RECUERDOS DE MI PADRE
Por muchos años, César Chávez estudió los cien años de historia de la organización de campesinos, que fue una triste historia de sindicatos destruidos y huelgas aplastadas. Los expertos decían que organizarlos era imposible.
A pesar de todo, mi padre se dio cuenta de que lo que le impedía organizar a estos trabajadores, era la seguridad financiera. En 1962, él tenía 35 años, vivía en el Este de los Angeles y era director de personal de la Organización de Servicio Comunitario, el grupo latino de los derechos civiles más efectivo de su tiempo. Fue su primer trabajo estable; era la primera vez desde que había sido un trabajador migrante del campo, que él y la familia no batallaban para pagar el alquiler o la comida.
Él tenía largas conversaciones con mi mamá Helen sobre esto. Sabían del riesgo que corrían y de las grandes probabilidades de no tener éxito. Estaban preocupados de sus ocho hijos, que en ese entonces tenían de 4 a 13 años de edad; yo tenía seis.
Finalmente, mi papá renunció a su trabajo y se mudó con su familia a Delano, California, la capital de la cosecha de uvas de Estados Unidos, cobijando una vida de pobreza que lo acompañó hasta su muerte. Mi madre y mis hermanos mayores trabajaban en los campos, mientras que mi padre cuidaba a los niños más pequeños, y al mismo tiempo iba a las granjas de las ciudades tratando de reclutar a trabajadores. Este esfuerzo se convertiría luego en la Unión de Campesinos de América (UFW). Al principio, a menudo regresaba a casa desanimado después de varios días en los caminos, tratando sin mucho éxito de reclutar a alguien.
La fundación de la UFW fue un acto de fe, porque aún mi padre tenía serias dudas; no sabía si triunfaría. Pero él lo hizo de todos modos, no hubiera podido vivir consigo mismo sin haberlo intentado.
Cuando César Chávez empezó a construir el movimiento de los campesinos que cumplirá 50 el próximo año, entendió que ellos no eran sólo trabajadores. Él sabía que se necesitaba más que a un sindicato para vencer la pobreza, discriminación y falta de poder de los trabajadores que sufren en sus empleos y comunidades; se necesitaba un movimiento.
Entonces mi padre comenzó un programa de servicios fúnebres, una cooperativa de crédito, clínicas y centros de atención diurna. Creó escuelas para capacitar a los trabajadores agrícolas y a sus hijos a ser negociadores, organizadores y administradores de contratos.
Inspirado en Gandhi y en el doctor Martin Luther King, mi padre adoptó estrategias históricas que fueron novedosas para la mayoría de los sindicatos laborales de esos tiempos. Ayunó durante 25 días en 1968, para reivindicar el movimiento de la no violencia. El Senador Robert Kennedy vino a Delano cuando terminó el ayuno, catalogando a César Chávez como “una de las figuras heroicas de nuestro tiempo”.
Mi padre también se opuso a la Guerra de Vietnam en la década de los años sesenta.
La UFW fue el primero de los mayores sindicatos en proponer una reforma migratoria justa tan temprano como en 1973. Él condujo a los trabajadores agrícolas en las peregrinaciones, llevando la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Sacerdotes, monjas y clérigos de todas las religiones se unieron a La Causa, incluyendo al Cardenal Rogelio Mahony, quien ofreció un importante apoyo.
Aunque orgullosos de esa historia, hoy en día también sabemos cumplir con el legado que dejó mi padre, lo que significa continuar con su labor. Este es el trabajo duro de todos los días de la UFW en seguir organizando a los trabajadores del campo en búsqueda de soluciones legislativas, como la reforma migratoria. Esta es también la misión de la Fundación César Chávez, que trabaja duro cada día para inspirar a todas las personas y mejorar la vida de aquéllos que él defendió.
Actualmente la fundación de Chávez ayuda a construir y administrar viviendas de calidad accesibles al bolsillo, con servicios comunitarios extensivos en cuatro estados, una labor que beneficia a miles de familias de bajos ingresos y personas mayores.
También tenemos una radio educativa en español que diariamente entretiene y estimula la participación cívica de 500 mil leales oyentes en cuatro estados, a través de nuestra cadena de nueve estaciones de Radio Campesina. Ayudamos a los latinos a remediar los lamentables índices de deserción escolar a través de tutoría de alta calidad y programas de aprendizaje ofrecidos después del horario escolar. Y en el Centro Nacional Chávez en Keene, formamos a las nuevas generaciones de activistas y líderes a través de la recién inaugurada Villa la Paz, un centro educativo y de conferencia en expansión, en la histórica estructura con estilo de misión de los años veinte, donde mi padre planeó, propuso estrategias y mantuvo concurridas reuniones en la comunidad.
Nosotros honramos el legado de mi padre no solamente durante las celebraciones que conmemoran su vida y obra, sino también en el continuo trabajo de cada día que él comenzó. VN
Paul F. Chávez es presidente de la Fundación Cesar Chávez. Trabaja y vive en la sede del movimiento de campesinos en La Paz, Keene, California.
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