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UNA ROCA VIVA EN “EL SANTUARIO”

“Yo vine aquí a enseñar y a ser Iglesia”, dice el Padre Leslie Delgado, uno de los pastores de más edad en la historia arquidiocesana

Cada mañana Vicenta Duarte de Delgado despertaba a su hijo menor Leslie, para que la acompañara a la Misa en la catedral de la Inmaculada Concepción en Colón, Panamá. Su madre se aseguraba de que Leslie nunca perdiera la Misa, especialmente cuando era su turno de servir como monaguillo.

El padre de Leslie, Lincoln Desmond Delgado, de ascendencia inglesa y española, trabajaba en la embajada británica en Panamá, y él, Vicenta y sus hijos vivían en un pequeño departamento en Colón. A pesar de que la familia era pobre, su padre –que era judío– se aseguraba de que sus hijos recibieran una buena educación católica, y él acompañaba a Vicenta y a sus hijos a la Misa cada domingo.

No obstante que los hijos trabajaban especialmente duro y terminaron con las mejores calificaciones en sus clases. Los cinco muchachos Delgado asistieron a la Academia de Santa María, a cargo de las Hermanas Franciscanas.

Y cada día, Vicenta Duarte Delgado oraba para que alguno de sus hijos llegara a ser sacerdote.

Hoy, el Padre Leslie Delgado es Pastor del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Este de Los Angeles –con 81 años, uno de los pastores de más edad que sirven en la historia de la Arquidiócesis de Los Angeles–. Recientemente él pidió al Cardenal Rogelio Mahony una extensión de su periodo como pastor en El Santuario, donde llegó como administrador en 1985 y se convirtió en Pastor en 1986.

“Yo vine aquí a enseñar y a ser Iglesia”, dice. Él ha hecho las dos cosas.

LLAMADO DE LOS CLARETIANOS

Colón estaba rodeado de “selva” o jungla, y en ambas, la catedral en Colón y las misiones en la selva. Leslie conoció a los misioneros claretianos. En 1942, cuando tenía sólo 13 años de edad, Leslie pidió llegar a ser un sacerdote claretiano.

En las horas antes de salir para el Seminario Menor en el área de Los Angeles, Leslie y su padre tallaron en una pieza de madera de balsa, un pequeño aeroplano equipado con una banda propulsora de caucho. No sería sino 13 años después, que volvería a ver otra vez a sus padres y su familia, manteniéndose solamente en contacto a través de cartas.

Venir a los Estados Unidos como un jovencito solo, no era fácil. En su primer domingo, durante el postulantado, se sentía tan solo que decidió regresar caminando a su hogar en Panamá. Antes de que pasara más tiempo, cambió de parecer y regresó al Seminario –primero en Claretville, en Calabasas, y durante un año en Momence, Illinois- el joven Leslie estudió los años de Teología en el seminario claretiano en Rancho Domínguez, obteniendo su B.A. a través de la Universidad de Loyola, y pasó su último año de teologado en la Universidad Católica en Washington, D.C. Fue ordenado por el cardenal Timothy Manning en Claretville en 1955.

El Padre Delgado regresó a Colón por primera vez desde que salió en 1942, para celebrar su primera misa en la Catedral. Él todavía se emociona cuando describe la sorpresa y la alegría que sintió cuando sus padres vinieron por el pasillo de la catedral para recibir de sus manos la Comunión. Su familia quería darle la sorpresa de que su padre se había convertido al catolicismo.

Después de la ordenación, el Padre Delgado enseñó Biología, Religión y Latín en el Seminario Claretiano de Domínguez; en la Secundaria de la Misión de San Gabriel, ayudando en la misión de la iglesia; en la secundaria Pío X, en Downey, donde estuvo en residencia en San Felipe Neri en Lynwood; y en la secundaria de San Antonio, en Long Beach, ayudando en la parroquia.

Él aprendió algo de cada Pastor con quien sirvió, notoriamente del ya fallecido Mons. Ernest Gualderon, dice el Padre Delgado. “Y yo sentía el llamado a trabajar en una parroquia”.

El Cardenal Timothy Manning aprobó su incardinación en la Arquidiócesis en 1975, y el Padre Delgado sirvió en San Pedro y San Pablo, en Wilmington, y en San Juan Crisóstomo, en Inglewood, durante el tiempo en que las misas en español se estaban extendiendo más en la Arquidiócesis. “Todo un cambio” -admite con una sonrisa- para un sacerdote acostumbrado a decir Misa en inglés y que nunca ofició en una quinceañera.

Ahora, en El Santuario, su nativo español es prácticamente todo lo que él usa para servir a la gente que responde a su fidelidad, aceptación y amor para todo el que viene. Él llama a las 1,000 familias de la parroquia –alguien que viene desde muy lejos y a todo lo ancho– y él mismo, “rocas vivas”, parafraseando las palabras de Jesús. “Usted no necesita edificios”, dice.

LECCIONES PATERNALES

En tanto que su salud se lo permita, añade, él continuará sirviendo en esta parroquia que él ama. Las lecciones que sus padres le dieron le han servido mucho –trabajo duro, el valor de la oración y la fe–. Esto muestra el camino que él orgullosamente muestra a la parroquia. Con diez Misas cada domingo y dos diariamente, sus parroquianos lo mantienen ocupado y joven.

“Mi fuerza viene de la Sagrada Eucaristía” dice el Padre Delgado. “Ella renueva mi juventud”.

Mis fines de semana son ocupados. “La única cosa que falta es un lugar adecuado para Educación Religiosa. Pero con el pequeño espacio que tenemos, lo hemos hecho maravillosamente. Yo llamo a esto pequeños milagros”.

Él da el crédito a su equipo parroquial por su duro trabajo. Antonio y Jesse Luna se encargan de la iglesia y su terreno. En la oficina, Eva Wagner y Alfredo Díaz hacen que todo funcione bien.

“Yo he tratado de guiar a la gente por la senda de Dios y ellos me han ayudado y me mantienen aquí” dice. “Yo no he estado solo. Su fe realmente ha fortificado la mía. Hemos hecho la carrera juntos”.

Él parafrasea el Salmo 43: “Me acercaré al altar de Dios, a Dios que alegra mi juventud”, –añadiendo “y mi ancianidad. Yo he encontrado realización en mi vida sacerdotal”. VN

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