ALGUNAS IDEAS SOBRE ESTE AÑO DE ELECCIONES
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
Lo más difícil de hacer en un año electoral es mantener la fe y la política en su respectivos lugares.
Siempre enfrentamos dos tentaciones fundamentales.
Por un lado, somos tentados a separar nuestra fe de la política -para actuar como si no hubiera relación entre lo que creemos o lo que nuestra Iglesia enseña, y cómo votamos, o las posiciones que tomamos frente a algunos temas.
La otra tentación es lo contrario -la tentación de “utilizar” nuestra religión para justificar nuestros proyectos y prejuicios políticos.
Obviamente, ninguna de estas opciones se conforma a lo que Jesús espera de nosotros.
Todos recordamos la historia del Evangelio de cómo los líderes religiosos de su tiempo trataban de poner una trampa a Jesús preguntándole si era correcto pagar impuestos al gobierno.
La respuesta de Jesús es muy conocida, incluso entre los no-cristianos. Él pide a esos líderes que le muestren una moneda y les pregunta de quién es la imagen que se encuentra en la moneda.
Cuando le responden que la imagen en la moneda es del César, el emperador romano, Jesús dice: ¡Devuelvan al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios!
Este pasaje del Evangelio puede ser malinterpretado. A veces escuchamos algunas personas diciendo que Jesús está invitando a una estricta separación de nuestra fe -lo que debemos a Dios- de nuestra política, lo que debemos al “César”.
Pero Jesús nos invita a una unidad de vida – a una fe que abarca toda la vida.
La moneda que ellos muestran a Jesús lleva la imagen del César. Pero debemos recordar que cada uno de nosotros lleva la imagen de Dios. Cada uno de nosotros está hecho a imagen y semejanza de Dios.
Eso significa que le debemos a Dios todo en nuestras vidas: nuestro corazón, nuestra mente, nuestra alma y nuestras fuerzas.
No hay nada en nuestra vida que no le pertenezca a Dios. Eso significa que nuestra fe en Jesús debe ser la base de cómo vivimos y trabajamos. De la misma manera, debe ser el fundamento de las decisiones que tomamos en la vida pública, las personas por quién votamos y las políticas que apoyamos.
Tenemos muchas responsabilidades importantes como ciudadanos. Pero siempre tenemos que llevarlas a cabo a la luz de nuestros deberes ante Dios.
Debemos al “César” -nuestra sociedad y gobierno- nuestro respeto y cooperación. Estamos llamados a obedecer todas las leyes justas y a trabajar duro por el bien común de nuestra sociedad.
Pero a Dios le debemos una fe sincera y verdadera. Eso significa que nunca podemos permitir que nuestras creencias sean diluidas. No podemos olvidar las enseñanzas de la Iglesia y las exigencias de la ley de Dios cuando nos comprometemos con nuestra vida pública.
Y cuando las realidades políticas nos forzan a elegir, la elección es clara. Como los Apóstoles solían decir: “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Hay ciertas cosas que no son negociables en la enseñanza social católica. Como todos sabemos, existen algunas leyes y tendencias en nuestra sociedad que violan las leyes de Dios así como los derechos y la dignidad de la persona humana.
El aborto y la eutanasia nunca son permitidos porque implican la destrucción directa de una vida humana inocente. Tampoco se puede “negociar” la definición que hemos recibido de Dios sobre el matrimonio y la familia basada en la unión permanente y exclusiva entre un hombre y una mujer.
Pero en la mayoría de los grandes problemas de hoy -asuntos como impuestos y gastos públicos, la inmigración, o la mejor manera de ayudar a los pobres -hay principios morales que debemos tener en cuenta. Pero los católicos sinceros y fieles siempre van a tener diferencias legítimas de opinión sobre la mejor manera de aplicar los principios morales de la Iglesia.
Lo importante es que siempre tratemos de pensar y actuar con la mente de Cristo y de la Iglesia.
Por eso, en las próximas semanas, voy a tratar de reflexionar, a la luz de las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia, sobre algunas de las dificultades que enfrentaremos en las próximas elecciones.
Lo más importante es formar nuestras conciencias. Tenemos que asegurarnos de que nuestra participación y contribución siempre reflejen los valores morales y religiosos que encontramos en las Escrituras y en las enseñanzas de nuestra Iglesia.
Así que, al entrar en la recta final de lo que ha sido una campaña electoral intensa, tenemos que orar unos por otros y por nuestro país. Damos nuestra mejor contribución como ciudadanos a nuestro país cuando tratamos de ser totalmente fieles a las enseñanzas de Cristo y su Iglesia.
Pidamos a nuestra Madre María Inmaculada, la Patrona de los Estados Unidos, que nos ayude en esta temporada electoral, a esforzarnos más para saber qué creemos como católicos y porqué. VN
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