CINCUENTA AÑOS DE ALABANZA AL SEÑOR

El padre Raúl Cortés tiene una vida entera de servicio con alegría y entrega plena a sus hermanos

Considerado como leyenda en el Valle de San Fernando, el padre Raúl Cortés, contribuye en muchos frentes a propagar la palabra de Dios.

Raúl Cortés nació en el seno de una numerosa familia mexicana en San José de Gracia, en
Jalisco. Sus padres, José Guadalupe y Altagracia, tuvieron ocho hijos. Sólo Raúl iba a dedicar su vida y sus talentos a Dios. Por razones económicas, el padre vivió y trabajó en Estados Unidos para sustentar a la familia. La madre quedaba al cuidado de los hijos y siempre pedía por ellos. “Recuerdo que siempre estaba en la Iglesia, su fe era muy fuerte”, dice a VIDA NUEVA el padre Cortés, recordando a su familia y niñez.

VOCACIÓN

“Mi mamá… siempre en la iglesia, pues yo pienso que la vocación ella la ganó pidiéndole a Dios. Es tan fuerte la fe que cuando el papá o la mamá pide por su hijo, pues Dios los bendice”, dice respecto a la vocación que nació únicamente en él dentro de su familia inmediata y que 50 años después lo ha llevado a celebrar a lo grande sus bodas de oro sacerdotales el día de San Patricio pasado. Se ordenó a los 27 años de edad.

Los estudios primarios los completó en su pueblo. De ahí pasó al seminario, a los 13 años, ya en Guadalajara. “Entré al seminario a los 13 años, ya sabía y no sabía que quería ser sacerdote, pues a esa edad el deseo es distinto. Pero ya uno poco a poco va enamorándose de la carrera del sacerdote”.

Su padre se enteró en Estados Unidos de que uno de sus hijos iba a ser sacerdote, no se entusiasmó mucho, pero pasados dos años entendió el deseo de su hijo. A su madre, por el contrario, le dio mucho gusto cuando su hijo se lo comunicó. Lo había pedido tanto, que lo consideró una bendición.

“Entramos 13 y nomás yo perseveré. Nos ordenamos 45 todavía allá”, agrega.

Con la bendición de Dios y los dones que recibió de él, el joven Raúl entró al seminario donde destacó no sólo por su vocación, sino también por sus dones como músico: “Dios me bendijo porque además de la vida del sacerdocio, siempre desde niño fui músico. Cuando entré al seminario ya dominaba yo varios instrumentos, tenía conocimientos de teoría y ya seguí en la escuela de música dentro del seminario”.

“Cuando niño pertenecí al coro de mi pueblo, donde tuve un maestro muy bueno, muy teórico. Ya en el seminario empecé a estudiar piano, acordeón. Ahora tengo una escuela de música muy grande, con maestros muy buenos, tengo los coros de la iglesia aquí, bandas, organizo también en otros templos. Es una verdadera bendición de Dios”.

MISIÓN CON MÚSICA Y DEPORTE

La primera misión del padre Cortés lo llevó al norte de Jalisco, en Guadalajara, vecino de los indios huicholes, como asistente del párroco.

Labor que admite fue un reto, pero en la que aplicó lo que había aprendido siendo maestro en el seminario y también como encargado de una secundaria en el seminario auxiliar de Guadalajara. Allí pasó siete años y la labor que desempeñó, su primera, está hoy relacionada con la escuela de música que lleva adelante aquí en California: “Uno de los frutos, de mi primer destino fue un alumno de cuarto año, muy pobre que más tarde se vino a Estados Unidos con su hermano. Aquí formaron una compañía de construcción y me edificaron la escuela de música que llevo aquí en Canoga Park”.

Su segundo destino fue en San Ignacio Cerrogordo, en Jalisco, donde pasó los siguientes siete años cumpliendo una labor distinta pero muy satisfactoria: crear unidades deportivas de béisbol y fútbol (soccer).

“Hicimos un estadio de fútbol y otro de béisbol. Baldeamos el terreno, cercamos los campos, levantamos las graderías. Yo juntaba el dinero para la construcción y todos colaboraron. Era una obra destinada a jóvenes y chicos. Sin quererlo, esto me dio mucha fama, yo no la buscaba pues esta labor era simplemente parte de mi apostolado, pero al final decidieron ponerle mi nombre. Quedó ahí como un recuerdo”.

Estas misiones de su apostolado incluyeron también, por su propia elección, la formación y funcionamiento de escuelas para el aprendizaje de los niños y su organización con religiosas.

Tras completar misiones en Atotonilco y Yurécoro, hace unos 40 años, más o menos, emigró a Estados Unidos. “Como mis hermanos todos empezaron a emigrarse, mi mamá también, ya hace unos 40 años emigré con el permiso del Obispo”.

EN ESTADOS UNIDOS

Ya en tierra estadounidense, llegó como asociado a Lady of the Valley, en Canoga Park, una parroquia que, según dice el padre Cortés, era americana, pero él la hizo hispana con la misa en español. Posteriormente pasó a Norwalk, a St. Linus, y en 1994 llegó a Santa Catalina de Siena, donde permanece aún.

“Soy asociado [en Sta. Catalina de Siena], pero dizque ya estoy retirado y trabajo igual que otros. No me puedo retirar porque el nuevo pastor me pidió y me dio libertad. Había apenas 57 alumnos en la escuela fundada en 1952, se iba a cerrar, me metió a trabajar y ahora llevo 260 alumnos, más otros 20 ó 30 que andan por ahí animándose. Vamos a completar los 300 en esta escuela primaria para niños y niñas”.

“Tenemos cuatro misas en español y en otra parroquia hermana, Santa Brígida, tenemos tres más. Son parroquias hermanas por falta de sacerdotes. Tenemos cuatro sacerdotes para las dos parroquias y uno en residencia porque es capellán del hospital”, agrega.

ESCUELA DE MÚSICA

Además de su misión pastoral, el padre Raúl Cortés se da tiempo para incentivar en otros lo que para él ha sido inspiración de toda la vida: la música. En un lote que heredó en Canoga Park ha levantado una escuela de música sin fines de lucro, Sta. Cecilia Music School. Con el lema de “la música crea una mente limpia y un corazón grande”, el padre ha volcado sus ilusiones a preparar gente en el campo musical y no se niega el ingreso a nadie por ser de otra religión. La escuela, ubicada en 22016 Saticoy St., en Canoga Park, tampoco discrimina por edad.

“Tenemos toda clase de instrumentos, clases de vocalización, ballet folklórico, 40 pianos, acordeones, guitarras, etc.”, dice el padre, quien agrega que si bien el lote donde se levanta la escuela era de su propiedad, el trabajo de levantarla fue comunitario y gracias a donaciones, que el padre Raúl atribuye a Dios. La instalación también incluye un estudio profesional de grabación. El padre tiene ayudantes, 12 maestros, pero él la dirige. Los fondos vienen de la gente que brinda ayuda.

“Creo que la música me conserva”, y así debe ser porque el padre no aparenta tener 78 años y él se apura en agregar: “No me siento orgulloso, sino agradecido con el Señor que me dio licencia en esta vida”.

JÓVENES Y VOCACIÓN

“En este tiempo yo siento que no hay vocaciones porque en la cultura aquí no hay hambre, ya está empezando a haber, pero todavía no como en nuestros países. Hay mucho dinero y la televisión arrastra con los jóvenes y las culturas en las escuelas. Hay que formar cristianos que nos vayan a reemplazar e incentivar las vocaciones. Por eso necesitamos mucho a las escuelas católicas. Allá (en nuestros países) todo el mundo es creyente, entonces el ambiente ayuda, pero aquí no. Aquí hay tantas sectas que necesitamos formar más cristianos católicos que nos remplacen”.

Para el padre Raúl, el hecho de ser sacerdote no ha sido un obstáculo sino más bien un incentivo para desarrollar sus talentos. No ha tenido que renunciar a la música que tanto ama y brinda el siguiente consejo a aquellos que pueden pensar en la vida religiosa pero que sienten temor de no poder desarrollar sus talentos: “No limita a nadie ser sacerdote. Son diferentes carismas y se puede actuar conforme a lo que Dios les dio. El sacerdote tiene experiencias muy hermosas, familiares, es parte de la familia parroquial.

Tiene muchos hermanos, primos y también tiene su libertad para pasearse y divertirse sanamente. Eso se le exige igual al que es casado”.

El pasado 17 de marzo, el padre Raúl Cortés celebró junto a su parroquia sus 50 años de vida dedicada a servir a Dios como sacerdote. Su deseo y sueño: que la educación católica esté disponible para todos los niños, independientemente de su estatus económico.

“Acabo de cumplir las bodas de oro. Fue una cosa que nunca esperé en mi vida, muy divina. Dios se enamoró de nosotros, hubo una multitud de gente [en la celebración] a pesar de que estaba lloviendo, se llenó la iglesia y todo fue muy divino. Yo me sentía como arriba de las nubes”.

PREGUNTITAS

• ¿Qué comida le gusta?: “Pues de comida, la mexicana, en general… la mexicana”.

• ¿Sabe cocinar?: “No sé cocinar. Tuve cuatro hermanas que andaban conmigo siempre, mi mamá también, no me dejaron aprender a cocinar. Y como en todos los colegios donde llegaba había monjas… por ningún lado me dejaron cocinar. Aquí pues nunca lo he hecho. Llego a hacer un café y es todo… el otro padre que está aquí hace de comer, es un guatemalteco. Si no, pues todos los restaurantes me han dado tarjetas para que vaya a comer cuando quiera”.

• ¿Practica algún deporte?: “Mis equipos en mi juventud eran el Atlas y el Guadalajara, pero ya de viejo…ninguno, ¿por qué? Porque ahora es puro negocio y porque yo fui a los mundiales de fútbol y viendo a Italia, Francia, México… me acostumbré a ver fútbol y los equipitos… ya no”.

• ¿Practica algún deporte?: “Ya nada, antes sí mucho, racketball, en Canoga Park tenía mi membrecía. Fútbol… participé en equipos de veteranos. Y caballo… todavía hay ranchos aquí que tienen rodeos y todavía me invitan”.

• ¿Qué hace en sus días libres?: “Ya nada, no tengo días libres, pero antes me iba a pescar. Me gustaba, tenía mi barco y me iba al mar”.

• ¿Viajes?: “He hecho 11 viajes a Tierra Santa, Roma, Europa. Además a México. El 7 de abril vamos a hacer un viaje para conocer lo histórico de Estados Unidos: la línea de la independencia, Nueva York, Boston, Memphis, etc. Además el Pentágono, la Casa Blanca”.

• Qué mensaje le daría los jóvenes: “Adelante y que Dios los bendiga. Tenemos que salvar a nuestro pueblo. Muchos al venir a Estados Unidos pierden su fe por falta de atención y porque no venían preparados para el ambiente de aquí, la cultura. Todo depende de Dios, que nos bendiga, que nos vaya bien. Él es el camino para la felicidad. Si uno no cumple con sus deberes en su vocación, no va a ser feliz. Y de allí parten las vocaciones, la del matrimonio, que es lo más común, y la del sacerdocio. Puedo hablar de la grandeza del sacerdocio por su carisma, su ordenación, su unción, su poder que tiene de celebrar misa y confesión. Sobre todo la misa, en la eucaristía, porque Cristo se ofreció al Padre eterno como alianza nueva de la humanidad y necesita sacerdotes para seguirse ofreciendo”. VN

PADRE RAÚL CORTÉS
SANTA CATALINA DE SIENA
18115 Sherman Way
Reseda, CA 91335
818/ 343-2110

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