VOCES DE JUSTICIA

VOCES DE JUSTICIA

(fOTO: Miembros de CMOB del pasado, en un evento de abril de 2018 que marcó el aniversario número 25 de una Junta de revisión laica en Los Ángeles. El cuarto desde la izquierda es el ex presidente de CMOB y juez retirado Richard ‘Skip’ Byrne. / ALEXANDRA COOPER).

Un vistazo al interior de ese trabajo discreto y con frecuencia doloroso que desempeñan los hombres y mujeres que ayudan a revisar las denuncias de abuso clerical en Los Ángeles

Por TOM HOFFARTH

Durante las próximas semanas, Angelus -la publicación en inglés de la Arquidiócesis- presentará una serie de historias sobre los innovadores esfuerzos de la Arquidiócesis de Los Ángeles por combatir el abuso sexual.

En el período que abarca la casi totalidad de los últimos 20 años, un pequeño grupo de hombres y mujeres -entre ellos abogados, profesionales de la salud mental, unos cuantos sacerdotes, una religiosa e inclusive un pediatra- se ha reunido regularmente para prestar un servicio del que el Arzobispo de Los Ángeles, José H. Gomez, no podía prescindir para ejercer su labor.

Conocido como el Comité de Supervisión de Conducta Inapropiada del Clero (CMOB). Este comité independiente ha revisado cada uno de los casos en que se sospecha una conducta sexual inapropiada cometida por sacerdotes y diáconos en la Arquidiócesis de Los Ángeles, desde 2002. Algunos son, ellos mismos, sobrevivientes de abuso sexual por parte del clero.

Su tarea es evaluar cuidadosamente cada acusación antes de ofrecerle al Arzobispo una asesoría acerca de las acciones que deberían tomarse, ya sea en relación a las políticas a seguir o a la atención de personas afectadas por el abuso.

Ahora que la Iglesia Católica mundial se enfrenta a una nueva crisis de abuso sexual, el papel de ese tipo de comités vuelve a ser el centro de atención, especialmente en la Iglesia de Estados Unidos, que es ampliamente reconocida como líder en la promoción de sistemas contra el abuso, que ofrecen la supervisión de los casos de abuso por laicos independientes.

Aquí en Los Ángeles, dicho comité ha existido desde 1994, es decir, mucho antes de que los Obispos de Estados Unidos ordenaran la creación de un comité como ése en todas las diócesis estadounidenses a raíz de la crisis de abusos de 2002.

Desde sus comienzos como Grupo Asesor sobre Abuso Sexual (SAAB) y como CMOB desde 2002, el grupo se ha apoyado en investigadores independientes, entre ellos, agentes especiales retirados del FBI, para investigar las denuncias de abuso cometidas tanto contra adultos, como contra menores, mucho antes de que fuera una costumbre generalizada el hacerlo dentro de las diócesis católicas.

Los investigadores informan de sus hallazgos al comité, que a su vez delibera acerca de la credibilidad de las denuncias y de la manera en que la Arquidiócesis debe proceder.

Entre los que supervisan internamente esas reuniones del CMOB, está la doctora Heather Banis, que asumió en 2016 el cargo de coordinadora del Ministerio de Asistencia a las Víctimas de la Arquidiócesis. Ella no es miembro del comité, pero le presenta casos a éste haciendo una descripción general de las acusaciones, un resumen de lo que se ha informado y del asesoramiento que se ha ofrecido.

“Para mí, como psicóloga, la junta está compuesta por miembros cuyas diversas áreas de experiencia convergen en crear una respuesta interdisciplinaria muy apropiada y cuidadosa para los casos graves de conducta sexual inapropiada”, dijo Banis.

“Estas personas son voluntarias y escuchan los informes detallados de las denuncias y los resultados de la investigación. En el trabajo del comité percibo tenacidad y perseverancia por comprender la verdad de lo que sucedió de la mejor manera posible y por ofrecerle al Arzobispo una recomendación imparcial y justa. Creo que el proceso es positivo e íntegro”.

‘…no estamos aquí para proteger al clero’ 

Para Kathy Moret, el tiempo que ha pasado en el CMOB durante la última década es tan sólo uno de los papeles que desempeña como parte de su ministerio de larga duración en la educación católica.

El difunto Monseñor Royale Vadakin, que en aquel entonces era Vicario general de la Arquidiócesis, pero que había conocido a Moret -feligresa de la Iglesia de la Sagrada Familia, del Sur de Pasadena -desde que ésta estaba en la escuela parroquial de Alhambra, en la cual él fue alguna vez vicario, le pidió que considerara prestar su servicio en el CMOB.

Al principio ella recuerda haber dudado, pero dijo que confiaba en la fe que el sacerdote tenía de que ella aportaría la imparcialidad y compasión de sus antecedentes a comités como el de la Escuela de Educación de la Universidad Loyola Marymount y a su trabajo en la política.

“Durante los primeros años, escuché y aprendí mucho”, dijo Moret, reflexionando sobre el trabajo del comité. “Todos los que formamos parte del grupo tenemos entre nosotros un respeto mutuo. Somos uno. Creo que es un comité unido y que todos estamos en el mismo canal”.

Los asuntos que se discuten en las reuniones no salen de la sala, dijo Moret. Algunos miembros del comité ni siquiera comparten con sus amigos el hecho de que forman parte del CMOB.

“Si el tema sale a relucir, hago todo lo posible por explicarlo, pero puede parecer complicado”, dice ella. “Estoy orgullosa de este trabajo. Realmente quisiera que la gente supiera que no estamos aquí para proteger al clero. Somos laicos que aportamos lo mejor que podemos para hacer de la Iglesia un lugar del que todos estemos orgullosos y que sea sagrado y seguro para nuestros niños.

“Hay muchas ocasiones en que, durante la cena, le digo a mi esposo que me siento verdaderamente satisfecha de lo que hicimos ese día en el comité. Y, repito, veo esto como un ministerio. No es necesariamente un trabajo fácil. Tengo fe en mí misma y en que soy una persona justa, compasiva y amorosa en el desempeño de mi ministerio”.

Dado que el CMOB sólo le da recomendaciones al Arzobispo sobre los pasos a tomar posteriormente, Moret dice que el enfoque del comité debe poner su mejor esfuerzo por procesar la información evitando intentar actuar como el encargado de tomar las decisiones.

“Cuando hay casos que involucran a niños, no estoy segura de que alguna vez llegue a lograrse un 100% de justicia”, dijo Moret. “Eso realmente le corresponde a Dios. Pero por lo que respecta a los poderes temporales que tenemos, y dadas las opciones que podemos tomar para hacer justicia, creo y espero que podamos aportar algo de paz”.

‘La esencia de nuestra fe es la compasión’

En ocasiones, la voz más importante en las deliberaciones del CMOB es la de una víctima-sobreviviente de abuso.

Dolores (no se revela su apellido) ha estado en el comité con Moret durante la última década. Más que una víctima-sobreviviente, Dolores proviene de un recorrido por la vida que la llevó en muchas direcciones diferentes antes de encontrar un camino hacia la sanación.

“La esencia de nuestra fe es la compasión y me entristece que algunas personas busquen las represalias”, dijo Dolores. “Es bastante difícil vivir una vida cristiana en nuestro mundo, siendo que uno de nuestros instintos humanos más básicos es buscar la venganza o las represalias”.

“No hay lugar para eso en el comité; aquí estamos llamados a ser y a hacer mucho más. Lo que me aportó mi participación en las reuniones del comité fue abrirme a una visión más compasiva, no sólo con respecto a las personas que son violadas sino también hacia los perpetradores”.

Dolores señala que el comité adopta un enfoque particularmente completo al responder no sólo a las víctimas y a su proceso de sanación, sino también en lo relativo a evaluar a los principales ofensores.

“Mucha gente de ambos grupos está sufriendo, y yo quise prestar mi servicio para ayudar a que este tema mejore”, dijo. “Creo que estoy ayudando a encontrar una solución y algún tipo de tratamiento justo para el perpetrador, ya sea removiéndolo de su puesto u ofreciéndole terapia o actividades supervisadas, para que los problemas causados por esa persona ya no afecten a la Iglesia del modo en que lo hicieron antes de que el caso fuera llevado al comité”.

“En última instancia, vivimos en un lugar en el que se supone que la justicia ha de ser impartida por la ley. Sólo hablo desde mi punto de vista, pero veo el cambio que se ha producido dentro de la Iglesia gracias a este comité y a otros similares, como una manera adecuada para abordar el problema”.

Añade que ella entiende que algunas cosas no pueden ser resueltas, más que a través de medidas extremas: “Supongo que eso implica ayudar de alguna manera y, si ése es el resultado para esa persona, es algo que también ayuda a la sociedad y a la Iglesia. No creo conservar ningún sentimiento desagradable al concluir cada una de las reuniones, ya que permanezco centrada en mí misma y en Dios”, dice Dolores.

“Al reflexionar sobre la participación del comité y las decisiones que se han tomado, sé que hemos hecho, colectivamente, las mejores recomendaciones”. VN

*Tom Hoffarth es un periodista galardonado, con sede en Los Ángeles.

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