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ARREPIÉNTETE Y CREE EN EL EVANGELIO

El próximo 21 de febrero es Miércoles de Ceniza, y comienza el santo tiempo de Cuaresma. Miles de personas llenarán las Iglesias para participar de este rito que tiene un significado muy especial entre los latinos de Estados Unidos. Les invito a que escojan el mejor momento para participar. No vayan a la carrera, tómense su tiempo y si es posible participen con sus familias. Recuerden que todos los ritos de la Iglesia tienen una dimensión personal, para que ustedes sientan el amor de Dios en sus corazones, pero también refuerzan nuestros lazos familiares y nuestros vínculos comunitarios en el mismo amor de Dios. La Ceniza nos recuerda al Santo Rey David cuando pidió perdón a Dios, a su familia y a su pueblo por haber cometido errores tan grandes que necesitaban un signo de reconciliación.

No piense que la Ceniza es un acto de magia que le libra de todos los peligros, no tiene ese sentido, aunque ciertamente si aprovecha bien las oportunidades que le da la Cuaresma crecerá como persona y se verá libre de muchos peligros y tentaciones. Procure mantener su espíritu alegre y optimista. Ponga una sonrisa en sus labios y suavice los gestos de su rostro, pues el ayuno y la abstinencia que va a practicar en la Cuaresma no son para entristecerle sino por el contrario, le ayudarán a reconocer lo mucho que ya tiene en sus manos y lo poco que necesita para ser feliz. Participe en la Misa los domingos de Cuaresma y si es posible consiga una guía de las lecturas diarias de Cuaresma, como un Nuevo Comienzo. Podrá observar que las lecturas de la Cuaresma son geniales para ayudarle a poner en orden sus ideas y a tomar los pasos necesarios para reorientar su vida en la dirección que verdaderamente le lleva a la felicidad.

Cada año, celebramos la Cuaresma, no para repetir lo que hicimos el año pasado y caer en la cuenta que no tenemos remedio, esa es una visión muy pesimista. Cada año damos un paso adelante en nuestro propio crecimiento humano y cristiano hasta alcanzar la madurez de los hijos de Dios, que es nada más y nada menos que liberarnos de todos nuestros egoísmo y hacer todas las cosas sólo por amor, al estilo de Jesús. Si se mira en un espejo se dará cuenta que no es el mismo del año pasado, a lo mejor ya le salió una cana o las patas de gallo se asoman en tus ojos. Lo mismo le pasa a su espíritu, sólo que al revés, en vez de envejecer, se robustece, con el paso de los años se hace más ágil y más libre, para percibir las cosas de Dios, pues al final de cuentas para eso hemos nacido. Y ese espíritu fortalecido en un cuerpo que sabe dominar sus pasiones y sus impulsos, nos hace a los ojos de los demás personas amables, personas llenas de Dios.

Es cierto que no somos felices por la opinión de los demás, sin embargo, qué duda cabe que todos queremos contribuir a la felicidad de otros, quizás de nuestra madre, esposa, esposo, o hijos. Cada quien tiene alguien a quien cuidar. La Cuaresma también le da la oportunidad de unirse a todos los que amas, a través de gestos que muestran el verdadero amor. Quizás para pedir perdón o para ser perdonado. ¡Quién no quisiera borrar de su pasado aquellas acciones con las que ha lastimado a los que ama! Imagine un padre de familia que cansado del trabajo llega y al ver su casa un tiradero y a todos viendo la tele, se enoja, grita y avienta la taza en la que bebió su café. Al día siguiente, aunque no lo exprese, querrá reconciliarse y se sentará a la mesa para volver a construir los vínculos que la noche anterior se dañaron, quizás por culpa de todos, pero al final por un gesto de cólera y enojo que él no supo controlar. La Cuaresma es tiempo de perdón, de esa clase de perdón que toca nuestra raíz, porque cura, libera y sana.

Pero además la Cuaresma tiene una dimensión social. El Cristo crucificado es el rostro del pobre, del marginado, del empobrecido por las condiciones de vida injustas. Es el inmigrante sin papeles, la mujer abandonada y engañada. Es el hijo a quien sus padres no entienden, o el obrero que trabaja en la helada tierra de invierno por un salario que no le alcanza para la renta y los gastos. Ese Cristo sigue crucificado, y espera su resurrección a través de la solidaridad y el compromiso común. Todo esto y más es la Cuaresma, prepárese a vivirla intensamente, como Jesús nos enseñó.

Para leer en Cuaresma le recomiendo “Un Nuevo Comienzo”, o “¡Oiga! Déjeme hablarle de Cuaresma y de Pascua”, o “El Vía Crucis de Jesús Migrante”. Puede conseguirlos en www.librosliguori.org, 1-800 325-9521, o en el supermercado hispano más próximo a su domicilio. VN

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