“PARECE COMO QUE LOS POBRES HAN ESTADO EN TODO EL CAMINO DE MI VIDA”
El Padre David Mateo Velázquez ha luchado desde siempre por los derechos y el bienestar de los que tienen menos y que más necesitan
Cuando el Padre David Mateo Velázquez iba a ser enviado a continuar su misión pastoral en Estados Unidos no sabía qué le esperaba, pero pronto descubrió que aquí también podía seguir la misión que empezó de joven: ayudar al pobre, al más necesitado.
“Parece como que los pobres han estado en todo el camino de mi vida”, dice a Vida Nueva el Padre David Mateo Velázquez, de la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Maywood.
“(Cuando era joven) Antes que ir a un baile, a mí me gustaba ir con la gente pobre, a los hospitales. Me gustaba mucho ayudar a la gente necesitada. Y es que recuerdo a mi padre que, desde que éramos niños, ayudaba a mucha gente pobre. Nos llevaba con él y nos daba las cosas para que se las diéramos a los pobres. Eso se nos quedó grabado”, dice el sacerdote recordando a su padre.
Su familia, conformada por su padre –David– , su madre –María Luisa Sánchez– y 11 hijos, no vivió el catolicismo en casa. Su padre pasó de ser Testigo de Jehová a mormón y, finalmente, a Católico. “No éramos muy apegados a la religión”, recuerda el Padre Velázquez, natural de Monterrey, Nuevo León, México.
Cuenta que su padre era muy inquieto y cuestionaba siempre la Palabra de Dios hasta que un amigo le ayudó a encontrar las respuestas en el catolicismo “y fue muy activo en la comunidad cristiana”. Curiosamente, dice que una de las primeras misiones de su padre católico fue ayudar en la construcción de una iglesia –San Ignacio de Loyola–, en Monterrey, y luego “yo levanté tres”, afirmó.
Tras educarse en escuelas públicas y privadas –pero no católicas– en primaria y secundaria, conoció a los Misioneros del Espíritu Santo y la preparatoria sí la hizo en un centro católico. A los 18 años entró al noviciado de los misioneros en el Distrito Federal.
Su primera experiencia apostólica, que considera muy positiva, la realizó en Tijuana, en la parroquia de Guadalupe, una preparación para lo que sería luego el ministerio sacerdotal.
El Padre Velázquez pasó por cada una de las etapas que lo llevarían a su ordenación: noviciado, estudios de Filosofía, experiencia apostólica, Teología. “En cada una de las etapas vas haciendo un corte para ver cómo te sientes, si vas a seguir adelante. Si crees que es tu vocación. Son evaluaciones físicas, psicológicas, espirituales, vocacionales. De todas las áreas siempre se hace un discernimiento para ver si quieres seguir adelante. Muchos van quedando, van diciendo que no. Nosotros entramos 40 y nos ordenamos 10″, dice.
ROMA
Después de un año de estudios de Teología en el DF, sus superiores lo enviaron a estudiar en Roma porque lo consideraron entregado a sus compromisos religiosos y de estudios.”Yo llegué ahí y a la semana siguiente ya estaba sentado en la universidad oyendo italiano sin saber una palabra. Las clases eran diarias, intensivas y el fin de semana, el domingo, era dedicado al apostolado con los jóvenes en la parroquia”, relata de su experiencia en Italia, donde se graduó con una licenciatura en Teología Pastoral en la Universidad Salesiana, pero un año antes de hacerlo, regresó a México para representar a los estudiantes en el capítulo general de su congregación. Como ya era diácono, decidió aprovechar el viaje para ordenarse como sacerdote en su país.
LA VIRGEN DE GUADALUPE A SU LADO
Durante el capítulo tuvo un serio contratiempo, pues un día perdió el conocimiento y fue hospitalizado con dolores terribles, además de estar totalmente paralizado del cuello para abajo. Para sumarse a su dolor, el superior general que fue a visitarlo al hospital le comunicó que en esas condiciones no podía ser ordenado sacerdote, y apenas faltaban tres meses para su ordenación.
“Yo ya tenía las invitaciones hechas, tenía todo listo. Para mí eso fue una experiencia de dolor, de desolación muy fuerte. Le decía a Dios: ‘¿Por qué?, si no me querías sacerdote, no me hubieras llamado’. Estuve en el hospital como dos semanas con unos dolores terribles. No podía moverme, tenían que darme de comer en la boca. Era terrible. Yo le pedía mucho a Dios que me diera paciencia. Recordé algo que dije en Roma antes de volver a México: ‘Dios, me voy a ordenar un año antes. Señor, prepárame y complétame lo que me falta’ y me dije: ‘Yo me voy a encomendar a las manos de Dios; lo que Dios quiera’.
“Luego se me ocurrió una idea. Le hablé al superior de la comunidad y le pedí que me llevaran a la Basílica de Guadalupe, en el Distrito Federal. Todos me decían: ‘¡Cómo te vamos a llevar!, si estás muy mal, no puedes caminar’. Yo les decía: ‘Bueno, pues súbanme a la camioneta y llévenme en la silla de ruedas’. Así lo hicieron y me llevaron a la Basílica. Yo llevaba conmigo una invitación de la ordenación.
La puse a los pies de la Virgen de Guadalupe y le dije: ‘Nos vemos el 14 de septiembre en Monterrey para mi ordenación’. A la semana yo estaba tocando la puerta del superior general de pie diciéndole que ya estaba listo para mi ordenación. Cuando escuchó que tocaron a su puerta, el superior general nunca se imaginó que iba a estar yo ahí. Cuando abrió empecé a bailar delante de él. Él se reía y me dijo: ‘Vamos a ordenarte sacerdote’. Yo escogí la parroquia de la Cruz del Apostolado”. El Padre Velázquez se ordenó el 21 de septiembre de 1980, en Nuevo León.
Tras ordenarse volvió a Italia, a completar el año que le faltaba y a hacer su tesis. Luego regresó a la iglesia donde se ordenó y quedó a cargo de tres de las diez capillas o misiones que contenía la parroquia. “Organizamos a la comunidad primero, hacíamos confesiones, Misas, matrimonios, quinceañeras. Cerrábamos la calle y ahí celebrábamos la Misa o lo hacíamos en terrenos baldíos porque ahí no había nada. Tenía muchas amistades muy pudientes en Monterrey y ellos empezaron a ayudarme. Fue un éxito y una experiencia muy fuerte porque ahí descubrí la fe y la confianza del pobre. Era gente muy, pero muy activa, muy entregada. Mis primeros años de sacerdocio, en los que uno está con toda su energía, fueron muy positivos. Pero también trabajamos con gente de mucho dinero, hicimos la conexión de los pudientes que ayudaran a las colonias pobres a través de las iglesias, y con unos y otros tuvimos la capacidad de anunciar el Reino de Dios.
“Luego el Obispo me llamó a trabajar en la catequesis (Cruz del Apostolado) de la Arquidiócesis en Monterrey como director de toda la catequesis, labor que incluía la formación de los catequistas. Logramos orientar la catequesis”.
CAMPOS DE OXNARD
Partió a España en 1992 para estudiar para el doctorado de Catequesis en Madrid, pero no lo pudo sacar porque sus superiores dispusieron que viniera a Estados Unidos, a Oxnard, a la parroquia de Guadalupe, donde llegó en 1993. “Mis superiores me dijeron: ‘Tú terminas tu tesis en Oxnard’, pero no se dio por el gran trabajo que tuve en la parroquia, con campesinos, con pandilleros, con la gente pobre. Con el tiempo me di cuenta de que había mucha necesidad entre la numerosa cantidad de hispanos. Cuando llegué y vi la realidad del hispano dije: ‘Aquí hace falta sacerdotes hispanos’. Eso fue lo que a mí me impresionó mucho. Empecé a trabajar con gente muy pobre, que laboraba en los campos; con gente de toda edad. Posteriormente me asignaron a trabajar con el Movimiento Familiar Cristiano en Los Ángeles. Fui coordinador del movimiento en la región oeste de Estados Unidos. Entonces fue cuando entré a la Arquidiócesis de Los Ángeles, en la oficina de Vocaciones Hispanas, y me cambié a la parroquia de Santa Martha, en Huntington Park. Luego tomé la decisión de incardinarme a la Diócesis. Pedí la incardinación (dejar la comunidad religiosa para ser sacerdote diocesano) y fue asignado a la Misión de San Buenaventura como asociado. Ahí estuve cuatro años trabajando con la comunidad anglo y la hispana”.
MAYWOOD, PRUEBA AL INMIGRANTE
Tras pasar cuatro años en San Buenaventura, pidió su asignación a Santa Rosa de Lima, en Maywood, una parroquia con gran cantidad de hispanos.
En Santa Rosa de Lima, el Padre Velázquez no pudo dejar de escuchar las voces y el llanto del pobre y del inmigrante, y empezó a organizar a la comunidad junto con algunas asociaciones para luchar por los derechos de los inmigrantes ante los abusos y acoso constantes de algunos policías corruptos que se ensañaban especialmente con los indocumentados.
“Un día me puse de pie en la reunión de grupos que defendían a los inmigrantes y dije: ‘Ya me cansé. Esto no va a funcionar. Ya agotamos el diálogo, ahora vamos a ir por los votos’.
Decidimos ir casa por casa motivando a la gente para que fuera a votar y se lograra el cambio. Yo fui casa por casa explicando la situación, cómo ellos podían apoyar al candidato que apoyaba a su vez a la comunidad. Lo logramos”, relata y agrega: “Fuimos ejemplo para muchas ciudades. Aquí se empezó a despertar esa voz para parar la injusticia contra los inmigrantes. Luego Maywood fue declarada Ciudad Santuario”.
Ya cumplió nueve años como párroco en Santa Rosa de Lima. Ahora le toca su siguiente misión, la que empezará a cumplir a partir del 1 de julio de este año en la parroquia de San José, en Carpintería, donde el Padre Velázquez compartirá sus dones y talentos.
MENSAJE
“La vida del sacerdote no tiene nada de aburrido, cada día vas a esperar lo inesperado. Hay jóvenes que quieren irse a subir montañas, otros quieren caminar a pie todo Estados Unidos. Yo les digo: ‘Una aventura mucho más excitante es ser sacerdote. Porque ahorita te estás alegrando con el bautismo de un niño, al rato estás aconsejando a una pareja para que logre mejor comunicación, luego un adolescente viene a pedirte tu bendición porque quiere ir al colegio y no tiene papá y necesitas tú apoyarlo, o viene un hombre que acaba de perder a su esposa y tienes que apoyarlo. Tienes que tener la capacidad de poderte involucrar, de poder hacerlo con todos. Eres amigo, compañero, deportista, tienes que saber pelearte con los que hacen la injusticia. Es verdaderamente una aventura. Yo no me he aburrido ningún día, no hay un día igual en la vida de un sacerdote, siempre hay algo nuevo, pero algo nuevo que te llena de emoción, de espíritu… Tienes que estar con la gracia de Dios en tu corazón. Sobre todo, yo he aprendido a hablar en nombre de Él, en nombre de Jesús, no es en nombre de uno”. VN
PREGUNTITAS:
COMIDA: “Me gusta la carne asada y los huevos rancheros”.
COCINA: “Sé hacer Cordon Bleu, lomo mechado, pescado a la vizcaína. Me gusta mucho la pasta Alfredo y la sé hacer”.
DEPORTES: “Fútbol (soccer); le voy a los Tigres de Nuevo León.
HACE DEPORTE: “Antes hacía mucho ejercicio, pero ahora nada más es caminar”.
IDIOMAS: “El francés lo estudié, pero lo practiqué menos. Lo puedo leer y entender perfectamente. Hablar es más difícil. El italiano no se me ha olvidado. El inglés nada más oyendo pues se me pegó”.
PASATIEMPOS: “Me gusta mucho la computadora; me gustan los programas y ver películas”.
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