
QUE 2015 ‘SEA UN AÑO DE PAZ’, PIDE EL PAPA FRANCISCO
VATICANO (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, el Papa Francisco pidió que el nuevo año que comienza “sea un año de paz”.
“Buen año a todos. Que sea un año de paz, de paz, en el abrazo de cariño del Señor y con la protección de María, Madre de Dios y Madre nuestra”.
El Santo Padre expresó también su deseo de “que nunca más haya guerras, ¡nunca más las guerras!, y siempre el deseo y el empeño de paz y de fraternidad entre los pueblos”.
SE CELEBRA LA 48ª JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
Cada 1° de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz y como es costumbre se reflexiona sobre el Mensaje del Papa Francisco, que este año 2015 se titula “No esclavos, sino hermanos”. Al comenzar este nuevo año, pidámosle a Dios que nos conceda el don de la Paz que muchas veces se ve amenazada por el egoísmo.
Paz es, en términos generales, la tranquilidad que procede del orden y de la unidad de voluntades; es la serenidad existente donde no hay conflicto. Mientras que la “paz interior” es la que proviene de la unidad de la voluntad humana con la divina, la cual se puede obtener incluso en medio de grandes dificultades y tormentos exteriores.
“Cada hombre y cada pueblo tiene hambre y sed de paz”, dice el Papa Francisco, quien alentó a todos los fieles a construir la paz en el mundo, y a no hacer el mal ni elegir un “silencio cómplice”.
El Santo Padre recordó que “San Juan dice en el Evangelio: ‘En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron’. ‘La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre’”.
Los hombres, lamentó el Papa, “hablan tanto de la luz, pero a menudo prefieren la tranquilidad engañadora de la oscuridad. Nosotros hablamos mucho de la paz, pero a menudo recurrimos a la guerra o elegimos el silencio cómplice o no hacemos nada concreto para construir la paz”.
“Cualquier persona, de hecho, que hace el mal, odia la luz. Y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas. Así dice el Evangelio de San Juan. El corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas, porque la luz descubre sus malas obras. ¡Quien hace el mal, odia la luz! ¡Quien hace el mal, odia la paz!”.
Francisco señaló que “hemos iniciado hace pocos días el año nuevo en el nombre de la Madre de Dios, celebrando la Jornada Mundial de la Paz, sobre el tema ‘No esclavos, sino hermanos’. Mi auspicio es que se supere la explotación del hombre por parte del hombre”.
“Esta explotación es un plaga social que mortifica las relaciones interpersonales e impide una vida de comunión marcada por el respeto, la justicia y la caridad. Cada hombre y cada pueblo tiene hambre y sed de paz; cada hombre y cada pueblo tiene hambre y sed de paz…por lo que es necesario y urgente construir la paz”.
El Papa destacó que “la paz no es solamente la ausencia de guerra, sino una condición general en la cual la persona humana está en armonía consigo misma, en armonía con la naturaleza y en armonía con los demás. Ésta es la paz”.
“Sin embargo, silenciar las armas y apagar los focos de guerra sigue siendo la condición inevitable para dar inicio a un camino que conduce al logro de la paz en sus diferentes aspectos”.
Francisco señaló que tiene el pensamiento puesto “en los conflictos que todavía ensangrientan demasiadas regiones del planeta, en las tensiones en las familias y comunidades: ¡en cuántas familias, en cuántas comunidades también parroquiales hay guerras!”.
“Así como también en los contrastes encendidos en nuestras ciudades, nuestros países, entre grupos de diferentes estratos culturales, étnicos y religiosos. Tenemos que convencernos, no obstante todas las apariencias en contrario, que la concordia es siempre posible, en todos los niveles y en todas las situaciones”.
“¡No hay futuro sin propósitos y proyectos de paz! ¡No hay futuro sin paz!”, exclamó.
El Papa indicó que la paz es anunciada en el Antiguo Testamento “como don especial de Dios en el nacimiento del Redentor”.
“Este don tiene que ser implorado y tiene que ser recibido cada día con compromiso, en las situaciones en las que nos encontramos”.
Francisco subrayó que “en los albores de este nuevo año, todos nosotros estamos llamados a reavivar en el corazón un impulso de esperanza, que debe traducirse en obras concretas de la paz”.
“¿Tú no estás bien con esto? ¡Haz la paz! En tu casa, ¡haz la paz! En tu comunidad, ¡haz la paz! En tu trabajo, ¡haz la paz! Obras de paz, de reconciliación y fraternidad. Cada uno de nosotros debe cumplir gestos de fraternidad hacia su prójimo especialmente hacia quienes están extenuados por tensiones familiares o disidencias de diversa índole”.
El Papa aseguró que “estos pequeños gestos tienen mucho valor: pueden ser semillas que dan esperanza, puede abrir caminos y perspectivas de paz”.
“Invoquemos ahora a María, Reina de la Paz. Ella, durante su vida terrena, conoció no pocas dificultades, relacionadas con la fatiga diaria de la existencia. Pero nunca perdió la paz del corazón, fruto del abandono confiado en la misericordia de Dios. A María, nuestra tierna Madre, le pedimos que indique al mundo entero el camino seguro del amor y de la paz”, concluyó.
PAPA FRANCISCO: ‘CRISTO Y SU MADRE SON INSEPARABLES’
El Papa Francisco presidió la Misa por la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, y destacó que “Cristo y su Madre son inseparables”.
El Santo Padre señaló que “María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo”.
“La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la ‘plenitud de los tiempos’, en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación”, dijo.
A continuación, el texto completo de la Homilía del Papa Francisco, gracias a la traducción de Radio Vaticano:
Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: « ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».
Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz». Con la celebración de la solemnidad de María, Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar.
Además de contemplar el rostro de Dios, también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre. Ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porque Cristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación, se ha tejido en el vientre de María. Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario.
María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo. La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos», en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación. Por eso no se puede entender a Jesús sin su Madre.
Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María van siempre juntas y esto es precisamente el misterio de la mujer en la comunidad eclesial y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una «dicotomía absurda», como escribió el beato Pablo VI. No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia». En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los Sacramentos.
Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.
Queridos hermanos y hermanas. Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos…’
PAPA FRANCISCO: “LA SAGRADA FAMILIA ES ANTE TODO UN MENSAJE DE FE”
El Ángelus de este primer domingo de Navidad estuvo marcado por la fiesta de la Sagrada Familia que celebra la Iglesia en todo el mundo. El Papa Francisco, pocos minutos después de recibir a la Asociación de Familias Numerosas de Italia, se ha asomado como cada domingo a la ventana del Apartamento del Palacio Apostólico.
El Papa aseguró que el mensaje que viene de la Sagrada Familia “es ante todo un mensaje de fe” ya que “en la vida familiar de María y José, Dios está realmente en el centro, y lo está en la persona de Jesús”.
“Cuando padres e hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas también difíciles, como muestra la experiencia de la Santa Familia por ejemplo en el hecho dramático de la huida a Egipto: una dura prueba”.
Francisco señaló que “podemos imaginarnos a esta pequeña familia, en medio de tanta gente, en los grandes patios de aquel tiempo. No resalta a la vista, no se distingue… ¡y sin embargo no pasa inadvertida!”.
“Dos ancianos, Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, se acercaron y se pusieron a alabar a Dios por aquel Niño, en el que reconocieron al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel”, dijo, recordando el Evangelio de la Liturgia de hoy.
“Es un momento sencillo pero rico en profecía: el encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de alegría y de fe por la gracia del Señor; y dos ancianos también llenos de alegría y de fe por la acción del Espíritu Santo”. ¿Quién los hace encontrar? Jesús: el joven y los ancianos”.
El Papa destacó que “Jesús es aquel que acerca las generaciones”, y es “la fuente de aquel amor que une las familias y las personas, acercando cada diferencia, cada aislamiento, cada alejamiento”.
La presencia de los abuelos es muy importante, dijo, y “su papel es precioso en las familias y en la sociedad”. De hecho, “la buena relación entre jóvenes y ancianos es decisivo para el camino de la comunidad civil y eclesial”.
A continuación, y tomando de ejemplo a Simeón y a Ana, pidió “un aplauso” para todos los abuelos del mundo. Petición que fue acogida con júbilo por las miles de personas presentes en la Plaza de San Pedro.
La Sagrada Familia “es un icono familiar sencillo pero muy luminoso” y esa luz que se irradia “es luz de misericordia y de salvación para el mundo entero, luz de verdad para cada hombre, para la familia humana y para las familias solas”.
Esta luz “nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en las que, por varios motivos, falta la paz, falta la armonía, y falta el perdón”.
Francisco recordó a las familias que pasan por dificultades, “por enfermedad, falta de trabajo, discriminación, la necesidad de emigrar”, y pidió rezar durante unos segundos por ellas.
PAPA FRANCISCO PIDE POR NIÑOS VÍCTIMAS DE LOS ‘HERODES’ DEL ABORTO Y LAS GUERRAS
El Papa Francisco dirigió Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) con ocasión de la fiesta de Navidad, en la que denunció que junto a las lágrimas del Niño Jesús están las lágrimas de los niños víctimas del aborto y de las guerras, cuyo “silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su sangre campea hoy la sombra de los actuales Herodes”.
El Papa Francisco impartió a las 12 horas de Roma la tradicional bendición donde también recordó a los cristianos perseguidos y todos aquellos que sufren conflictos en Irak, Siria, Ucrania y países de África. También dedicó palabras a las “víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea”. VN
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