¡QUE NUESTRA SEMANA SEA SANTA!

La Semana Santa y de modo especial el Triduo Pascual nos introduce en una experiencia espiritual muy especial. Es cierto que celebrar la Semana Santa en Los Ángeles no es lo mismo que como lo hacíamos en nuestros países de origen, o como se hace en los países de habla hispana.

Las procesiones de las cofradías en muchas ciudades de España son espectaculares y muestran la fe de muchas personas que probablemente no tienen una práctica religiosa habitual, pero que encuentran en los ritos de la Semana Santa una especie de purificación o de renovación para empezar la vida de nuevo. La participación regular de la Misa dominical en la mayor parte de las ciudades de España es muy baja, pero la asistencia a los ritos de Semana Santa en los pueblos españoles de Andalucía, Castilla la Mancha y de muchas otras regiones es abundante, con un público respetuoso que imprime una especial solemnidad a lo que se está celebrando.

Lo mismo pasa en muchos pueblos latinoamericanos donde la gente rompe completamente el ritmo de la vida y dedica tiempo y atención a lo que se considera lo más importante, que es el paso de Cristo por la vida del pueblo.

La comida, los horarios e incluso el modo de vestir cambian. Es cierto que también la secularización ha llegado hasta los pueblos más pequeños. Sin embargo se conserva un profundo respeto a la fe de aquellos que celebran con devoción. Al reseñar esta experiencia quiero motivarlos a que hagan un esfuerzo sincero de celebrar la Semana Santa poniendo atención a los signos, las palabras, la invitación que Dios hace a vivir cada uno de estos días como lo que son, días santos.

Le invito a que conserve este periódico y cada uno de los días santos conteste a las preguntas que le propongo. Mi intención es ayudarle a que la Semana Santa sea realmente un tiempo de cambio, de conversión.

EL DOMINGO DE RAMOS

Los signos y las lecturas que se proclaman en este día son muy elocuentes: palmas entrelazadas para simbolizar la emoción y el entusiasmo con que el pueblo judío recibió a Jesús a su entrada a Jerusalén, y al mismo tiempo traición, calumnias, muerte.

La primera lectura está tomada del capítulo 50 de Isaías y nos recuerda un aspecto muy importante de la vocación del profeta: llevar palabras de aliento a los abatidos, tristes, a los que no acaban de encontrarle un sentido a sus experiencias de dolor.

La segunda lectura es el hermosísimo himno cristológico de la Carta a los Filipenses en el que se resalta la humildad de Jesús que se abaja para hacerse uno de nosotros incluso al extremo de morir en la cruz.

Este Domingo leemos la Pasión según San Mateo, que recuerda permanentemente a los lectores que los hechos que sucedieron en la Pasión fueron anunciados por los profetas. Todo lo que sucedió fue en cumplimiento de lo que se había anunciado. Y nos podemos preguntar, ¿por qué un pueblo que por tanto siglos esperó al Mesías-Salvador no supo reconocerlo a su llegada?

Estos elementos simbólicos unidos a las lecturas podrían ser un buen espejo para revisar nuestra vida. Haga un alto en su vida y el Domingo de Ramos pregúntese:
¿Qué podría hacer para poner en práctica la virtud de la humildad?
¿Qué actitudes de soberbia, prepotencia, altivez son frecuentes en mi vida?

Otra pregunta en el Domingo de Ramos podría ser:
¿Estoy dispuesto a recibir a Jesús si llega a mi vida?
¿Estoy dispuesto a dejarme transformar con su Palabra y con su amistad?
¿En que ocasiones ya lo he dejado pasar, sin prestar atención a su llamada?

Estas preguntas y otras que usted mismo(a) puede formularse tienen como intención ayudarle a que este y todos los días de Semana Santa dejen una huella profunda en su corazón. Esta Semana deje que Dios toque su vida.

JUEVES SANTO

El ambiente litúrgico de este día es muy variado y elocuente. Celebramos la institución de la Eucaristía, entonces el altar va a estar ricamente adornado con símbolos de una comida familiar, resaltando el pan y el vino. También se adorna el altar para la reserva eucarística, se celebra la institución del ministerio sacerdotal y por supuesto recordamos el momento en que Jesús toma la toalla para lavar los pies a sus discípulos.

Las lecturas nos dan el contexto histórico de estos símbolos. La primera lectura nos recuerda la noche de la Pascua Judía, cuando el pueblo saldría liberado de la esclavitud por la mano de Dios. El texto narra esa última noche de esclavos, cenando para prepararse a vivir en libertad. Es importante poner atención a los detalles de esa comida: el cordero, el pan sin levadura, de pie, a toda prisa dice el texto. Esa cena va a ser en adelante recuerdo de vida y libertad, la sangre del cordero marcará las puertas de los hombres y mujeres libres.

El salmo es un texto tan hermoso que no podemos dejarlo pasar: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Señor, yo soy tu siervo hijo de tu esclava, rompiste mis cadenas.

La segunda lectura nos narra la cena de despedida de Jesús que recuerda la cena de liberación de la Pascua Judía y cómo esta celebración se convirtió en el signo de identidad de la naciente comunidad cristiana. Recibir el Bautismo y participar de la Fracción del Pan fueron para los primeros cristianos las acciones que los identificaban como miembros de la familia de los hijos de Dios. De esta manera San Pablo nos muestra que la Misa ha sido por siglos el memorial de nuestra liberación de la esclavitud y del pecado, y el lugar para encontrarnos con nuestro Señor resucitado.

La lectura del Evangelio reseña aquella noche tan especial en que Jesús lava los pies a los discípulos. El gesto de servicio como el signo más elocuente de la fe. Y desde ese momento no podemos hablar de la fe sin ponernos la toalla y lavar los pies a los que nos necesitan. El Jueves Santo de 2013 el Papa Francisco lavó los pies a jóvenes (hombres y mujeres) encarcelados. Nadie olvida esta acción. Ese gesto litúrgico fue su tarjeta de presentación al inicio de su pontificado, y todo el año ha sido coherente con esa presentación.

Al celebrar todos estos signos y escuchar estas hermosas lecturas, le invito a que el Jueves Santo conteste estas preguntes.

¿Qué le da sentido a su vida?

¿Encuentra alegría y paz ayudando a otras personas?

¿Es feliz cuando presta servicios a otros sin esperar nada a cambio?

¿La mesa de la Eucaristía le recuerda que tenemos que luchar contra el hambre?

¿Qué hace para que nadie tenga hambre en el mundo?

Pensando en el ministerio sacerdotal podría reflexionar en cómo colabora con el sacerdote de su parroquia?

¿En qué le ayuda?

VIERNES SANTO

El ambiente litúrgico es de luto, los rituales son muy solemnes, el centro es el recuerdo de una injusticia cometida contra un hombre inocente, contra el único que no había cometido pecado. No hay instrumentos musicales, los Santos cubiertos con telas moradas, y el centro de atención es Cristo en su Pasión y en su cruz.

Las parroquias usualmente escenifican el Viacrucis o al menos se reza en comunidad o en familia.

La primera lectura de la Celebración de la Pasión está tomada del libro de Isaías capítulo 52. Es sorprendente que este texto escrito varios siglos antes de que sucediera el martirio de Jesús describa de manera tan detallada los hechos de la Pasión. “Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores acostumbrado al sufrimiento… Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores… sus cicatrices nos curaron… Lo arrancaron de la tierra de los vivos por los pecados de mi pueblo”.

El salmo 30 que leemos en la celebración muy posiblemente lo sabía Jesús de memoria y quizás lo rezó cuando estaba en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. No es el grito del que se conforma y acepta el destino trágicamente, por el contrario es el acto de fe de un Jesús que confía en quien verdaderamente tiene el poder y la gloria.

La segunda lectura tomada de Hebreos 4, expresa la congruencia de Jesús. El aceptó realizar el proyecto de Dios y lo hizo aún cuando esto implicaba una muerte dolorosa. Hubiera sido fácil huir cuando las cosas se pusieron feas o utilizar el poder divino para resolver los problemas y castigar a los malos, pero no hubiera sido coherente. Jesús acepta todas las consecuencias de su encarnación, de ser verdadero hombre. La divinidad no suprimió su humanidad.

Este día leemos la Pasión según San Juan que se centra en el triunfo del amor. Para el evangelista Juan la pasión y muerte de Jesús son la expresión del triunfo de Dios sobre el pecado y la muerte. Jesús en la cruz triunfa porque su muerte es fuente de vida para quienes creen en él. No fue una muerte inútil, con ella se parte la historia, de cuando la relación entre Dios y los hombres era lejana a una nueva manera de comunicación. Ahora no hay barreras, en Cristo sabemos quién y cómo es Dios, porque Jesucristo es Dios.

Le invito a que el Viernes Santo, en algún momento del día medite solo o en familia con las siguientes preguntas:

¿Qué ha aprendido de sus experiencias de sufrimiento o dolor?

¿Cómo ha sanado las heridas provocadas por la injusticia o por la gente que deliberadamente le ha hecho daño?

¿En las situaciones difíciles de su vida ha podido pronunciar la oración de Jesús?

SÁBADO DE GLORIA Y DOMINGO DE RESURRECCIÓN

El ambiente litúrgico de estos días es muy festivo y va acompañado de muchos símbolos de alegría y vida. Las flores, el agua, el fuego, el color blanco y dorado en las vestiduras sacerdotales, los cantos, etc. Todo contribuye a resaltar que nuestra vocación es ser felices y que hay razones para expresar alegría y paz. El Papa Francisco nos dice que hay cristianos que viven siempre en Cuaresma como si nunca hubiera sucedido la Pascua.

Las lecturas también son muy festivas. En la antigüedad la noche entera era de vigilia oyendo la Palabra de Dios y compartiendo las historias personales. En ellas se narraban las acciones de Dios en la vida de los creyentes; todo esto en medio de cantos y alabanzas. Para celebrar al romper el alba la nueva vida de Cristo a quien el Padre resucitó de entre los muertos.

En la noche de Pascua es muy significativo el momento en que se anuncia la Resurrección. Se prenden las luces, se colocan las flores, se entona con mucha alegría el himno de Gloria, etc. Cada parroquia resalta este momento de manera muy diversa, pero la intención es muy clara: que todos experimentemos que hay motivos de alegría, que estamos de fiesta; que por mal que estén las cosas hay una salida, una luz al final de túnel. Dios está con nosotros y aunque nuestros límites son reales, su poder y misericordia son infinitos.

En el Domingo de Pascua la primera lectura está tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles. Nos narra el discurso de Pedro dando su testimonio de lo que hizo Jesús en vida, y de cómo Dios lo resucitó de entre los muertos. Me llama la atención el cambio tan llamativo en la personalidad de Pedro. Éste es el mismo hombre que negó a Jesús; es el mismo que junto a los demás discípulos se esconde para no correr la misma suerte que el maestro. Y ahora, sólo tres días después de aquellos hechos se aparece públicamente sin miedo, afirmando que “aquel a quienes ustedes mataron, Dios lo ha resucitado de entre los muertos”. Sin duda la Resurrección hizo este cambio en la personalidad de Pedro. Y eso que sucedió en Pedro es lo que tiene que pasarnos a nosotros, aceptar en la fe que Cristo ha resucitado de entre los muertos.

El Salmo responsorial es una invitación a que estemos en permanente acción de gracias porque Dios nunca nos abandona: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.”

La segunda lectura nos explica de una manera muy sencilla en que consiste la fe, no es sólo la aceptación de unas verdades que no entendemos, pero es sobretodo ver el mundo desde los ojos de Dios. O como lo dice Pablo a los Colosenses, “aspiren a los valores más altos, porque de esta manera Cristo tomará posesión de tu vida. No vivas una vida superficial”.

Los textos del Evangelio de las Misas del Sábado de Gloria y del Domingo de Resurrección. Son muy variados y nos narran diferentes experiencias de encuentro con el Cristo resucitado. Quizás el punto con el que nos podemos quedar en este artículo es el misterio que se encierra en estos encuentros. No es la misma manera de relatar los encuentros de Cristo antes de la Resurrección. Hay algo nuevo que los evangelistas no saben cómo describir, porque ahora Cristo está resucitado. Y la descripción no es la de un muerto que vuelve a la vida, sino la confesión de fe de que ahora Cristo es el Señor de cielos y tierra. Si antes estábamos convencidos de que la vida y el mensaje de Jesús eran muy importantes para todos los seres humanos, ahora no nos podemos conformar con eso. “Cristo es camino, verdad y vida”, y no hay ni habrá otro de quien se pueda decir lo mismo en toda la historia de la humanidad. Los evangelistas, con las narraciones de los encuentros con Cristo resucitado, nos muestran esta verdad.

En el Domingo de Resurrección podría preguntarse:

¿Cómo ha sido mi encuentro con el Cristo resucitado?

¿En qué ha cambiado mi vida?

¿Busco en la Misa a Cristo que me habla, que me acompaña, que me alimenta, o simplemente cumplo con una obligación?

¿Cómo les hablo a mis hijos o a otras personas del amor de Dios en Cristo?

¿Busco en los textos de la Resurrección ideas y experiencias para comunicar la alegría de la vida cristiana?

¿Soy feliz?

¿Por qué dejo que mi vida se llene de amargura, rencor o de actitudes negativas?

Feliz fiesta de Resurrección y que Dios llene su vida. VN

Más información

Usted puede escribirle al DR. J. ANTONIO MEDINA a: jmedina@sbdioces.org

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