
QUÉ ES PATROCINAR A UN NIÑO APRESADO
(fOTO: UN ACTO DE AMOR- ‘Si bien el sistema de inmigración está quebrado, puedo hacer algo para cambiar la vida de alguien’, dice María Rivera
-educadora religiosa de la Arquidiócesis de Los Ángeles, y patrocinadora de un menor capturado por las autoridades migratorias- mientras observa la
foto que le habían enviado de ‘Nahuel’, después de una ardua búsqueda del adolescente en centros de detención. / voa).
‘Nahuel’ llegó a la vida de María Rivera inesperadamente. La educadora religiosa lo rescató de un centro de detención de migración, y esto cambió la vida de los dos
Por ALICIA MORANDI
Apenas despuntaba el sol y “Nahuel” iba a alimentar las gallinas de la patrona de su mamá y a barrerle el patio. Su madre lo sacó de la escuela al terminar la primaria para que saliera a trabajar en los campos de café y otras faenas, y así ayudar con el sustento de la familia.
Desde Jícaro, Nueva Segovia, su pueblo natal en Nicaragua, el adolescente de 16 años soñaba con el Norte y las oportunidades que decían allí se encontraban. Por eso un día de mayo, junto a su hermana de 25 años, emprendió viaje con destino a Estados Unidos en una caravana de unas 20 personas y un “coyote”.
Pasaron Guatemala y México, y allí el coyote los encerró en una casa para supuestamente esconderlos de las autoridades. Estuvieron viviendo en condiciones infrahumanas, sin alimentos ni agua para bañarse y con temperaturas muy altas.
Con el pasar de los días y ante los reclamos, el coyote los dejó irse a la frontera. Así lo hicieron, y Nahuel y su hermana se entregaron a la patrulla fronteriza en McAllen, Texas. Los interrogaron por separado y se dieron cuenta que él no venía con su madre, como había dicho, sino con su hermana. A ella la deportaron y él se quedó solo.
A partir de ese momento, Nahuel expresa todo el miedo y la vulnerabilidad que sentía al estar en poder del gobierno de Estados Unidos en un centro de detención para niños no acompañados.
Recuerda que le temblaba todo el cuerpo más por miedo que por frío, encerrado dentro de una sala conocida como “la hielera” por sus gélidas temperaturas. En ese lugar había tantos detenidos que no podía ni siquiera estirar las piernas. Y así pasó varios días. De ahí lo trasladaron en avión a otro centro de detención, y luego a otros, hasta que finalmente llegó a uno en Arizona. Allí fue donde María Rivera, coordinadora de los programas de educación religiosa de la Arquidiócesis de L.A., comenzó a seguirle la pista. Un esfuerzo que a los dos les cambió la vida.
“Su caso lo conocí a través de mi hermana que estaba muy preocupada de ver a su cocinera desesperada por no saber nada del hijo”, dice Rivera, quien ha realizado por su cuenta trabajo en la frontera a favor de los inmigrantes. “Le dije que averiguaría, pero a las dos semanas mi hermana me informó que Nahuel se había comunicado con su mamá desde un centro de detención y me pidió que por favor lo localizara y tratara de sacarlo de allí”.
El centro permite que una vez a la semana los menores detenidos llamen a su familia, comenta Rivera.
“No sabía en cuál estaba, entonces comencé a hacer llamadas a diferentes organizaciones comunitarias y refugios en la frontera. Finalmente, alguien me consiguió el número de extranjero que le habían adjudicado. Me enteré que los familiares pueden pasarles un número [telefónico] de alguien de Estados Unidos interesado en ser su patrocinador. Entonces los niños le dan ese número a su trabajadora social asignada, y ella se comunica con ese interesado”.
Un día repica el teléfono de Rivera, y era la trabajadora social. Le preguntó si conocía a un niño llamado “Nahuel”, y si quería saludarlo.
“Él habla conmigo, y me dice que no quería regresarse a Nicaragua. Le digo que haría lo que estaba a mi alcance, pero no quería darle esperanzas.
“Tengo más de 20 años viviendo sola. Patrocinarlo era cambiar mi estilo de vida, mi disciplina de trabajo, mi ida al gimnasio, salidas, mi tiempo de retiro personal conmigo misma y con Dios. No estaba en la disposición de terminar con todo eso. Entonces comienzo a buscarle un patrocinador y pedir que rezaran para que consiguiera uno. Comencé a meditar mucho, a consultar con mi director espiritual, y me di cuenta que por 16 años había estado trabajando con los inmigrantes, viendo su dolor… y me pregunté qué es lo que Dios quería de mí. Porqué llegaba a mis manos este caso”, reflexionó María, y halló la respuesta cuando se dio cuenta que “si bien el sistema de inmigración está roto, puedo hacer algo para cambiar la vida de alguien”.
Entonces le digo a la trabajadora social que le explicara en qué consisten todas las responsabilidades que tendría si patrocinara a ese adolescente.
Manos a la obra
Para poder patrocinar a un menor encerrado en un centro de detención, el interesado debe saber que le tiene que alimentar, cuidar su salud, mandar a la escuela, y dar todo el apoyo que le daría a un hijo. Este menor no puede trabajar y hay que saber que puede ser deportado.
“Más que nada, lo que ellos quieren ver es que uno realmente desea hacerlo”, dice Rivera, quien para cumplir con los requisitos tuvo que presentar las huellas digitales, que Caridades Católicas le tomó gratuitamente; mostrar prueba de su estatus migratorio; licencia de manejar y contrato de alquiler de donde ha vivido por los últimos cinco años. También tuvo que hallar a una persona de su confianza para remplazarla temporalmente en el cuidado de Nahuel en caso de emergencia. Después de una extensa búsqueda, su amiga Marcia Jarquín se ofreció a hacerlo.
El patrocinador puede ser alguien que viva solo, con un único ingreso, como es el caso de María, quien es viuda.
Mientras el trámite tomaba su curso, Nahuel -que estaba en un Centro de Detención de Arizona- llama a María y le cuenta que se quebró su mano, y que estaba en terapia. Pero la mala noticia vino acompañada de una buena. Le informan que habían aprobado su petición de ser patrocinadora. Todo el proceso tomó alrededor de tres meses.
Pero cuando estaban por entregárselo, la llaman de Nicaragua para informarle que su mamá estaba grave y tenía que irse para allá. “Pensé que creerían que yo era irresponsable o que ya no quería patrocinar a Nahuel. Les pedí por favor que mantuvieran el caso abierto hasta mi regreso. Cuando volví me contacté y me dijeron que todo estaba bien y que se comunicarían conmigo para que le comprara el boleto de avión”.
El encuentro
María fue a buscar a Nahuel con dos amigas al aeropuerto de Los Ángeles, porque quería que el chico sintiera que había gente esperándolo. “En eso empezaron a salir todos los pasajeros, y veo que él viene con el piloto. Me lo entregaron y me lo llevé para mi casa. Desde que llegó a EE.UU. había estado encerrado, así que ése fue su primer contacto con el mundo exterior”.
Ese encuentro fue una mezcla de sentimientos, según describe Rivera. “Por un lado me sentí feliz de poder ayudar a un muchacho inmigrante que escapa de una pobreza extrema. Y por otro, nerviosa porque no lo conocía; hay muchas cosas que pueden pasarle a una persona a esa edad. Me preguntaba, qué tal si se mete en pandillas o en problemas, qué es lo que voy a hacer…”.
María explica que el patrocinador tiene que hacerse cargo de todos los gastos del menor. La única ayuda que recibe es Medical, porque en California hay una ley que establece que ningún menor de edad puede estar sin cobertura médica.
Futuro incierto
Las posibilidades de que Nahuel logre una visa humanitaria son muy pocas. “He ido a una orientación legal y me han dicho que para él va a ser difícil agarrar documentos aquí porque viene de un país donde no hay guerra, ni violencia, como en El Salvador y Honduras. Lo que hay es pobreza. Lo que me sugirieron es que me convierta en su guardián legal para así poder pedir una visa juvenil. Tengo que buscar a un abogado que me haga todo el proceso. Caridades Católicas tiene un proyecto que se llama Esperanza, el cual te refiere a un abogado que hace trabajo voluntario, y ofrecen también actividades como esa orientación legal que me sirvió mucho.
“Si consigo ser su guardia legal, voy a pedir que se quede en este país, pero para ello no tiene que haber cumplido 18 años.
“Nahuel tiene claro que debe aprovechar cada minuto en EE.UU. Y que tiene que presentarse en corte. Mientras, está yendo a una secundaria pública, y se está adaptando fácilmente. Ha ido soltándose y me pidió permiso para ir caminando a la escuela, unas 3 millas. Me dice que en Nicaragua tenía que caminar mucho más bajando con una canasta de café en la cabeza.
“La escuela le entregó una computadora para hacer las tareas; no sabía cómo usarla, pero ya aprendió. Y los sábados está recibiendo tutoría. Como Nahuel no ha recibido ningún Sacramento, lo tengo en un programa de la Parroquia San José en Hawthorne para prepararse. Le gusta y me platica de lo que aprendió”.
“Él no habla mucho y cuando le pregunto si extraña a su familia me dice que a veces. Creo que tiene un trauma con la migración. Cuando ve grúas o agentes en las calles, cree que es migración. Yo quiero que se sienta seguro. Estoy tratando de que sea un hombre independiente, porque si lo llegan a deportar, quiero que en Nicaragua pueda valerse solo”.
María quiere enviarlo a una secundaria jesuita que está en Compton. Explica que en esa High School él puedo trabajar un día y estudiar cuatro. Algunos exalumnos de la Universidad Loyola Marymount tienen sus propias compañías y les dan empleo, y el pago lo envían a la escuela para ayudar a pagar la matriculación.
“En la Arquidiócesis tenemos fondos para niños sin recursos que deseen asistir a las Escuelas católicas. Pienso aplicar para una beca que pague una parte con los jesuitas. Yo apuesto por esa educación. Me encanta la sensibilidad del sacerdote jesuita con este tipo de situaciones”.
Su vida ha cambiado radicalmente, cuenta María, pero afortunadamente cuenta con el apoyo de sus compañeros de trabajo de educación religiosa, y de sus dos hijos.
“Mi hija lo llevó a su casa y estaba feliz de que le permitió bañar a la perra. Y feliz con mi nieto que lo invitó a jugar video-games”.
De a poco Nahuel se va integrando a la sociedad, una bendición que muchos menores en centros de detención no tendrán jamás. VN
Redes Sociales