USTEDES NO SON YA SIERVOS, SINO AMIGOS

USTEDES NO SON YA SIERVOS, SINO AMIGOS

Por Monseñor José H. Gomez
Arzobispo de Los Ángeles

En las reflexiones que he estado haciendo durante esta temporada de Cuaresma, he procurado ir aprendiendo más sobre Jesús y he tratado de conformar más a fondo mi vida con su camino para poderlo así conocer aún mejor y amarlo y servirlo todavía más.

Esta semana quiero reflexionar acerca de Jesús como amigo. Al compartir nuestra humanidad, Jesús experimentó qué papel tan importante desempeña la amistad en nuestra vida.

Él mismo fue un buen amigo. Fue amigo cercano de su discípulo Juan. Los evangelios nos brindan también los tiernos detalles de su amistad con María, Marta y con su hermano Lázaro.

Jesús habló de Lázaro diciendo “nuestro amigo”, y lloró cuando él murió.

Durante su ministerio, Jesús parecía tratar de ser amigo de todos, tanto así que sus críticos lo acusaron de ser el amigo del tipo equivocado de personas: “los recaudadores de impuestos y los pecadores”.

Con sus amistades humanas, Jesús estaba tratando de abrirnos una puerta, tratando de ayudarnos a ver la amistad divina que Dios quiere tener con cada uno de nosotros.

En la Última Cena, Jesús afirmó con claridad:

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando. Ya no los llamo siervos, porque un siervo no sabe lo que está haciendo su amo. Los he llamado amigos, porque les he dicho todo lo que le oí decir a mi Padre.

Les doy un mandamiento: que se amen los unos a los otros”.

Estas palabras de Jesús son tan personales, tan conmovedoras… Él no sólo se dirige a sus primeros discípulos, sino que también nos está hablando a ustedes y a mí.

Nosotros somos también sus amigos, porque Él también nos ha hablado sobre el hermoso plan de amor de nuestro Padre.

Para tanta gente es todavía tan difícil de creer en el amor de Dios, en su amor total por nosotros, sin excepciones y sin condiciones… ¡Pero es verdad! Dios nos ama independientemente de todo, sin importar lo que hayamos hecho o lo que hayamos dejado de hacer. El amor de Dios es verdadero.

Esto es lo que significa la invitación de Jesús a la amistad.
Nuestra amistad con Dios no depende de nuestra bondad, o de cualquier cosa que podamos “ganar”. Más bien, está arraigada en el grandioso y misterioso amor de Dios, un amor que lo llevó a entregar su vida por sus amigos, incluso por aquellos que actúan como sus enemigos.

Podemos recordar que cuando Judas vino a traicionar a Jesús en Getsemaní, Jesús lo saludó como “Amigo”.

Para ser amigos de Dios, tenemos que creer en su amor por nosotros y necesitamos conocerlo como Él nos conoce. Entonces, ¿cómo podemos conocerlo mejor?

Cuando sus primeros discípulos le hicieron esa pregunta, Jesús respondió: “Vengan y lo verán”. Aunque no podemos ir a Él y verlo como lo hicieron esos primeros discípulos, podemos encontrarlo hoy en las páginas de los Evangelios, así como también en la oración y en la Eucaristía.

Frecuentemente hago una comparación, diciendo que los Evangelios son como la página de Facebook o Instagram de Jesús. Cuando lo digo, esto hace sonreír a la gente, pero es cierto.

Los evangelios nos dicen lo que está sucediendo en la vida de Jesús y nos muestran su manera de pensar. Si queremos conocer a Jesús tenemos que consultar los evangelios todos los días para obtener información actualizada sobre su estado, para ver qué es lo que está comentando.

El lenguaje de las redes sociales me fascina; ahí se usan palabras como “seguidores”, “amigos”, “comparte”, “me gusta”, etc. Estos medios muestran cuán importantes son la amistad y las conexiones humanas en nuestra vida. Pero tenemos que recordar que lo que estamos buscando en línea sólo lo podemos encontrar verdaderamente en Dios.

¡Podemos ser amigos del Dios vivo! Todo lo que tenemos que hacer es aceptar su solicitud. Jesús nos invita a ser sus seguidores y sus amigos. Él nos invita a compartir su santidad, su naturaleza divina. Él nos está llamando a ser como Él aquí en la tierra para poder ver el rostro de nuestro Padre en el cielo.

Y Jesús nos llama a desarrollar amistades que estén cimentadas en nuestra amistad con Él. Nos hace ver que la verdadera amistad es un compañerismo espiritual, una comunión de la voluntad y de la mente que tiene sus raíces en un amor desinteresado por el otro.

Eso es lo que Jesús dice: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”.

Y lo que nos manda es que amemos a nuestros amigos como Él nos ama, con un amor de entrega y de auto sacrificio, un amor que no quiere nada para nosotros mismos sino que sólo quiere lo que Dios desea.

Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a crecer en nuestra amistad con Jesús, que nos ayude a conocerlo mejor y a moldear cada vez más nuestra vida con la voluntad que Él tiene para ella. VN

Share