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LOS TRABAJADORES LATINOS Y SU PAPEL EN LA ECONOMÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS

De los 16 millones de trabajadores extranjeros que se encuentran en el país, más de la mitad son latinos. Siembran y recogen las cosechas, preparan y sirven los platos en los restaurantes, hacen funcionar los hoteles, cuidan a los enfermos, los discapacitados y los ancianos, y están a cargo de los mimados hijos e hijas de las clases medias estadounidenses. El trabajador inmigrante se ha vuelto imprescindible en la construcción, es más, sin ellos no sería posible el auge actual que experimenta esa industria. Según un dato reciente los hispanos aportan el 20% del total de la mano de obra en ese campo. Son los carpinteros, los canaleros, los albañiles, los draigualeros, los fontaneros, los reparadores de techos y quienes quitan asbesto, un oficio este último del que no se hacen cargo los trabajadores nativos pues saben que los materiales empleados en él son cancerígenos. El trabajo de los inmigrantes se ha vuelto tan esencial en este país que ahora tienen gran demanda en ciudades y pueblos donde hasta hace poco no iban los latinos, como Carolina del Norte, Nueva Inglaterra y Nueva York, para mencionar unos cuantos. Las empacadoras de pollo y las maquilas de costura se vendrían al suelo si no pudieran contar ya con esa mano de obra.

“La demanda de trabajadores inmigrantes sigue siendo alta y la economía ha creado plazas para casi un millón más de latinos nacidos fuera”, según un estudio difundido en mayo por el Pew Hispanic Center, un centro de investigaciones que tiene su sede en Washington.

En su artículo “Los ‘ilegales’ no son tan malos como las milicias”, aparecido recientemente en el Star Telegram de Dallas, un periodista afirmaba que Texas es un estado cada vez más fuerte y próspero gracias al aporte laboral inmigrante.

“Los trabajadores inmigrantes, tanto los altamente tecnificados como los menos tecnificados, son un complemento valioso de la fuerza laboral nacida en el país”, dijo hace unos días el director del Immigration Policy Center en la sección de cartas del Washington Times al referirse a un comentario antiinmigrante aparecido en ese diario.

SALARIO MÍNIMO

Lo cierto es que los trabajadores inmigrantes de hoy son como los de siempre, y persiguen el mismo objetivo que sus antecesores: un salario que les permita llevar una vida decente. Pero eso es muy difícil cuando se depende del salario mínimo. En California, donde éste no pasa de $6.75 la hora, una familia de tres no puede superar el nivel de pobreza fijado por el Gobierno Federal. Recientemente, la demócrata Sally Lieber, que representa a San José en la Asamblea estatal, sometió a esa Cámara una moción para elevar la pága básica a $7.75 en dos años consecutivos, empezando por 2006. Sin embargo, el último intento de aumentar ese salario fue vetado por el gobernador del estado, Arnold Schwarzenegger, con el beneplácito de la Cámara de Comercio de California. Según el estudio antes mencionado del Pew Hispanic Center, los salarios reales de los trabajadores inmigrantes decayeron en 2003 y 2004 en 2.6 y 2.2 por ciento, respectivamente. Aunque el desempleó disminuyó entre ellos, esto ocurrió a costa de la disminución de su paga. Ningún otro grupo de trabajadores vio mermados sus ingresos en esos dos años. Lo que vuelve muy vulnerables a los trabajadores inmigrantes es la falta de organización sindical. Su temor a ser denunciados a la Policía de Inmigración (ICE), la descendiente directa del desaparecido INS, es aprovechado por los patrones, lo que indica que las leyes migratorias operan, independientemente de que este sea su propósito o no, como mecanismos de explotación y subyugación. Los casos de trabajadores a los que se les niega la paga devengada son harto abundantes. Así le ocurrió este año a un grupo de obreros de la construcción en Bennington, Pennsylvania, que viajaron ahí desde California contratados para trabajar en la construcción de un hotel, pero a los que se les quedaron debiendo miles de dólares. Para colmo, en abril la Suprema Corte emitió un fallo que privó a los indocumentados del derecho a reclamar salarios atrasados si son despedidos ilegalmente.

PAN Y ROSAS

Pero aún así, los trabajadores extranjeros cuentan con muchos recursos para defender sus derechos. Desde que los janitors u obreros de la limpieza revolucionaron los métodos de organización y defensa laboral hace más de una década (su existencia fue consagrada en el cine con Bread and Roses del director británico Ken Loach), los trabajadores inmigrantes se han convertido en el contingente de punta para sacar de la esclerosis al movimiento sindical estadounidense. Por otro lado, la adopción de políticas de salario digno por más de 120 municipalidades en todo el país, incluyendo Los Angeles, ha creado una base nacional para vencer la muralla del salario mínimo y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores inmigrantes. La búsqueda de nuevos derroteros condujo en mayo a una crisis en el seno de la AFLCIO, la central sindical más poderosa del país. Cuatro sindicatos anunciaron que pensaban separarse de ese grupo para dedicarse a organizar a los millones de obreros que se hallan desamparados frente a fenómenos como la globalización y la exportación de trabajos. Paradójicamente, aunque los inmigrantes son el contingente más vulnerable ante el abuso y sufren el estigma de su estatus como indocumentados, poseen la energía y la creatividad de quienes han superado incontables obstáculos y peligros para buscar una vida mejor. No es exagerado decir, por lo tanto, que es precisamente en ese conglomerado donde se encuentra la esperanza de todos los trabajadores estadounidenses. VN

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