
CIUDAD DE SANTOS
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles
14 de agosto de 2015.- Este fin de semana tuve la bendición de unirme a más de 1,100 adolescentes para nuestra primera conferencia anual “Ciudad de Santos”, organizada por el Departamento de Educación Religiosa de la Arquidiócesis.
Fue un evento inspirador y lleno de esperanza, de gran energía y profunda espiritualidad. Me conmovió ver a tantos de nuestros jóvenes haciendo cola para confesarse, acercándose a la Eucaristía con reverencia y devoción. Me sentí agradecido por el hecho de que se unieron a mí cerca de 50 de mis hermanos sacerdotes y más de 150 voluntarios.
Y al estar orando y hablando con nuestros jóvenes este fin de semana, estaba pensando que Los Ángeles es realmente una “ciudad de santos”. Tendemos a olvidar eso.
Es obvio para nosotros que nuestra ciudad y todas las ciudades que nos rodean forman una metrópoli dinámica que establece el tono y la dirección para el resto del mundo en lo que respecta a la moda y la arquitectura, al entretenimiento, las artes y el comercio mundial.
Lo que es menos obvio es que los lugares en los que ahora tenemos rascacielos y autopistas, han sido recorridos por santos.
Entre ellos, la Beata María Inés Teresa Arias, una refugiada de México, que fundó a las Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en la década de los años 30. También, la Venerable María Luisa Josefa de la Peña -la Madre Luisita- también refugiada mexicana que fundó a las Hermanas Carmelitas del Sacratísimo Corazón de Los Ángeles.
Por supuesto, la autopista US 101 de Hollywood fue una vez el camino recorrido por los fundadores de los misioneros franciscanos de Los Ángeles y California, dirigidos por el hombre que pronto será el primer santo hispano de Estados Unidos: el Beato Junípero Serra.
En mis oraciones de estos días y semanas, he estado reflexionando sobre los escritos del Padre Serra. Y siguen llamándome la atención, no sólo por su firme defensa de los pueblos nativos, sino también por su pasión por compartir el Evangelio, por su amor a la creación y por su espiritualidad de explorador.
El Padre Serra nos proporcionó algunas de las primeras descripciones de California que tenemos actualmente. Él describe de manera muy hermosa las montañas y las llanuras, el sol abrasador, los arroyos y los ríos, los álamos y los sauces; inclusive el sonido de un león rugiente que los tenía despiertos por la noche.
Éste es sólo uno de los muchos pasajes hermosos de sus escritos:
Parece que las espinas y rocas de California han desaparecido, ya que estas enormes montañas están conformadas casi enteramente de pura tierra. Pero hay flores en abundancia y, por cierto, muy hermosas. Y para que nada faltara en ese aspecto, cuando llegamos a nuestro lugar de descanso, nos encontramos con la reina de las flores: con la Rosa de Castilla. Mientras escribo esto, tengo frente a mí una rama de un rosal, con tres rosas, floreciendo en plenitud, con otras que apenas se están abriendo, y con más de seis ya sin pétalos. ¡Bendito sea el que las creó!
Así es como se veía California al principio, vista a través de los ojos de un santo.
Y yo estaba pensando que todos deberíamos de ver nuestro mundo como lo ven los santos, como lo ve Dios. Todos deberíamos de ver lo que las Escrituras llaman el cielo nuevo y la tierra nueva en los que reine la rectitud.
Hay problemas en nuestras ciudades y problemas en nuestro mundo. Somos conscientes de esto. En las últimas semanas, hemos visto un aumento en la persecución de nuestros hermanos y hermanas cristianos de Medio Oriente.
A todos nos han escandalizado los videos que aparecen en Internet y que revelan que las clínicas de abortos de Planned Parenthood están vendiendo órganos y diversas partes del cuerpo de niños no nacidos.
Esta semana estamos recordando también el 50 aniversario de los disturbios ocurridos aquí, en Watts. Como sabemos, por nuestra conversación nacional del año pasado, seguimos teniendo problemas con el racismo y la violencia en nuestras ciudades.
Y todos los días, aquí en Los Ángeles y en toda nuestra nación, no tenemos que mirar muy lejos para recordar que todavía tenemos un largo camino por recorrer antes de llegar a convertirnos en una ciudad de santos.
Sin embargo, a veces podemos quedar atrapados por nuestro activismo y por nuestros esfuerzos de hacer frente a los problemas materiales y a la injusticia. Las soluciones y posibilidades reales -para nuestra ciudad y para nuestro mundo- son espirituales. Todo empieza a partir de ustedes y a partir de mí.
Esto no quiere decir que no debamos trabajar por promover la justicia y la dignidad humana. Tenemos el deber cristiano de trabajar para poner fin a la discriminación en nuestra sociedad y de ayudar a todos a tener acceso a la vivienda, a los cuidados de salud y a un empleo. Tenemos que poner manos a la obra para ampliar las oportunidades para los jóvenes y para ayudar a aquellos que han pasado tiempo en prisión, para que logren reintegrarse a la sociedad.
Pero nuestro trabajo por cambiar el mundo empieza “dentro” de cada uno de nosotros. No podemos cambiar el mundo si no cambiamos primero nosotros mismos.
La paz en la tierra, la justicia en nuestras comunidades, todo empieza con nuestra respuesta personal al llamado de Dios, que nos está llamando a cada uno de nosotros a ser santos y a trabajar juntos para hacer de este mundo una ciudad de santos.
Vamos entonces a orar por nuestra ciudad esta semana; oremos especialmente por nuestros jóvenes.
A fines de este mes, el 29 de agosto, voy a celebrar una Misa especial y a encabezar una procesión en honor de la Patrona y titular de nuestra gran ciudad: Nuestra Señora de Los Ángeles.
Pidámosle a Nuestra Señora de los Ángeles que nos ayude a hacer más bellas nuestras vidas, más compasivas, más semejantes a Jesús. Y que también nos ayude a trabajar juntos para hacer este mundo más como nuestro Creador quiso que fuera, es decir, una ciudad de santos. VN
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