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MISA DE CONMEMORACIÓN DE CÉSAR CHÁVEZ

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

Nota del editor: La siguiente es una adaptación de la homilía del Arzobispo en una Misa especial celebrada en honor a César Chávez, que tuvo lugar el 19 de abril, en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.

3er Domingo de Pascua

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hemos empezado el tiempo de Pascua en el que la Iglesia celebra la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Tiempo de alegría que Jesus pasó con los Apóstoles fortaleciéndolos en la fe en su Resurrección, conviviendo con ellos y explicándoles el sentido de las Escrituras, como escuchamos en el pasaje del Evangelio de hoy.

También hoy celebramos la vida y el ejemplo de César Chávez, a unos días del 22 aniversario de su fallecimiento el 23 de abril de 1993. Pedimos por él y por su familia y damos gracias a Dios por su vida y compromiso con los trabajadores migrantes y con los latinos en nuestro país.

La Resurrección es la confirmación de la verdad de la vida y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. “Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia… en Él, lo encontramos todo; fuera de Él, nuestra vida queda vacía” .

Las lecturas de la Misa de hoy nos recuerdan que Cristo vive, que Él es nuestro Redentor y que todos estamos llamados a ser ‘testigos de Su resurrección.

En la 1ª. lectura de los Hechos de los Apóstoles escuchamos las palabras de San Pedro: “Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos”.

Y en el pasaje del Evangelio, Jesus después de explicarles las escrituras a los Apóstoles, les dice: “Ustedes son testigos de esto”.

Ellos se sentían orgullosos de ser ‘testigos de su Resurrección’. Pero ser ‘testigo de la Resurrección’ quiere decir que estamos llamados a ser testigos del poder de Dios y de su misericordia y amor.

El Papa Francisco, esta mañana en la plaza de San Pedro en el Vaticano, decía: “El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta…el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida”.

Antes que nada el testimonio de nuestra propia vida, conociendo la vida de Jesús y tratando de imitarlo. La vida y las enseñanzas de Jesús nos descubren el sentido de nuestra propia vida y la mejor manera de vivir nuestra propia vida, de acuerdo con los planes de Dios para el ser humano.

La 2ª. lectura de la Misa de hoy, del Apóstol San Juan, nos da la clave para ser ‘testigos de la resurrección’ de Jesus: vivir de acuerdo a lo que creemos.

Nos dice San Juan:
“tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos…
aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud …”

Como todos sabemos el mandamiento más grande es el ‘mandamiento del amor’. Vivimos como creemos si llevamos el amor de Dios a los demás, con obras y de verdad. Si damos valor a cada vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural.

Si tratamos a los demás con gran dignidad. ¡A todos! A los débiles, a los ancianos, a los que tienen alguna discapacidad, a los enfermos. A los inmigrantes y a los trabajadores del campo, a los pobres, a los prisioneros. ¡A todos!

¡Así somos ‘testigos de la resurrección de Jesús’!

Hoy, pensando en nuestro hermano César Chávez, podemos decir que él, como todos nosotros, vivió tratando de ser testigo de la resurrección de Jesús.

Como los primeros discípulos, César experimentó el poder de la Resurrección en su propia vida. Creyó en Jesús Resucitado y en la salvación y misericordia que Dios ofrece a todo el mundo.

Y sintió la necesidad de luchar para que a cada persona se le reconociera su dignidad humana, la dignidad de los Hijos de Dios, especialmente a aquellos más necesitados, más vulnerables y que sufrían injusticias.

Quizá recordamos las palabras de César en 1974 durante la tragedia de la muerte de 19 trabajadores migrantes que viajaban en un autobús desde México:

“Los hombres y mujeres que honramos hoy… son importantes por el amor que dieron durante su vida a sus esposos o esposas, a sus hijos, a sus padres –todos aquellos que estaban cerca de ellos y que los necesitaron … Son importantes porque Dios los creó, les dio el regalo de la vida y Dios los cuida y quiere en la vida y en la muerte” .

César fue un hijo fiel de Dios y de la Iglesia, humano y con defectos, pero con un gran deseo de vivir de acuerdo al ejemplo y las enseñanzas de Jesús, de ser ‘testigo de su resurrección”.

Queridos hermanos y hermanas, esta es nuestra misión también. Estamos llamados a llevar el amor de Dios a la gente de nuestro tiempo, a nuestra sociedad. Necesitamos mostrarles el amor y cariño de Dios por cada vida humana.

Este es el mensaje de amor que los misioneros, como el Beato Junípero Serra, trajeron a este continente. Un amor que está al servicio de los demás, un amor que es misericordioso. Amor que da testimonio de la Resurrección de Jesús.

La historia de los Estados Unidos está llena de ejemplos de hombres y mujeres latinos que han vivido en este país como verdaderos testigos de la Resurrección de Jesús.

Estos días he estado pensando especialmente en el Beato Junípero Serra que será canonizado por el Papa Francisco en su viaje a los Estados Unidos este año, en el mes de septiembre.

El Padre Serra, junto con los otros misioneros que lo acompañaban, trajo el amor de Dios y a los demás a estas tierras.

Antes de venir a California, el Padre Serra se encomendó a Nuestra Señora de Guadalupe en la Basílica en la Ciudad de México.

Viajó y recorrió California con el deseo de traer el Amor de Dios a todos los habitantes de estas tierras y fue uno de los grandes defensores de los indígenas pobladores de California porque en cada uno de ellos vio la sagrada imagen de un hijo o hija de Dios.

Por eso pienso que su canonización este año es una gran bendición para todos nosotros. El Papa Francisco, primer Papa latino, primer Papa de América Latina, hijo de inmigrantes, va a canonizar al primer santo latino, hispano de Estados Unidos, y lo va a hacer en la capital de nuestro País. ¡Qué bendición!

La vida y compromiso de César Chávez en su lucha por mejorar la vida de todos los inmigrantes fueron posibles por la vida y el compromiso del Padre Junípero Serra y tantos otros hombres y mujeres que a lo largo de la historia de nuestro país han sido ‘testigos de la resurrección de Jesús”.

Es nuestra misión, queridos hermanos y hermanas, seguir su ejemplo y traer a nuestra sociedad, el amor de Dios que se manifiesta en el amor a los demás. Que los que nos rodean vean el amor que Dios tiene por cada uno de ellos, a través de nosotros.

Pidamos pues la gracia de ser ‘mensajeros del amor y la misericordia de Dios’ en nuestro servicio a los demás, especialmente a todos aquellos que están más necesitados.

Y demos gracias por el testimonio de nuestro hermano, César Chávez. Pidamos por su familia y por el empeño de conseguir justicia y solidaridad en nuestro país. Que la vida de César nos inspire a todos a ser ‘testigos de la Resurrección’ de Jesús.

Y que María Santísima de Guadalupe, esté siempre con nosotros como nuestra Madre amorosa. Amén. VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, ‘Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América’, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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