PARA QUÉ ES LA LIBERTAD RELIGIOSA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

Escribo estas líneas al final de la “Quincena por la Libertad” declarada por los Obispos de EE.UU. como un tiempo de oración, estudio y penitencia por la libertad religiosa.

Cada cierto tiempo, en nuestra democracia, como ciudadanos, necesitamos renovar nuestra dedicación a las libertades fundacionales que han hecho que Estados Unidos sea un país tan excepcional. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de olvidar las lecciones de la historia y también por qué esas libertades son tan importantes.

Como cristianos, también tenemos el deber de amar la libertad y de defender la libertad que amamos. La historia de la Iglesia nos enseña que tenemos que luchar por esas libertades; ellas nunca han sido dadas a los cristianos gratuitamente.

San Pablo decía: “Por la libertad, Cristo nos ha liberado”.

Jesús no nos liberó del pecado y de la muerte para que pudiéramos servirnos a nosotros mismos. Hemos sido liberados para Dios, para amarlo y servirlo a Él. Hemos sido liberados para que podamos ser sus instrumentos y llevar Su Salvación a nuestros hermanos y hermanas.

Algunas personas en nuestro gobierno y en los medios dicen que estamos exagerando cuando hablamos de que la libertad religiosa está siendo amenazada.

No estamos exagerando. Las acciones propuestas por nuestro gobierno son reales. Estas amenazan nuestra capacidad como individuos cristianos de vivir según la manera como Jesús quiere que vivamos. Ellas amenazan la capacidad de la Iglesia de llevar adelante su misión.

Pero creo que la mayor amenaza que enfrentamos es nuestra propia indiferencia, o nuestro sentimiento de que esta lucha realmente no nos afecta personalmente.

Cuando hablamos de “libertad de religión”, puede parecer un concepto abstracto. Puede parecer como algo que podría ser importante en principio, pero que en realidad no tiene mucho que ver con nuestra vida diaria.

Y es verdad que hoy tenemos la libertad de ir a la iglesia, de leer nuestras Biblias, de orar en nuestras casas, de leer publicaciones religiosas y de encontrar programación religiosa en la televisión y en el Internet.

Pero la libertad religiosa significa más que eso, porque ser cristiano significa más que eso.

Ser cristiano significa vivir con Jesús y adorarlo. Significa vivir según sus palabras y ejemplo. Significa cumplir sus mandamientos, para amar a los demás y hablarles sobre Él. Significa trabajar para crear una sociedad que refleje los valores éticos y espirituales de su Evangelio.

De esto se trata esta lucha por la libertad religiosa. Se trata de garantizar que cada uno de nosotros tenga la libertad para llevar adelante nuestro deber cristiano de Evangelizar y servir a otros en amor. Y también de asegurar que la Iglesia sea libre, como la institución que es, establecida por Cristo para llevar adelante su misión en el mundo.

Durante la quincena he estado reflexionando sobre los Santos que recordamos en el Calendario Litúrgico durante esas dos semanas.

Por supuesto, el calendario de la Iglesia no fue creado con la Quincena por la Libertad en mente. La Iglesia ha recordado a esos Santos en esas fechas por siglos; siglos antes de que nuestro país fuera siquiera fundado.

Sin embargo, me sorprende pensar cómo muchos de los Santos que hemos recordado durante esta quincena fueron mártires por la libertad, que permanecieron fieles a Jesús y su Evangelio frente a la persecución de las autoridades políticas.

La Quincena comenzó en las vísperas de la Fiesta de San Juan Fisher y Santo Tomás Moro. Ellos fueron ejecutados porque se rehusaron a doblegarse a las presiones políticas del rey Enrique VIII, quien demandaba que ellos aceptaran su “supremacía” sobre la Iglesia y que negaran las enseñanzas de la Iglesia sobre la santidad del matrimonio.

Así mismo durante esta Quincena, hemos recordado a San Juan Bautista, quien también fue ejecutado por un rey tirano, por defender la ley de Dios sobre el matrimonio.

Recordamos también durante este periodo a los primeros mártires de la Iglesia de Roma, desde los primeros comienzos del cristianismo. Y el 29 de junio recordamos a los más grandes de esos mártires, San Pedro y San Pablo.

Todos esos hombres y mujeres valientes sufrieron la muerte por defender las libertades que normalmente tomamos por supuestas. Todos ellos usaron su libertad en Cristo para transformar sus sociedades, desde dentro, por la fuerza de su amor y su ejemplo. Cada uno de nosotros ha sido llamado a la misma misión en nuestra sociedad.

Sigamos pidiendo la intercesión de esos mártires. La Quincena ya ha terminado, pero la vigilancia por proteger nuestra libertad debe continuar.
Pidamos a Nuestra Señora de Los Ángeles que nos de el valor para defender la libertad de la Iglesia así como nuestra libertad de conciencia. VN
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