MIGRANTES CAMINAN HACIA UNA NUEVA VIDA

MIGRANTES CAMINAN HACIA UNA NUEVA VIDA

(fOTO: FRONTERA DE TIJUANA- Cientos de familias siguen llegando a la zona que separa México de EE.UU. Los albergues no dan abasto para atender a este éxodo proveniente de Centroamérica. Las enfermedades respiratorias son comunes entre los migrantes. / VICTOR ALEMÁN).

La pobreza y delincuencia que vivían en sus vecindarios de Centroamérica les obligó a huir en caravana en busca de un futuro mejor en el Norte de América. Muchas familias que esperan en la frontera de Tijuana solicitarán asilo a EE.UU.

Por SILVIA GALDÁMEZ

Son hermanos y hermanas migrantes que están sufriendo y van de paso en busca de un mejor futuro para ellos y sus familias, tal como lo hicieran nuestros antepasados muchos años atrás. Esta es la visión de la Iglesia del Papa Francisco, quien anima a los católicos a amar y servir al prójimo sin juzgar sus condiciones.

Con respecto a la caravana de inmigrantes hondureños, en una entrevista con Aciprensa, en octubre pasado, Su Santidad pidió “a nuestra Señora de Los Ángeles su maternal intercesión en favor de los hermanos migrantes y de quienes puedan actuar acogiéndolos, protegiéndolos, promoviéndolos e integrándolos”.

Con esta perspectiva en mente, e independientemente de las implicaciones políticas y socioeconómicas de los procesos migratorios y en particular de estas caravanas, VIDA NUEVA cuenta en este artículo los testimonios de personas y familias que están viviendo en los albergues de Tijuana, en Baja California, habilitados para los inmigrantes que viajan en las caravanas.

VIDA NUEVA visitó tres albergues, dos improvisados y uno con años de funcionamiento. Estos son: el albergue provisional “UD Benito Juárez”, el albergue para hombres La Viña (que lleva el nombre de la Iglesia cristiana donde está funcionando) y el “Shelter” del emigrante. Todos los albergues están ubicados muy cerca del muro fronterizo que divide Tijuana de San Diego y operan con la ayuda de activistas comunitarios y las donaciones de personas y empresas.

Según los testimonios recabados, los inmigrantes decidieron unirse a la caravana reconociendo el poder que tiene la comunidad; el poder de sentirse respaldados y acompañados en la búsqueda de una solución a sus situaciones de pobreza, delincuencia, violencia y marginación. Ellos saben que “la unión hace la fuerza”.

El albergue provisional ubicado en el gimnasio deportivo “UD Benito Juárez” alberga a más de cuatro mil personas, la mayoría de ellas hombres jóvenes provenientes de Honduras y Guatemala. También hay muchas madres con hijos pequeños, entre los 6 meses y 12 años. Las condiciones de hacinamiento y escasez son evidentes en este lugar.

Más de cuatro mil kilómetros

Tanto hondureños como guatemaltecos hicieron un recorrido de más de cuatro mil kilómetros desde sus comunidades hasta Tijuana, pero la meta de todos es llegar hasta Estados Unidos.

Una muestra de la unión que mantienen muchos migrantes es la historia de cinco amigos. Estos son cinco jóvenes provenientes de diferentes lugares de Honduras que se conocieron en el trayecto de la caravana y ahora se llaman hermanos. “Hemos pasado 45 días juntos y aunque queremos llegar a diferentes estados, vamos a ser amigos para siempre”, dicen casi al unísono. Uno de ellos quiere llegar a Houston, otros dos a Maryland y los dos restantes a Tennessee. Ellos afirman que lo único que buscan es un lugar seguro donde puedan estudiar y trabajar.

Otro testimonio es el de Josué Aguilar, de 18 años, quien vendía platos plásticos en un puesto del mercado. Él vendía 600 lempiras diarios (cada lempira equivale a 4 centavos de dólar) y pagaba una cuota de 500 semanales a los extorsionadores (un aproximado de $200).

“Esta situación de extorsión y delincuencia donde vivía, en el Barrio El Jardín, en el departamento De Valle, me motivaron a unirme a la caravana en busca de mejores ingresos para ayudarle a mi mama y a mis dos hermanas menores”, dijo Josué.

De este mismo departamento hondureño proviene Cintia Rodríguez, de 29 años, y su hija Aishlly, de 8. “Yo sueño con llegar a San Antonio, Texas, donde unos amigos nos esperan y con quienes voy a trabajar”, asegura Cintia. Mamá e hija también vienen huyendo de la pobreza, las maras y la extorsión. Cintia, quien vendía ropa en el mercado y cada semana tenía que pagar $200 a los extorsionistas, dejó encargados con sus padres a otros dos hijos, uno de 13 y otro de 3 años.

El caso de Eswin Erazo, de 24 años, también es común entre los migrantes acampados en Tijuana. Las pandillas asesinaron a su papá, un líder de una Iglesia evangélica del barrio Suyapa en Copan, Honduras. Debido a este hecho, ocurrido hace dos años, la familia tuvo que huir del pueblo y hasta la fecha sigue buscando un lugar seguro donde vivir dignamente. “Mi hermano que vive en San Antonio, Texas, llegó hace tres meses y ya solicitó asilo. Él está esperando la respuesta del gobierno estadounidense y yo quiero aplicar también”, comentó entre lágrimas Eswin.

Una realidad completamente diferente motivó a Fredy Juárez, de 28 años, a ser parte de la caravana. Originario de Escuintla, Guatemala, se unió a la caravana debido a la destrucción y pobreza que dejó la erupción del volcán de Fuego en su comunidad. Él quiere llegar a cualquier estado de la unión americana y tener un empleo que le permita vivir dignamente y ayudarles a sus padres. “En mi pueblo no quedó nada en pie, todo se quemó, por eso me vine en la caravana a buscar algo mejor”, dijo Fredy.

Una afirmación común entre los entrevistados es que, durante la travesía hasta Tijuana, todos tuvieron siempre que comer porque las personas por donde pasaban les ofrecían comida y agua. Además, cuando se les acabaron los zapatos de tanto caminar, alguien les regalaba otro par. En promedio, los inmigrantes de la primera caravana que salió de Honduras gastaron unos 3 pares de zapatos.

Tal como ha afirmado el Papa Francisco, el migrante reza porque necesita muchas cosas. Además, se agrupa para sentirse apoyado y fortalecido por la comunidad que lo acompaña. Pero el migrante también necesita de las comunidades por donde van pasando, de sus oraciones y solidaridad.

Paciencia y espera

Los testimonios son miles, pero todos coinciden en lo mismo: vienen huyendo de la delincuencia e inseguridad de sus vecindarios y quieren solicitar asilo en Estados Unidos.

Debido a que el tiempo de estadía en esta frontera es incierto para los migrantes de las caravanas, muchos líderes de las organizaciones civiles están visitando los albergues para ofrecerles tres consejos a los migrantes: no desesperarse porque el proceso de solicitud para asilo es lento; respetar las reglas de los albergues y las leyes de la ciudad, para evitar ser encarcelados o deportados, y buscar un empleo en el área, para lo cual muchas empresas están registrando trabajadores y entregándoles un carné de empleo.

Por su parte, Hugo Castro y Esperanza Lozano son muy reconocidos en la Ciudad de Tijuana porque se dedican a servir a los migrantes de esa frontera, de día y de noche.

Hugo es director de Ángeles de la Frontera de Tijuana, quienes reparten agua a los migrantes que pasan por ese lugar. También coordina la asesoría migratoria gratuita para los que han sido deportados a esa frontera. Además, apoya a los albergues “SOS Migrantes”, recolectando donaciones.

Esperanza, desde hace 30 años, ha dedicado su vida a servir a los migrantes que pasan por sus tres propiedades: “Embajada Migrante”, donde se brinda asesoría migratoria gratuita; “Shelter” para el migrante, donde hospeda a un promedio de 50 personas, y el “Café Indocumentado”, lugar donde los migrantes obtienen café gratis. VN

ALBERGUES ESPERAN SU DONACIÓN

Las siguientes personas son líderes comunitarios que están recolectando ropa usada y zapatos en buen estado, productos de primera necesidad (cepillos dentales, pasta, jabones, champú) y alimentos enlatados para los albergues de Tijuana.

-Hugo Castro

Ángeles de la Frontera de Tijuana

(760) 482-6355.

hugo@borderangels.org

-Antonio Soto

Albergue La Viña

(+52) 664 6854508

Sanchez Ayala, Zona Norte, local 7534.

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