimas las llaman lenguas muertas.

¿PRACTICA ALGÚN DEPORTE?- Corro mucho, todos los días. Me gustan mucho el fútbol (soccer) y el baloncesto, deportes que practicaba antes de llegar aquí, pero todavía no he encontrado ningún equipo para jugar. También me gusta ver el fútbol televisado.

¿QUÉ DÍAS TIENE LIBRES?- Los lunes, días que dedico a visitar/conocer Los Ángeles: museos, playas, parques, ya que Los Ángeles es una ciudad muy variada y tiene muchas cosas que ofrecernos.

¿QUÉ CAMBIARÍA DE SU VIDA?- [Aquí se pone a pensar y a dar vueltas al asunto]. A excepción de mis faltas y deficiencias, no cambiaría nada. Eso sí, quisiera ser transparente, para que las personas que tengan contacto conmigo se acerquen a Dios.

¿CÓMO LE GUSTARÍA SER RECORDADO POR QUIENES LO CONOCEN?- Que cuando me recuerden, se acuerden de Dios. Que me recuerden como puente para llegar al otro lado, a Dios, ya que el puente en sí mismo no es más que un instrumento, sin valor alguno si quien lo cruza no llega al otro lado.

SU MENSAJE PARA LOS JÓVENES.-“Que vivan su vida en plenitud, que se arriesguen a ser felices, que sean valientes en su seguimiento del Señor Jesús, que no se les arrugue el corazón como se arruga naturalmente la piel”.

PADRE ROBERTO RUEDA
Parroquia de la Resurrección (Resurrection Catholic Church)
3324 Opal St., Los Ángeles, CA 90023
(323) 268 1141

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