PARA CELEBRAR LA SEMANA SANTA

Por DR. JOSÉ ANTONIO MEDINA

Después de cuarenta días de preparación cuaresmal estamos listos para celebrar la Semana Santa de manera que deje un fruto en nosotros. Una ayuda para lograrlo es que identificamos la pedagogía de la fe que se nos ofrece en este tiempo y que observemos algún aspecto particular de cada día sobre el que meditemos de manera individual, dialoguemos en familia y celebremos en la comunidad.

La Semana Santa es rica en símbolos, signos, ritos y palabras que favorecen un verdadero encuentro con Dios, por eso al invitarlos en este artículo a observar un aspecto o una idea no pretendo quitarle su riqueza espiritual a cada día, sino ofrecer un punto desde el cual ver, celebrar y vivir la riqueza espiritual de este tiempo fuerte de la espiritualidad. Con este punto de vista empecemos

DOMINGO DE RAMOS

La liturgia del Domingo de Ramos es como la vida misma, compleja y en cierto modo contradictoria. ¿Por qué un pueblo es capaz de expresar admiración y entrega por su Señor y al día siguiente negarlo y pedir su muerte? Este misterio lo podemos comparar a nuestra propia vida y a la vida de nuestra comunidad cristiana. Ya lo decía San Pablo, “quisiera hacer el bien que no hago y dejar de hacer el mal que hago”.

La historia de la humanidad, lo mismo que nuestra historia personal es contradictoria y compleja, sabemos lo que es bueno y buscamos pretextos y argumentos para actuar siguiendo nuestros egoísmos e intereses personales aun sabiendo que eso divide, hiere, corrompe. La historia de la humanidad y lo mismo que la historia de la Iglesia, nos lo recuerdan con hechos y nombres propios de personas concretas. Las personas aparentemente más buenas son capaces de acciones rastreras y egoístas, en ocasiones, porque sienten que una acción mala puede dañar menos que una acción correcta, es decir que intereses políticos, económicos o institucionales pueden estar detrás de decisiones y acciones malas. Pero en esta Semana Santa no debemos fijarnos en los otros, sino en nosotros, como personas, como familias y como comunidad eclesial. Este es un buen tiempo de tomar conciencia de nuestras contradicciones, ambigüedad, hipocresía, no como un ejercicio de masoquismo sino de sanación, de purificación, de conversión.

Reconocer que la ambigüedad y contradicción en la conducta humana es constante en la historia no es una justificación para tolerarla o aplaudirla sino para confrontarla, especialmente cuando se ha hecho una actitud permanente en nuestra vida o en la vida de nuestra comunidad. Las lecturas del Domingo de Ramos nos ofrecen un camino de sanación, veamos:

En este domingo leemos al inicio de la Misa la lectura que nos narra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén tomada del Evangelio según San Lucas 19: 28-40 donde el pueblo extiende sus mantos para dar honor al Rey de reyes al que luego condenarán a muerte. La primera lectura trae a nuestra mente uno de los cantos del Siervo sufriente del libro de Isaís, El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. Con el Salmo 21 respondemos como pueblo a la Palabra proclamada: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? La Segunda Lectura es el cántico cristológico de la carta a Los Filipenses, nos recuerda que Cristo siendo Dios no se aferró a las prerrogativas de su condición divina, sino que se negó a sí mismo pasando por uno de tantos… Los estudiosos de la Biblia nos dicen que este texto que se recitaba en la liturgia comunitaria fue propuesto por Pablo como un remedio a las divisiones que se daban en la comunidad cristiana de Filipos. Finalmente, la lectura de la pasión está tomada del evangelista San Marcos, que entre otras cosas nos describe la trama que las autoridades elaboran para aprehender a Jesús sin crear una reacción popular, el gesto de la mujer que unge a Jesús con un perfume muy caro y la reacción de Judás por el costo del gasto, y en general el texto nos hace partícipes de la escena para que siendo testigos de la Pasión entendemos de una vez por todos que la búsqueda obsesiva del poder en todas sus formas, incluyendo el poder político o religioso no viene de Cristo, porque el único poder de Cristo es el poder del amor.
Las personas y las comunidades cuando pierden de vista este mandato del Señor se corrompen y corrompen todo lo que tocan. El único poder que cambia a las personas y al mundo es el poder del amor y el amor no apantalla, no manipula, no oculta la verdad, no miente.

JUEVES SANTO

Tradicionalmente en el Jueves Santo recordamos la institución de dos sacramentos centrales en la vida cristiana, el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Orden Sacerdotal. El mandamiento de celebrar la presencia del Señor entre los suyos es quizás el único de los mandamientos de Jesús que seguimos cumpliendo fielmente desde los orígenes del cristianismo. El recuerdo del Jueves Santo nos ofrece la oportunidad de ver la Santa Misa en su doble dimensión como una comida verdadera y como sacrificio. Jesús nos mandó celebrar su presencia en una cena con sus Discípulos, por lo tanto no podemos perder de vista esta dimensión de la Misa porque entonces se nos olvida que es un acto comunitario en donde los hermanos nos sentamos alrededor de una mesa para comer y beber. Hay unos vínculos de unidad e interés mutuo que se activan al sentarnos como familia alrededor de una mesa compartiendo el pan y el vino pero sobre todo compartiendo a Cristo que se nos da en Comunión para que no olvidemos que somos hermanos.

La Misa también es un sacrificio, en el que Cristo se ofrece como la ofrenda del mundo a Dios. Lo mejor de la humanidad es Cristo, y la humanidad lo entrega a Dios en gesto litúrgico de intercambio amoroso en el que Dios acepta esta ofrenda que es su Hijo muy amado, y al aceptarla mira a la humanidad con ojos de amor y misericordia, como el Padre que siempre perdona, como el Padre que siempre espera a sus hijos aunque estos hayan ido a gastar la herencia en prostitutas. No importa que tan grande sea el pecado de la humanidad o de cada uno de los fieles que han encontrado a Cristo porque en Él y por Él hemos salvados del pecado y de la muerte para ser por siempre sus hijos en el Hijo.

En ese contexto de cena servida, Jesús nos muestra gráficamente el verdadero sentido de la religión al ponerse el delantal y lavar los pies de los discípulos. Este gesto del Maestro marca de manera definitiva la vocación del cristiano: o somos servidores de nuestros hermanos, especialmente los más necesitados o no somos cristianos, y establece esta forma como la única para ejercer el poder en la Iglesia.

Y además, en ese mismo contexto de servicio total y desinteresado, la Iglesia ha visto la fundación del sacramento del Orden Sacerdotal, mediante el cual, el Señor Jesús quiere garantizar la unidad de su pueblo santo, la unidad de la Iglesia.
Comulgar el Cuerpo, y la Sangre de Cristo en familia, celebrar la presencia permanente de Cristo en medio de su comunidad, celebrar la fundación del Orden Sacerdotal no son temas desconectados, todo surge de la misma fuente, del gesto de Cristo que además de hacerse el “último” se pone el delantal y sirve del modo más humilde a sus hermanos, lavándoles los pies. Este no fue un gesto ritual, como lo hacemos de manera escenificada en las parroquias de todo el mundo, esto fue un acto de verdadero servicio. Jesús pone la muestra porque el que no sirve a sus hermanos no puede ser Discípulo y por lo tanto tampoco puede ser un ministro de unidad como lo debe ser el que ha recibido el Orden Sacerdotal.

Si en el Domingo de Ramos recordamos que el Siervo sufriente es nuestro modelo y que no es el poder al estilo del mundo el que cambia a las personas sino el poder frágil del amor, el Jueves Santo se nos invita a dar un paso todavía más radical, reconocer que en la Iglesia el único poder que podemos ejercer es el del servicio a los demás, y que este mandato nos incluye a todos los discípulos de Jesús incluidos los que han recibido el Orden Sacerdotal: obispos, presbíteros y diáconos. Nadie en la Iglesia puede hacer alarde de ninguna otra forma de poder, somos verdaderos cristianos cuando humildemente somos capaces de ponernos el delantal para servir con amor. Miles de sacerdotes en el mundo lo entienden y los viven y por eso los fieles valoran a sus buenos sacerdotes, y muchos padres y madres de familia y muchos líderes políticos en el mundo lo entienden y los ejercen de acuerdo a las necesidades de aquellos que han sido puestos bajo su cuidado, pero también tenemos que reconocer que cuando los líderes de la Iglesia o los líderes sociales pierden este enfoque entonces se corrompen y dañan y dividen a las comunidades a ellos encomendadas.

Esta mañana veía al ir a comprar el pan que los jornaleros que buscan trabajo a unas cuadras de su pobre casa, la de este servidor, sólo pedían para su hora de comida un pan con frijoles, porque su presupuesto no alcanzaba para más. En este país, el más rico del mundo, hay gente que vive en extrema pobreza, en nuestros países de origen, la pobreza se llama hambre y sed literalmente hablando. El Jueves Santo o lo dedicamos a tomar conciencia de esta desigualdad o habremos olvidado los gestos reales de aquel que vino a traer la vida y una vida en abundancia.

VIERNES SANTO

El Viernes Santo litúrgicamente está vinculado a la celebración de la Pasión del Señor, tradicionalmente es el día del “Vía crucis”, de “Las siete palabras”, del ayuno y de la abstinencia de carne. Pero cuál es el mensaje de la Cruz para nosotros cristianos de Los Ángeles en este año tan difícil para la Iglesia.

El Padre José Luis Martín Descalzo en su muy famoso sermón de “Las Siete palabras” dijo que Cristo cargó con nuestros pecados como si Él los hubiera cometido aunque no tuvo pecado, no cometió ningún pecado y así -dice el P. Martín Descalzo- en la cruz y en la muerte Jesús se hizo pecado por nosotros, fue como si Él hubiera dicho todas las palabras mentirosas para abusar y explotar aunque jamás las pronunció, es como si Él hubiera lanzado la bomba atómica y disparado todas las armas de todas las guerras del mundo y de la historia aunque jamás lo haya hecho. San Pablo nos dice que en Él hemos sido perdonados de todo porque el cargó con nuestros pecados.

La cruz de Cristo es el triunfo del amor y del bien sobre el pecado del mundo, pero al mismo tiempo es el recordatorio más elocuente de que somos limitados, humanos, pecadores. Que debemos reconocer esos límites y trabajar para que la gracia de Dios oriente, encamine nuestra libertad humana hacia la voluntad de Dios y que eso es una tarea de toda la vida. La cruz nos recuerda que si no reconocemos nuestros límites, si hacemos alarde de nuestros pequeños poderes, si jugamos con el fuego del pecado nos vamos a quemar. La cruz es buena noticia porque Cristo murió para que nadie muera, para que la vida divina a la que hemos sido invitados desde nuestros bautismo sea una realidad, pero al mismo tiempo es juicio para los que producen división, dolor, engaño, miseria, muerte, porque la muerte de Cristo no es inútil. Es el triunfo del bien, es el triunfo de los que siguen a Jesús y es fracaso para los que creían que abusando, torturando, robando, y maltratando iban a lograr ser los triunfadores del mundo y de la historia.

Pero también siguiendo a San Pablo podemos decir que nuestro único orgullo es Cristo crucificado, escándalo para los no creyentes pero gracia y buena noticia para los fieles. La cruz nos baja de nuestros pedestales, nos pone a ras de tierra, nuestro orgullo no está en ser la Iglesia más numerosa del mundo, porque no lo somos, ni en contar con los más ricos y poderosos del mundo, porque de hecho no los tenemos, no tenemos los más hermosos edificios, ni somos la Iglesia económicamente más rica, ni queremos serlo, somos simplemente hijos redimidos por la humilde cruz de nuestro Señor Jesucristo y ese es nuestro único orgullo.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

La experiencia de al Resurrección es el punto de partida de la vida de la Iglesia. Recordemos los textos del Nuevo Testamento que nos narran el desencanto de los Discípulos a la muerte de su Maestro. Los textos bíblicos nos hablan no sólo de tristeza y depresión sino incluso de miedo y acobardamiento. Estaban escondidos por medio a los judíos. La muerte del maestro había sido extremadamente brutal y había cumplido el efecto deseado por las autoridades judías y romanas: que nadie vuelva a hablar del Crucificado. Pero algo pasó que suscito que ese grupo de miedosos al tercer día de la muerte del Maestro salieran de sus escondites y gritarán convencidos a ese a quienes ustedes crucificaron, Dios lo ha resucitado de entre los muertos ¿qué fue lo que pasó? Los discípulos y discípulas fueron testigos de que el Maestro estaba vivo. Lo vieron, fueron testigos de su presencia y esa presencia transformó sus vidas. Ya no eran cobardes ahora eran valientes, ya no tenían miedo a la muerte porque su vida ya no tenía límite. Se dieron cuenta que el Maestro era el mismo pero ya no era como antes. No era un muerto que vuelve a la vida, hay algo nuevo, único e irrepetible, es el Señor, ya no es Jesús ahora es el Cristo, el Mesías de Dios que ha cumplido la misión que le fue encomendada por su Padre y ahora con el poder del Espíritu Santo llama a sus hermanos y los envía: Vayan y llevan esta Buena Noticia a todos los confines del mundo, al que crea y se convierta bautícenlo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Domingo de Resurrección es la síntesis de todo el peregrinar de los cristianos. Lo que Jesús predicó vivió y anunció viene de Dios, porque Él es Dios, de ahora en adelante quien conoce a Jesús el Mesías y Señor ya ha nacido a una nueva vida que no se acabará nunca. La vida abundante que Cristo ofrece no tiene límite. No imaginamos siquiera lo que esta vida nueva ofrece a los creyentes, no podemos imaginar siquiera lo que el Verbo encarnado y ahora resucitado ha traído a nuestra vida. El Dios del cielo, infinito en grandeza y amor se ha hecho uno de nosotros para llevarnos al amar de Dios para que conozcamos a Dios no sólo en lo que hace por nosotros sino en lo que Él es como Dios y Señor. Nuestros más auténticos ideales, nuestros más profundos anhelos, aquellos que ni siquiera hemos logrado verbalizar o expresar, Dios ya los conoce y los hace suyos, de manera que mientras más conocemos a Cristo mejor nos conocemos a nosotros mismos, mientras más cerca estamos de Dios más cerca estamos de las personas que amamos y que nos aman, mientras más entramos en la vida divina somos más libres, más sanos, y vivimos nuestra vida más plenamente. Esta es la Buena Nueva. En Cristo el Señor Resucitado hay un mundo nuevo, una sociedad nueva, una esperanza nueva. No es que nos volvamos dioses y que se haya acabado nuestros límites, nuestros problemas y enfermedades, no, lo que esto significa es que Dios nos salva allí donde estamos y en lo que somos. La gracia de Dios atraviesa los límites de nuestra condición humana para abrir nuestros horizontes al ámbito de lo eterno, de lo que no se acaba, de lo infinito. Y en este proceso la fe, esperanza y caridad se convierten en nuestras herramientas básicas para realizar nuestra vida ordinaria, para educar en la fe a nuestra familia, para llevar una vida moral, para superar nuestras adversidades, en fin para construir una nueva sociedad teniendo como modelo el mensaje siempre nuevo de Cristo el Señor.

Ese es el mensaje de la Iglesia, es el mensaje de los ministros ordenados que han dejado todo para seguirlo a Él, el único por el que vale la pena dejarlo todo, pero dejarlo de verdad. No es el dinero, no es el poder, no es el prestigio, lo que nos hace feliz. Lo que le da sentido a la vida de un hombre o una mujer consagrada es conocer y dar a conocer al Señor, entrar en comunión con Él y hacer que el mundo lo conozca, porque en ello está el fracaso o el éxito de cada hombre y de toda sociedad. Recuperar el sentido de la Semana Santa, es decir del Misterio Pascual es entrar en un profundo proceso de revisión, de examen de conciencia personal y comunitario, de conversión y cambio. La evangelización en este tiempo de Nueva Evangelización empieza por la casa. La Iglesia si no se evangeliza así misma, pierde su sabor, pierde su razón de ser y se convierte en una institución con doctrinas pero carente de vida, con ministros pero carente de entusiasmo, con números pero carente de esperanza.

En esta Semana Santa los invito a que tomemos conciencia de que estamos en un momento de crisis, que ciertamente estamos siendo atacados en virtud de errores cometidos, no somos inocentes, pero vivimos esta crisis en clave de esperanza. Aprenderemos de nuestros pecados y errores y con los ojos puestos en Cristo muerto y resucitado saldremos renovados con más fuerza que nunca. Y la Iglesia que somos nosotros, seguirá ofreciendo al mundo lo único valioso que tenemos, a Cristo muerto por nuestros pecados, pero vivo y triunfante para siempre. VN

DR. JOSÉ ANTONIO MEDINA
(562) 619- 0898
amedina@liguori.org

El Dr. Medina dará una conferencia titulada ‘Testigos de la experiencia de Dios’
DÓNDE: Loyola Marymount University- University Hall 1857-1 LMU Drive, Los Ángeles 90045

CUÁNDO: Sábado 9 de marzo de 1:30 p.m. a 5:00 p.m.

INFORMACIÓN E INSCRIPCIONES: (310) 338-7758

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