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MONSEÑOR ÓSCAR ROMERO, UN PROFETA DE NUESTRO TIEMPO

El 23 de mayo de este año será beatificado el Obispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero. La causa de la beatificación se hizo posible porque el Papa Francisco, después de consultar a la comisión que estudia el caso, reconoció que Monseñor Romero murió como un mártir de la fe. Este es un honor tan alto que incluso hace innecesario verificar los dos milagros requeridos en los demás casos o examinar los testimonios para probar que vivió las virtudes cristianas en forma extraordinaria. El Obispo Romero es un mártir como los primeros cristianos que dieron su vida por defender su fe y los valores que esta fe propone.

La ciudad de San Salvador se vestirá de gala y los salvadoreños regados por el mundo celebrarán este evento con entusiasmo, pero no sólo ellos, todos los cristianos estamos de fiesta, tenemos un Santo cercano a nosotros, un Santo de nuestro tiempo. Los hombres y mujeres no tan jóvenes, como yo, lo recordamos y aún resuenan en nuestros oídos sus palabras llenas de fuerza y de amor.

Oscar Arnulfo Romero tuvo como mentores en su etapa de formación a los padres claretianos en el seminario menor y a los padres jesuitas en el seminario mayor. Estudió en Roma en plena Guerra Mundial, y empezó su tesis de licenciatura con un tema relacionado con la mística y la vida espiritual que no terminó a causa de la guerra.

El Padre Oscar A. Romero vivió sus primeros años de vida sacerdotal como un buen sacerdote atento a acompañar la vida espiritual de las comunidades a él encomendadas, primero Anamorós y después San Miguel. En 1970 fue promovido como Obispo, siendo San Salvador su primera diócesis en donde fue nombrado Obispo Auxiliar.

UN MODELO DE VIDA CRISTIANA PARA NUESTRO TIEMPO

La vida de Oscar A. Romero nos permite observar ese proceso de continua conversión que acompaña una auténtica vida cristiana. Sus biógrafos reconocen que desde su vida de seminario se distinguió por su bondad y su inteligencia, esta es la razón por la que fue enviado a Roma a continuar sus estudios teológicos. También señalan que siempre fue un hombre muy sencillo, al grado de rechazar una cama cómoda que un grupo de mujeres le regalaron al inicio de su vida sacerdotal, el prefería su camita sencilla aunque quizás no tan cómoda. El punto que quiero acentuar, es cómo él va descubriendo la voluntad de Dios en cada etapa de su vida. Siendo seminarista enfocado en su formación y en su vida espiritual, de sacerdote entregado al ministerio y su servicio a los pobres a través de las obras de caridad, pero ya en su misión como Obispo se nota su interés por los problemas sociales del país. Sólo 14 familias controlaban la totalidad de la tierra laborable de El Salvador, y la pobreza extrema estaba extendida en la mayor parte del país, especialmente en las áreas rurales. En un primer momento comparte el miedo de muchos clérigos a que el marxismo asumiera el liderazgo en el cambio social y político, pero poco a poco descubrió que era necesario el cambio y que éste se debería lograr a través de la participación de la sociedad entera. La opción por los pobres, que eran la mayoría de los católicos salvadoreños, lo condujo a una nueva conversión, aquella que lo llevaría a dar la vida por su pueblo.

LA COMUNICACIÓN, UNA HERRAMIENTA DE LIBERACIÓN INTEGRAL

El Obispo Oscar A. Romero entendió que comunicar la verdad era la única forma de lograr cambios permanentes. Durante su episcopado dio continuidad a los periódicos diocesanos, impulsando su distribución en toda la ciudad. Fundó nuevos periódicos, pero sobretodo utilizó el poder de la radio para difundir la verdad. La radio diocesana se convirtió en la única fuente de información creíble del país. La población entera escuchaba la homilía dominical, al grado de que testigos de la época afirman que uno podía ir caminando por la calle sin dejar de escucharla, pues todas las casas sintonizaban sus radios en esa hora dominical, de manera que uno no perdía detalle. El Obispo Romero denunciaba las atrocidades que el ejército cometía en nombre de la ley: asesinatos, violaciones, desaparición de catequistas, etc. Pero su denuncia no se reducía al interior del país, él se encargó de llamar la atención mundial sobre las injusticias del gobierno salvadoreño, incluso comunicándolo a la Santa Sede, primero al Papa Pablo VI, y después a Juan Pablo II. Por supuesto que también denunció las atrocidades cometidas por los grupos revolucionarios. El les pidió que no utilizaran las Iglesias para esconder criminales o para asesinar, pues se tenía que garantizar que las parroquias sirvieran verdaderamente como un refugio para los perseguidos injustamente. La denuncia de las injusticias en los dos frentes y el anuncio del Evangelio se convirtieron en mensaje central de los medios de comunicación diocesanos.

ASESINADO MIENTRAS CELEBRABA LA SANTA MISA

Sin duda, para muchas personas en su época fue un personaje controversial, sin embargo con el paso del tiempo sus acciones se entienden mejor y el juicio de la historia se ha puesto a su favor. La historia reconoce que la situación en el Salvador era completamente injusta, y que el control político para sostener la situación llevó al gobierno a cometer atrocidades inimaginables, especialmente atrocidades contra los miembros más pobres de la Iglesia católica. En 1975 sucedió el asesinato conocido como “Las tres calles”, en la que un grupo de catequistas que regresaban de un acto litúrgico fueron asesinados brutalmente por el ejército, aduciendo que era un grupo revolucionario armado. Las únicas armas que les encontraron fueron biblias. Muy poco tiempo después de que fue nombrado Obispo, su amigo el Padre Rutilio Grande es asesinado y esto no paró, en el tiempo de su episcopado fueron asesinados cruelmente siete de sus sacerdotes. ¿Cómo podría un Obispo permanecer indiferente ante tanto dolor?

El 23 de marzo de 1980 pronunció su última homilía en la que dijo “en nombre de Dios y de este pueblo sufrido… les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, CESE LA REPRESIÓN”. En realidad estaba firmando su sentencia de muerte, pedir en nombre de Dios que respeten la vida de las personas no es muy bien visto por las tiranías de todos los colores y corrientes políticas. El 24 de marzo a las 6:25 de la tarde, aproximadamente, cuando el Obispo Romero se preparaba a comulgar el Cuerpo de Cristo en el altar de la capilla del hospital de la Divina Providencia, un francotirador le disparó un mortal tiro al corazón. Qué mayor bendición que morir en la gracia de Dios, comulgando con el martirio del Señor. No hay duda, fue un mártir de la fe, así lo ha reconocido el Papa Francisco y así lo ha aceptado la Iglesia universal.

Unámonos en acción de gracias porque un mártir de nuestra Iglesia ha triunfado; alabemos al Señor con cánticos y fiestas, porque los que son necios a los ojos del mundo, son los más valiosos a los ojos de Dios. VN

ALGUNAS FRASES DE LAS HOMILÍAS DE MONSEÑOR ÓSCAR ROMERO

Hermanos, ¡cómo quisiera yo grabar en el corazón de cada uno esta gran idea: el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones! Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una persona, que me amó tanto, que me reclama mi amor. El cristianismo es Cristo. 6 DE NOVIEMBRE DE 1977

Qué hermoso será el día en que cada bautizado comprenda que su profesión, su trabajo, es un trabajo sacerdotal; que, así como yo voy a celebrar la misa en este altar, cada carpintero celebra su misa en su banco de carpintería; cada hojalatero, cada profesional, cada médico con su bisturí, la señora del mercado en su puesto… están haciendo un oficio sacerdotal. Cuántos motoristas sé que escuchan esta palabra allá en sus taxis. Pues tú, querido motorista, junto a tu volante, eres un sacerdote si trabajas con honradez, consagrando a Dios tu taxi, llevando un mensaje de paz y de amor a tus clientes que van en tu carro. 20 DE NOVIEMBRE DE 1977

Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no le gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías en el corazón, no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor. 4 DE DICIEMBRE DE 1977

Aun cuando se nos llame locos, aun cuando se nos llame subversivos, comunistas y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos más que predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo para proclamar bienaventurados a los pobres, bienaventurados a los sedientos de justicia, bienaventurados a los que sufren. 11 DE MAYO DE 1978

Una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando los privilegios y el apoyo de la burguesía, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. 11 DE MARZO DE 1979

Si nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva, que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos latinoamericanos, están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin miedo. Evangelización exigente que señala peligros y que renuncia a privilegios, y que no le tiene miedo al conflicto cuando ese conflicto lo provoca nada más que la fidelidad al Señor (22.4.79).

He estado amenazado de muerte frecuentemente. He de decirles que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con gran humildad. Si llegasen a cumplirse las amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios, que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza pronto será una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea para la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede decir usted, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan. De esta manera se convencerán que pierden su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el Pueblo, nunca perecerá. MARZO DE 1980 VN

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