LA LIBERTAD, UN DON Y UNA RESPONSABILIDAD, EXPLICA EL PAPA A ESTADOS UNIDOS

En su discurso pronunciado en la Casa Blanca

La libertad es un desafío para cada nueva generación que debe «ser conquistado constantemente» en favor de la causa del bien, considera Benedicto XVI.

Fue el mensaje que dejó este miércoles en la Casa Blanca en la primera jornada de su peregrinación apostólica a los Estados Unidos. Recibió la bienvenida del presidente George Bush de su esposa, Laura, y de unos 9.000 huéspedes que participaron en la recepción, celebrada en los jardines de la residencia presidencial.

«Me siento dichoso de ser huésped de todos los estadounidenses –confesó–. Vengo como amigo y anunciador del Evangelio, como uno que tiene gran respeto por esta vasta sociedad pluralista. Los católicos americanos han ofrecido y siguen ofreciendo una excelente contribución a la vida de su País. Al comenzar mi visita, confío en que mi presencia pueda ser fuente de renovación y esperanza para la Iglesia en los Estados Unidos y refuerce la voluntad de los católicos de contribuir más responsablemente aún a la vida de la Nación, de la que están orgullosos de ser ciudadanos».

En la «tierra de la libertad» el Papa focalizó buena parte de su primer discurso en el significado de la libertad.

«Ya desde los albores de la República, la búsqueda de libertad de Estados Unidos ha sido guiada por la convicción de que los principios que gobiernan la vida política y social están íntimamente relacionados con un orden moral, basado en la señoría de Dios Creador», dijo.

«A lo largo de ese proceso, que ha plasmado el alma de la Nación, las creencias religiosas fueron una constante inspiración y una fuerza orientadora, como, por ejemplo, en la lucha contra la esclavitud y en el movimiento en favor de los derechos civiles».

Benedicto XVI alabó el hecho de que históricamente, «no sólo los católicos, sino todos los creyentes han encontrado aquí la libertad de adorar a Dios según los dictámenes de su conciencia, siendo aceptados al mismo tiempo como parte de una confederación en la que cada individuo y cada grupo puede hacer oír su propia voz».

Ahora bien, el Santo Padre advirtió que la libertad no es sólo un don, sino también «una llamada a la responsabilidad personal».

«La defensa de la libertad es una llamada a cultivar la virtud, la autodisciplina, el sacrificio por el bien común y un sentido de responsabilidad ante los menos afortunados», afirmó.

«Además, exige el valor de empeñarse en la vida civil, llevando las propias creencias religiosas y los valores más profundos a un debate público razonable».

«En una palabra –aclaró–, la libertad es siempre nueva. Se trata de un desafío que se plantea a cada generación, y ha de ser ganado constantemente en favor de la causa del bien».

Recordando al Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI afirmó que «en un mundo sin verdad la libertad pierde su fundamento», y «una democracia sin valores puede perder su propia alma».

En estas palabras proféticas su sucesor percibió «de algún modo la convicción del presidente Washington, expresada en su discurso de despedida, de que la religión y la moralidad son “soportes indispensables” para la prosperidad política».

El Santo Padre insistió en que la Iglesia quiere contribuir a la edificación de «un mundo cada vez más digno de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios».

La Iglesia, insistió, está convencida de que la fe «proyecta una luz nueva sobre todas las cosas, y que el Evangelio revela la noble vocación y el destino sublime de todo hombre y mujer».

«La democracia sólo puede florecer cuando los líderes políticos, y los que ellos representan, son guiados por la verdad y aplican la sabiduría, que nace de firmes principios morales, a las decisiones que conciernen la vida y el futuro de la nación», recalcó.

Pensando en el discurso que pronunciará el viernes en las Naciones Unidas, recordó que en este año se celebra el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

En este contexto, constató: «la exigencia de una solidaridad global es más urgente que nunca, si se quiere que todos puedan vivir de acuerdo con su dignidad, como hermanos y hermanas que habitan en una misma casa, alrededor de la mesa que la bondad de Dios ha preparado por todos sus hijos».

Por eso hizo un llamamiento a Estados Unidos para que apoye «los esfuerzos pacientes de la diplomacia internacional orientados a solucionar los conflictos y a promover el progreso».

«Así, las generaciones futuras podrán vivir en un mundo en el que florezca la verdad, la libertad y la justicia, un mundo donde la dignidad y los derechos dados por Dios a cada hombre, mujer y niño, sean tenidos en consideración, protegidos y promovidos eficazmente», concluyó. VN

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