RECIBIR EL BAUTISMO DE MAYORCITO FUE DETERMINANTE EN LA VIDA DEL PADRE ÁNGEL CASTRO

Basado en sus experiencias personales, el religioso se dio cuenta que el sacerdocio no es sólo para familias ‘buenas’ porque es Dios quien hace ’dignos’ a los que llama

Reflexionando sobre su vocación, el padre Ángel Castro asegura que su caso es un ejemplo claro de que Dios escribe “en renglones muy chuecos” y de la importancia del ejemplo de su madre, a la que atribuye su vocación.

Nació en el estado de Guerrero, México, el sexto de nueve hermanos -cuatro hombres y cinco mujeres- y a los 9 años vino a California, donde estudió la primaria y secundaria en las escuelas públicas de Long Beach.

Sus padres son María Concepción Nolasco y Víctor Castro, ambos vivos, pero separados. La mamá reside en California y el papá, en México.

“Mi madre sobre todo era católica practicante”, cuenta a VIDA NUEVA. No así el padre, quien, aun siendo católico, bautizado y casado por la Iglesia, por alguna razón estaba alejado de ésta y no permitió que sus hijos se bautizaran. Por ello sus hijos se bautizaron ya grandes, después de la separación de los padres.

“Mi madre sí es católica y ella fue la que inspiró nuestra fe en Dios”, dice hablando de su progenitora con ternura. Ella, según el hoy sacerdote, sufrió mucho porque sus hijos no hubieran recibido el sacramento del Bautismo y por eso hizo que lo recibieran después de la separación matrimonial.

“A mí me impactó mucho bautizarme ya de grande, como a los 13 años, ya estando aquí en Estados Unidos”, manifiesta el padre Ángel, y agrega: “Cuando mis padres se separaron ya pudimos todos vivir la religión. Antes no porque mi padre estaba muy alejado y eso traía un poco de conflicto para la familia”, problemas que la mamá trató de evitar.

LA INFLUENCIA DE MAMÁ

Ya estando aquí en Estados Unidos, la familia empezó a vivir la religión. “De hecho”, relata a VIDA NUEVA, “yo adjudico mi vocación al ejemplo de mi madre, porque, a pesar de no crecer en la religión, a mi mamá yo siempre la vi como una mujer muy fuerte y llena de fe. A pesar de todo siempre nos hablaba de Dios y hasta cierto punto fue una “bendición”, aunque se oiga mal o irónico, pero yo creo y ahora lo cuento como algo providencial el no ser bautizado de niño porque tal vez no hubiera tenido la misma experiencia. Tampoco creo que los padres deban de esperar tanto para bautizar a sus hijos. Dios escribe en renglones muy chuecos”.

El Bautizo fue algo muy consciente porque mi madre dijo: “Yo quisiera que fueran bautizados”. Ella nos invitó, los menores seguimos el ejemplo de las mayores, pero todos éramos conscientes de estar tomando este sacramento. No fue algo forzado, fue una invitación, cuenta el padre.

El Bautizo tuvo lugar en la Parroquia de San Mateo en Long Beach, a donde iba la familia. “Mis hermanas fueron primero y después mi hermano y yo”, recuerda.

El Bautismo no lo llevó a pensar de inmediato en el sacerdocio, cosa que veía muy lejana y que no era para él. Ahora cree que no fue hasta después de un año o año y medio de universidad cuando se planteó qué quería hacer con su vida. En la universidad estudiaba para ser meteorólogo o periodista, pero después se dio cuenta de que Dios tenía otros planes.

Si bien le gustaba ayudar en la Iglesia, dice, “hasta cierto punto yo pensaba que el sacerdocio no era una opción para mí. Era algo así como ‘no lo creo’, yo lo veía como algo muy lejano, muy ajeno a mí”.

EL CAMINO SE ABRE

“Entonces, fue para mí una gran influencia mi párroco porque yo lo vi a él como una persona instrumental; era y seguirá siendo un gran ejemplo de entrega y servicio. El párroco era Guillermo Rodríguez, ejemplo de labor y dedicación.

“Después de hablar con él me di cuenta de que sí era mi camino. En general yo no pensaba en ser sacerdote hasta que él me preguntó:
“¿Crees que Dios te está llamando para algo?”
“No”, le contesté.

“Pero, ¿qué te parece si ya vas para sacerdote?”
Esa pequeña conversación recuerda, “fue el comienzo de todo, porque yo no me sentía preparado, creía que eso era para muchachos de familias ‘buenas’, pues mi familia era una familia donde había una separación, de un padre y una madre separados. Pensé que tal vez esto sería un problema. Creo que fue entonces cuando empecé a tomar más en serio mi vocación en la vida, a dónde quería estar y servir. Bastaron unas palabras del sacerdote y eso me impactó, como que abrió otros horizontes”. Pero a pesar de esas palabras casi mágicas, Ángel todavía quería pensarlo un poco más. “Tal vez el padre me ha visto aquí en la iglesia, me ha visto crecer y por eso lo dijo”, se preguntó el joven, pero el religioso le afirmó que veía en él buena madera para un sacerdote. Eso le impactó.

Todavía tardó más de un año en decidirse; a los 20 de edad, tomó la decisión y entró en el Seminario de San Juan en Camarillo, de la Arquidiócesis de Los Ángeles.

“Dudar, sí dudé. Yo fui al seminario como diciendo: ‘Esto es para darme cuenta y madurar si ésta es mi vocación, mi pensamiento era descubrir realmente ‘si Tú me estás llamando; si ésta es la vida para mí, la que me estás presentando’. Hasta cierto punto dudé”, confiesa el padre Ángel.

Ya una vez en el seminario, todo era cuestión de adaptarse a la vida en su interior. Una vida diferente, con disciplina, estudiando las materias, con labores abocadas al sacerdocio. Un mundo de formación donde uno entra a una vida más estructurada. Pero esto le ayudó, afirma, a desarrollarse como persona.

“Mi madre estuvo muy contenta cuando ingresé. Ella me dio su apoyo y presencia; sus hermanos y hermanas también le apoyaron. “Se sorprendieron, pero respetaron mi decisión. Eso sí, mi madre nos enseñó a ser muy respetuosos de las decisiones de cada quien. Dar la opinión, pero ser muy respetuosos”.

En este punto de la conversación, el sacerdote tiene un recuerdo en cierto modo dolido para su padre. “Creo que mi padre hasta cierto punto no está preparado para aceptar mi decisión”.

SEMINARIO Y MISIÓN

Entró al seminario en el año 2000 y se ordenó en 2008, a los 28 de edad.

Su primera misión fue en dos parroquias del centrosur de Los Ángeles: San Columbkille y Nativity, hermanadas por falta de sacerdotes. Era pastor asociado en una comunidad mayormente hispana y afroamericana.

“Mi primera experiencia fue muy buena, me encantó. Yo creo que impactaron mucho en mi sacerdocio. Estuve en ambas parroquias tres años. Hacía de todo un poco, porque las parroquias, a pesar de ser chicas, están llenas de vida y muchas actividades. Lo que me gustó ahí era un programa de catequesis familiar. En realidad, a nada se puede dar el cien por ciento de atención, pero me gustó mucho trabajar con los catequistas y en la catequesis, que es tan necesaria en la parroquia. Esta primera experiencia fue muy positiva”, dice de su labor en estas parroquias hermanas.

De ahí pasó a su segundo destino, el actual, como pastor asociado en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, donde ya lleva poco más de dos años. “Todavía no sé cuánto tiempo me quedaré, mi nombramiento es por cuatro años”, explica.

“Se puede crecer como sacerdote. Constantemente, para mí, creo que todos los días el sacerdote es uno más de los cristianos que va en una continua conversión. No es alguien que está completo, sino que va creciendo en el caminar de esta vida, con todo lo que conlleva. Yo sé cuál es mi responsabilidad, sé cuál es mi misión, sé cuál es mi vocación, estoy consciente de las responsabilidades de mi cargo, pero eso no me hace ni menos ni más cristiano, al contrario me hace tener aún más necesidad de siempre estar en el camino de la conversión, de estar convirtiéndome y creciendo como cristiano”, afirma.

CONSEJO A LOS JÓVENES

Al preguntársele qué le aconsejaría a un joven que puede estar pensando en el sacerdocio, pero que cree que la vida del sacerdote es estar encerrado en la parroquia o es aburrida, la respuesta es rápida y larga: “Creo que nada está más lejos de la realidad de que la vida del sacerdote sea aburrida. Yo lo que hago es invitar al joven a experimentar un día con un sacerdote. Que vea las actividades que hace normalmente durante el día. Eso funcionó muy bien en otras parroquias. Aquí la Catedral es muy grande, todo el mundo viene y a veces no se logra conectar con la gente. Pero aun aquí la misma Catedral ya tiene un muchacho en el seminario”.

“Lo que nosotros hacemos es acercarnos a ellos y mostrarles el lado humano del sacerdote, que no está hincado rezando todo el día, que tiene desempeños diarios. Se puede ver desde cierto punto que el sacerdote está recluido, pero creo que el sacerdocio diocesano no es así. El sacerdote a través de Dios tiene lo que para mí es una montaña rusa de emociones: están el Bautizo, los funerales, los que se quieren casar, es estar con las personas que tienen un problema y quieren hablar”.

“Durante el día experimentamos todo. No es una vida muy calmada, como la gente puede pensar. Cuando veo a un joven interesado yo lo invito a hacerlo parte, a que sea algo más personal. Una de las cosas importantes es aproximarse al estilo del gran Maestro, Jesús, que no dice: ‘Voy a orar para que mi Padre me traiga apóstoles’. Él va a buscarlos, les ve la calidad y les ve la madera. Sobre eso de mirar las cualidades, no significa mirar las perfecciones del joven, sino precisamente buscarlos de cualquier ámbito”, señala.

NUEVO PAPA

“El hecho de que sea hispano, latinoamericano dice mucho. La Iglesia necesitaba tal vez eso. Somos capaces, ahí está la capacidad. El Santo Padre mismo está dando más que decir simplemente por ser como es y, para mí, yo creo que está dando testimonio de vida. Más que eso, atrae y ha impactado por su estilo de vida, por la imagen que proyecta de servicio a los más necesitados de cualquier nivel y la intensidad de ser cristiano. Más que la identidad hispana, creo que es el ejemplo de vida”.

“La Iglesia no es hechura humana, es de Dios. Nosotros somos los instrumentos, con muchas limitaciones, pero en fin instrumentos. Creo que cuando el instrumento se cree más que el artista, que el maestro, tenemos un problema”, concluye.

PREGUNTITAS

¿QUÉ TIPO DE COMIDA LE GUSTA?

“Me gusta toda. Soy sencillo para comer, no como cosas tan complicadas”.
El padre mencionó un plato que no le gusta (nos pidió no revelarlo), pero que come si se lo invitan. “No es algo que pediría en un restaurante”, dice.

¿SABE COCINAR?

“Claro que sí sé. De todo, me gusta mucho cocinar. De todo un poco, me gusta mucho la comida italiana, me gusta usar el grill, la carne asada”.

¿Y DE DEPORTES?

“Sí me gusta… el soccer. Jugué antes, ahora no porque tengo discos herniados”.

¿QUÉ LIBRO ESTÁ LEYENDO?
“La biografía de Teresa de Ávila. Me impacta mucho”.

¿QUÉ IDIOMAS HABLA?

“Inglés, español y un poquito de italiano. El español y el inglés los tengo muy bien, gracias a Dios”.

¿QUÉ NO HA HECHO Y LE GUSTARÍA HACER?

“A mí me gusta mucho volar. [Me gustaría] Poder aprender a pilotar un helicóptero o un avión.

¿CÓMO LE GUSTARÍA QUE LO RECUERDEN?
“Que fui un buen sacerdote. Es todo”.

MENSAJE

“[Los jóvenes] no deben tener miedo del llamado del Señor. Ninguno de nosotros somos dignos de su llamado, pero Él nos hace dignos de Él mismo para poder llamarnos. No debemos tener miedo a Él, ni a lo que nos pida”.

“Aunque al ser humano muchas veces le parece mucho consagrar la vida, Dios sabe que tenemos la capacidad para seguirlo. Muchas veces ese miedo es el que nos puede limitar para poder abrirnos completamente. No debemos tenerle miedo a Dios, y tampoco tener miedo a entregarle toda nuestra vida, ya sea en el sacerdocio o en cualquier otra vocación. Muchas personas piensan que el sacerdocio es algo muy serio, pero también el matrimonio es algo muy serio, también la vida de soltero es algo muy serio. No hay que tener miedo”. VN

PADRE ÁNGEL CASTRO

Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles
555 W. Temple St.
Los Ángeles, CA 90012
(213) 680-5200

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